“Los bienes comunes”, el “procomún,” “comunalidad”, o “commons” (en inglés) son conceptos que se solapan y articulan entre sí. Por reduccionismo se usan indistintamente como sinónimos. Diferenciarlos o definirlos resulta difícil porque también varían con la historia o la cultura de cada época y lugar. A continuación, sigue una breve reflexión sobre el procomún, a modo de breve introducción a la tesis en 16+1 puntos del filósofo belga Lieven de Cauter (2).
Leiven de Cauter: «…lo que está en juego en el siglo XXI es defender los bienes comunes universales (en particular, el ecosistema, la libertad de semillas, el conocimiento de código abierto, etc.) mediante la proliferación de prácticas particulares de comunión».
Comunalidad, bienes comunes, y el procomún: palabras previas
“Bienes comunes” es todo aquello tangible o intangible que es de todos o en uso por todos, ya sea público o privado en su forma jurídica.
El procomún es la experiencia, vivencia y necesidad que una comunidad de seres humanos construye sobre ese bien común. El bien común, su vivencia y la gobernanza son necesarios para que exista el procomún. Es un espacio cultural, mental, y factual. El procomún se entiende también como: «la forma de producir y gestionar en comunidad bienes tangibles e intangibles comunes, cuyo dueño no es único sino que nos pertenecen a tod@s y a nadie a la vez. También son aquellos bienes y modelos que heredamos o creamos libremente y queremos que permanezcan así para las posteriores generaciones. Espacios en los que todas las partes implicadas deberían tener acceso, participación y compromiso para asegurar su existencia».
Esta definición encontrada en la web Sursiendo.org (1) describe a la perfección la articulación de “bienes comunes”, “comunalidad” o “commons” y el procomún. Ninguno de estos elementos es único. Tenemos una larga historia como especie. Los 7.700 millones de seres humanos existentes vivimos agrupados bajo diversas condiciones geográficas, culturas, lenguas, y cosmovisiones. Hay tantos modos o formas de bien común, comunalidad y procomún como se quiera matizar o combinar.
El procomún corre un grave riesgo en este mundo de pensamiento único neoliberal y está en retroceso. Por eso es un tema candente y motivo de lucha social para recuperar los comunes expropiados.
Un ejemplo de la amenaza para el procomún y la comunalidad es lo que sucede con las semillas. Son obra incontestable de la naturaleza pero que, en esta civilización mercantilista, pasan a ser un bien privativo y patentado por empresas que luego las monopolizan en su beneficio. Todo so pretexto de la seguridad alimentaria mundial (que es pura perversión del lenguaje).
Hay muchos ejemplos más de cómo “lo común” acaba privatizado y monopolizado, en contra de la comunidad que antes lo disfrutaba sin más límite que la buena costumbre y gobernanza. Incluso el propio genoma humano ha sido secuenciado y es sujeto de patentes. También el agua que cae del cielo o los ríos y aguas subterráneas son un bien común, pero pueden ser desposeídas de la humanidad. Pueden ser titularizadas y hasta cotizar en bolsa.
La mayor amenaza es el ultracapitalismo, en la forma de los fondos de inversión, que en manos de una reducida élite mundial, tiene más poder que los estados modernos y pesa más que los intereses de la humanidad entera. Una minoría ha mancomunado para sí (neoliberalismo) lo que era de todos, so pretexto de unas leyes del mercado que ni son leyes ni regulan un verdadero mercado abierto.
Por todo ello el procomún no es un asunto teórico o epistemológico. Nos toca muy de cerca a todos. El común, su redefinición y reapropiación colectiva es el fuego que alimenta movimientos políticos y reivindicaciones cada vez más potentes.
Por ejemplo, para algunos teóricos la renta básica universal (RBU) también puede fundamentarse como derecho humano universal por ser un medio de devolver a la comunidad lo que desde lo privado y el interés subjetivo se ha expropiado, perjudicado, o que está en usufructo privativo. El momento civilizatorio del siglo XXI, por su complejidad y fragilidad, hace más necesario que nunca que esté soportado con una meditada sostenibilidad comunal.
