Por Pedro Pozas Terrados
La Agenda 2030 fracasó en el mismo momento de nacer. No se pueden realizar cambios en la sociedad mundial sin contar con el control de las multinacionales, los intereses de los bancos mundiales y el negocio de la guerra, el tráfico de especies o de drogas, así como acabar con el sufrimiento de millones de personas en el mundo de hambre, de dictaduras absurdas o deforestaciones masivas. No se puede hacer una Agenda 2030 para Europa solamente, cuando el cambio climático y el resto de los problemas medio ambientales salen de las fronteras y envuelven al planeta entero. Y ellos, los políticos lo saben perfectamente. Dictan leyes y acuerdos para el momento de la foto y después se olvidan de su cumplimiento. Este es el panorama al que nos enfrentamos. Se pasean en las conferencias y participaciones en los medios de comunicación con el pin redondo de los 17 Objetivos de Desarrollo y no se va a cumplir ninguno. Palabras y pocas acciones efectivas. Eso sí, para quitar derechos y poner el Estado de Alarma, los políticos se han puesto de acuerdo de la noche a la mañana.
Todo se perfila como un embuste a la sociedad civil que ahora mismo está más preocupada por la pandemia y llena de miedo por el continuo choque informativo casi exclusivo, como si ya se hubieran acabado todos los graves problemas que afectan a la humanidad. Pero de esto podríamos hablar otro día y como nos tienen engañados de la procedencia del virus que nos afecta a todos escapado posiblemente de un laboratorio de Alta Seguridad según el propio exdirector del Centro de Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), Robert Redfield.
La propia Naciones Unidas ha declarado que se ha dejado fuera muchos derechos colectivos de los pueblos Indígenas en la famosa Agenda 2030. ¿Cómo es posible eso? Los pueblos indígenas conservan íntegramente los conocimientos tradicionales para la conservación del medio ambiente y su relación respetuosa con la naturaleza. Claro que hay noticias que no interesan que salgan a la luz o al menos si salen, que no llegue a mucha gente. Esa es la estrategia de muchas políticas en el mundo, incluida la propia Unión Europea. La citada Agenda según el quinto informe sobre la situación de los pueblos indígenas “Derechos a tierras, territorios y recursos” divulgado por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU (DESA), afirma rotundamente que la Agenda no reconoce plenamente los derechos colectivos en relación con las tierras y los recursos o con la salud, la educación, la cultura y las formas de vida. Es decir, tachan a los pueblos originarios del Desarrollo Sostenible cuando ellos desde hace miles de años nos están dando la lección de sostenibilidad en sus vidas. ¿Vamos a darles lecciones ahora nosotros? Y mientras, permitimos que empresas europeas o multinacionales sigan expropiando los recursos de terceros países incumpliendo muchas veces los derechos humanos y el respeto por nuestro planeta.
Hasta que no se tomen medidas urgentes y de carácter inmediato de vigilar las acciones que realizan las empresas fuera de los países “desarrollados”, la Agenda 2030 solo se habrá convertido en el pin para llevar en la chaqueta de nuestros dirigentes vacíos de compromiso.
La ONU afirma que los proyectos de desarrollo que van en detrimento del medio ambiente socavan los derechos de los indígenas al progreso y la seguridad, al margen de amenazar sus territorios y recursos. No se pueden declarar zonas protegidas expulsando a los nativos de las tierras y quitándoles su sustento. El respeto por los pueblos originarios es nulo en la mayoría de los países del mundo. Se han incrementado los conflictos en sus territorios, así como las agresiones y violencia que quedan impunes contra los indígenas defensores de sus derechos y del medio ambiente.
La FAO nos advierte que “el 28% de la superficie terrestre del planeta, incluidas algunas de las zonas forestales más intactas a nivel ecológico y con mayor biodiversidad, son gestionadas principalmente por pequeños campesinos y comunidades locales indígenas. Estos bosques son cruciales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y para la conservación de la biodiversidad”, y sin embargo, los hemos excluido de la Agenda 2030. Qué vergüenza. Ya lo vimos en la COP 25 en Madrid, donde las comunidades indígenas no pudieron exponer la situación de sus pueblos a los que estaban discutiendo la toma de decisiones contra el cambio climático, y se tenían que manifestar en la calle o apartados muy lejos de la zona VIP de la COP25.
