La nueva regulación de cuarentena y toque de queda impuesta por el gobierno para contrarrestar los efectos de la COVID-19, nos obligan a un aislamiento social, imponiendo también la necesidad del teletrabajo y la teleeducación, los negocios electrónicos, el distanciamiento social, y cuarentenas focalizadas. Nuevamente la encrucijada: cómo sobrevivir a la restricción sin perder identidad.
Un total de 41 provincias a nivel nacional, entre Lima Metropolitana y Callao, pasaron a riesgo extremo, por lo que volverán a tener las restricciones sobre inmovilización social, toque de queda y circulación de vehículos durante tres semanas. La cuarentena que acabará después del Día de la Madre tiene prohibiciones para cada nivel de riesgo.
Entre las disposiciones más importantes que regirán está la inmovilización social obligatoria durante los días domingos. Según la norma del Ministerio de Salud (Minsa), el domingo veinticinco (25) de abril tuvo inmovilización social o toque de queda en las ciudades de Lima y Callao durante todo el día, por lo que la población debió permanecer en sus viviendas. Sin embargo, este día estuvo permitido desplazarse a los locales de vacunación.
En lo social, el pensador Marshall McLuhan (1911-1980), ha pasado a la posteridad como un auténtico visionario de la presente y futura «sociedad de la información». A finales de la década de 1960 y principios de los años 1970, McLuhan acuñó el término «aldea global» para describir la interconexión humana a escala global generada por los medios electrónicos de comunicación. La «globalización» es la resultante de esa comunicación a escala nunca antes imaginada.
Vivimos en un mundo cambiante en donde existe un nuevo juego, hay nuevas reglas y se deben aplicar nuevas estrategias. El triunfo del capitalismo sobre el comunismo, y la consiguiente globalización mundial, bajo las reglas de libertad económica, propiedad privada y en general los pilares de dicho sistema social, nos impone cambiar y ser más eficientes, competitivos y dinámicos, para insertarnos exitosamente en un mundo interconectado mediante la «autopista de la información». Pero la pandemia del coronavirus impone su propio drama.
En el artículo titulado “Efectos de la globalización en América Latina” (http://www.gestiopolis.com/efectos-globalizacion-america-latina/), se cita al analista Lester Thurow, quien afirma: “Vivimos en un mundo sin comunismo, en donde el cambio tecnológico hace que las industrias se basen en la capacidad intelectual, con índices demográficos nunca antes vistos, bajo un proceso de globalización acelerado y en donde parece no existir un poder político o militar dominante que maneje al mundo sin algún tipo de resistencia económica”.
Pero hay un problema que pocos quieren ver: los procesos de globalización están incrementando la brecha entre los países desarrollados y el mundo subdesarrollado.
Lo que era competitivo en un mercado regional o nacional no está resultando serlo en el nuevo mercado globalizado. En suma, la globalización nos impone el reto de afrontarla y sobrellevarla con inteligencia y creatividad, sin renegar de nuestra identidad. Nuestros Estados y gobiernos tienen la obligación de no dejarse avasallar, pero tampoco esconderse en una “cápsula de cristal”, porque no podemos ser ajenos a lo que pasa en el resto del mundo.
Debemos señalar que la Defensoría del Pueblo del Perú demandó que las actividades políticas a realizarse durante la segunda vuelta de las Elecciones Generales de 2021 se desarrollen a través de “plataformas virtuales o alternativas” para evitar el contagio de COVID-19.
A través de sus redes sociales, dicha institución señaló que estas actividades deben garantizar tanto el distanciamiento social como la difusión de planes de gobierno.
La entidad a cargo de Walter Gutiérrez Camacho también insistió en recordar que “están prohibidas todas las actividades que propicien aglomeración o concurrencia masiva que pongan en riesgo la salud de las personas”.
De acuerdo al Minsa, en abril se han detectado 5,069 fallecimientos por coronavirus en el país. En el Perú perecen doce personas por cada hora transcurrida, o una persona por cada cinco minutos.