Otro ejemplo de lucha por el procomún es el movimiento Navdanya, que lleva 30 años luchando en la India. Su fundadora, la doctora Vandana Shiva es una mujer valiente que desde la ciencia y el activismo social defiende la causa de la soberanía alimentaria y de las semillas ─y a los pequeños agricultores de todo el mundo─ frente a las fuerzas monopolísticas de las grandes empresas semilleras y sus productos patentados. Hemos publicado en Pressenza una entrevista con ella.
Desde Pressenza se ha publicado sobre el bien común, los desastres ambientales, los crímenes contra la humanidad y los pueblos, o sobre cómo los mercaderes de la muerte están ahogando en el planeta la vida en el más amplio sentido. El procomún está amenazado. Es urgente poner al ser humano y su dimensión comunal y social en el centro del activismo. Sin comunidad esto es un castillo de naipes.
Otra muestra de ello es lo sucedido con la pandemia del covid19. Con independencia de dónde o por qué surgió el virus, en un tiempo record tenemos ya vacunas. Se crearon gracias a la acumulación de conocimientos (conocimiento público o de código abierto, y también privado, etc). En menos de un año se desarrollaron vacunas gracias a la iniciativa de las empresas farmacéuticas pero también gracias a la existencia de un bageje científico historico y común, a especialistas formados en centros públicos y privados (cuya existencia y sostenimiento también es una forma de comunalidad). La comunalidad es central a este éxito sanitario. Pero el hecho es que se especula con las vacunas patentadas. Se practica geopolítica con ellas para arrinconar a otras vacunas y su institucionalidad (las cubanas, las rusas, las chinas…).
En las fuentes citadas al final de este artículo hay enlaces a interesantes reflexiones sobre el procomún y la comunalidad. A continuación, sigue la traducción de una breve tesis de Lieven de Cauter (2) que, en 16 + 1 puntos, sintetiza lo que este filósofo piensa respecto de “Comunalidad, bienes comunes, y el procomún”
Comunalidad, bienes comunes, y el procomún: TESIS
Texto de Lieven de Cauter ─ filósofo (2).
(0).─ Los bienes o medios comunes (procomún – RAE): es todo aquello que se comparte. Compartir es «usar comunalmente». Los bienes comunes o procomunes son el espacio compartido, la propiedad compartida o el derecho al uso compartido. Tal como muestra el ideograma chino para procomunes: dos manos separadas comiendo o bebiendo del mismo tazón: 共
(1).─ El común está amenazado. Tanto la naturaleza como la cultura están sometidas a una gran presión. Como lo común está amenazado, nos damos cuenta de la existencia de lo común. La pérdida o la amenaza pone en valor lo perdido.
(2).─ Tenemos que reinventar lo común. La dicotomía entre lo público y lo privado lo ha oscurecido. Para acercarnos a lo común hay que partir de su olvido, su abolición, su abandono.
(3).─ Lo común es lo que no es público ni privado. Lo común es lo que es de todos y de nadie (como el aire, el lenguaje, el alfabeto, los números, las matemáticas, la música…).
(4).─ El espacio común no es necesariamente un espacio político. La «polis» es siempre algo más que la comunidad. (N.d.T.: de otros textos se deduce que para Lieven de Cauter la “polis” articula más hechos, intereses, objetos, objetivos, y vivencias).
(5).─ Los bienes comunes universales son genéricos, «bienes comunes sin comunidad» (La naturaleza y la cultura como tales); los bienes comunes particulares son prácticas de comunión por parte de una comunidad específica. En cierto sentido, lo que está en juego en el siglo XXI es defender los bienes comunes universales (en particular, el ecosistema, la libertad de semillas, el conocimiento de código abierto, etc.) mediante la proliferación de prácticas particulares de comunión.
(6).─ La modernidad se abre con el cercado de los bienes comunes (espaciales). El capitalismo comienza con la apropiación original: el robo de lo común y la criminalización de lo expropiado (como Marx ha demostrado extensamente en el último capítulo del volumen 1 de El capital).
(7).─ No solo el capitalismo borró los bienes comunes, sino también el comunismo: todo fue nacionalizado. Tanto el capitalismo como el comunismo abolieron la categoría de lo común.
(8).─ La «apropiación original» no es solo el acto original del capitalismo, está en curso. La privatización de semillas es alegórica y representativa de esta eterna expropiación del común.