Existen muchos ejemplos que son silenciados por la Comunidad Internacional sin darles importancia, pero que sin embargo, están ocurriendo de una forma masiva sin que se haga nada por evitarlo. El pasado 17 de marzo de 2021 fue asesinada en Colombia la Alcaldesa indígena María Bernarda Juajibioy, del Cabildo Camentza Biyá en Colombia. La salieron al paso cuando iba por el camino con su hija y dos nietas. La mataron a tiros a ella y a una de sus nietas de solo un año y cinco meses de edad, quedando heridas de bala su otra nieta de 9 años y su hija Paola de 22.
En Honduras la última víctima conocida ha sido Juan Cerros Escalante, dirigente indígena Lenca y ambientalista. Las balas también acabaron con su vida. Era el Coordinador de las Organización de Comunidades Unidas y luchaba contra la instalación de proyecto hidroeléctrico “El Tornillito” sobre el río Ulua, una obra que amenaza con desaparecer gran parte del territorio municipal de Chinda y desplazar a cientos de familias. De acuerdo con un reciente informe de Global Witness “Defender el mañana”, Honduras en 2019 se posicionó como el quinto país más letal del mundo para quienes defienden la Tierra y los bienes comunes. Un total de 26 personas defensoras han sido asesinadas que sean conocidas en los dos últimos años. 150 en la última década.
El pasado 22 de febrero, la relatadora especial Mary Lawior, presentó ante el Consejo de Derechos Humanos un informe titulado “Última advertencia: los defensores de los derechos humanos, víctimas de amenazas de muerte y asesinatos”. En Costa Rica, país que se supone que está abierto a la protección del medio ambiente, sin embargo, también son asesinados defensores de la naturaleza. El último que se conozca, el defensor y líder indígena Sergio Rojas. Solo en América latina, entre 2015-2019 fueron asesinados 933 personas defensoras del medio ambiente. Y solo han sido las conocidas, sin contar las heridas o expulsadas de sus tierras.
Survival International denuncia el acoso del pueblo Jenu Kurubas en el Parque Nacional de Nagarhole que han sido expulsados de sus tierras al tener su hogar en una reserva de tigres, enfrentándose a las expulsiones ilegales y al abuso en manos de guardabosques donde se les tortura e incluso disparan contra ellos. Mientras este pueblo venera y considera sagrado al tigre, a ellos les expulsan de sus tierras y la abren a los turistas. Como dice Survival, este es un ejemplo de conservación racista que ocurre también en otros lugares del mundo.
La ONU reconoce que los pueblos indígenas sufren cada vez más presión y violación de sus derechos humanos, pese a tener un papel crucial contra el cambio climático. La FAO insta a los financiadores climáticos, al sector privado y la sociedad civil a invertir en iniciativas que fortalezcan el papel de los pueblos indígenas y tribales en la gobernanza forestal y exhorta a reforzar los derechos territoriales comunales, compensar a las comunidades indígenas por su trabajo en el servicio ambiental y facilitar el manejo forestal comunitario. Y sin embargo Europa no los tienen incluidos como esenciales en la Agenda 2030 y permiten que multinacionales europeas arrasen los recursos naturales sin tener un control de sus actividades para que sean sostenibles.
Este es el panorama en el que nos enfrentamos ante el cambio climático y los famosos 17 objetivos de Desarrollo Sostenible. Es patético y a su vez indignante. Yo lucía al principio, muy al principio el pin circular de muchos colores que hoy llevan en sus solapas algunos políticos. Hoy ponérmelo para mí es una vergüenza y un insulto a la sociedad civil. Es traicionar a los que defendemos la naturaleza con todo nuestro corazón, es insultar a los pueblos originarios que han quedado fuera de las miradas políticas que de todas formas son nulas para la estabilidad de nuestro planeta.
No sé lo que tiene que ocurrir para que las naciones se preocupen del bienestar mundial. Pero de esta forma seguimos caminando hacia nuestro propio olvido como entidad humana, como especie incluida en el mismo engranaje de la vida.
Por ello, desde estas páginas quiero dar un homenaje merecido a todos los pueblos indígenas, a todos los defensores de la naturaleza que en primera línea trabajan por la conservación de nuestro planeta a sabiendas que en cualquier esquina, un sicario esperará en la nocturnidad de su cobardía para acabar con su vida. ¿Hasta cuándo?