(9).─ Como los recintos (apropiaciónes) están en curso las prácticas de comunión, en consecuencia, también están en curso como reacción. A la expropiación le siguen las reapropiaciones (ocupación ilegal, código abierto, e intercambio). En cada lugar donde realmente comenzamos a compartir, hay un momento de comunión.
(10).─ La escala es uno de los grandes problemas de los bienes comunes: la democracia directa, la autoorganización, las prácticas de abajo hacia arriba, etc., están mal equipadas para escalas más grandes. En la era de la globalización, los problemas juegan a escala planetaria. Los procesos de expropiación y cercado de lo común en cambio tienen a favor la tecnología y la fuerza del capital.
(11).─ El derecho (internacional) es una de las mejores defensas de los bienes comunes (universales). ‘La carta del bosque’ (apéndice de la Carta Magna) está ahí para probarlo. (Peter Linebaugh, el Manifiesto de la Carta Magna).
(12).─ El espacio común es temporal, es más un momento que un espacio (un momento del espacio). Más un uso que una propiedad.
(13).─ La belleza de lo común es su pura potencialidad. Se vuelve actual en cada práctica de compartir y de reapropiación. Nos reapropiamos de lo común cada vez que recuperamos las calles.
(14).─ La lucha por los bienes comunes será una de las luchas más importantes del siglo XXI (si no la más importante).
(15).─ Los bienes comunes urbanos como objeto (espacio abierto, vacío urbano, okupa, terreno vago) es algo más que lo común como proceso (la toma de decisiones sobre cómo actuar sobre este objeto). La unidad de forma y contenido es la belleza de muchas acciones bajo el signo de los bienes comunes (la jardinería urbana autoorganizada, o los centros sociales autoorganizados, por ejemplo).
(16).─ ¿Dieciséis? ¿Acaso la lucha por los bienes comunes no es suficientemente urgente dada la lentitud y la debilidad de la democracia directa y radical? (¿Acaso tenemos que confiar en la inteligencia del enjambre de la manada humana?) (Lieven de Cauter ─ Praga 03.04.14)
(1) Fuentes:
- https://sursiendo.org/blog/comunalidad-bienes-comunes-procomun/
- http://www.ecosfron.org/wp-content/uploads/DOSSIERES-EsF-16-El-procom%C3%BAn-y-los-bienes-comunes.pdf
- http://www.ecosfron.org/wp-content/uploads/DOSSIERES-EsF-16-El-procom%C3%BAn-y-los-bienes-comunes.pdf
(2) Lieven De Cauter es un filósofo belga, historiador del arte, escritor y activista. Enseña filosofía de la cultura en el Departamento de Arquitectura de KU Leuven y RITCS (Royal Institute for Theatre, Cinema & Sound). Ha publicado más de una docena de libros: sobre arte contemporáneo, experiencia y modernidad, sobre Walter Benjamin y más recientemente sobre arquitectura, ciudad y política. Además de esto, publicó poemas, columnas filosóficas, declaraciones, panfletos y artículos de opinión en periódicos y en sitios web de noticias en línea. De Cauter fue el fundador de los “juristas angustiados”, quienes formaron la base del primer juicio contra el Vlaams Blok (el partido de extrema derecha en Bélgica); él es el fundador del Tribunal BRussels, un tribunal popular contra la invasión y ocupación de Iraq (y posteriormente) la red de activistas internacionales); fue miembro fundador de la plataforma para la libertad de expresión, que se enfrentó a los excesos de la guerra contra el terrorismo en Bélgica; fue miembro del comité de acción Barbara van Dyck, Slow Science Movement, Vooruitgroep y ahora el equipo de pensamiento de Hart sobre Hard; Recientemente fundó BACBI (Boicot académico y cultural belga de Israel). Sus últimos libros en inglés son: La civilización capsular. Sobre la ciudad en la era del miedo (2004); Heterotopia y la ciudad. Espacio público en una sociedad postcivil (2008), coeditado con Michiel Dehaene, también están Art and Activism in the Age of Globalization, coeditado con Karel Vanhaesebrouck y Ruben De Roo (2011), y Entropic Empire. Sobre la ciudad del hombre en la era del desastre (2012). Vive y trabaja en Bruselas.