Por José María Sánchez Ródenas
Los antecedentes
La decisión de Pablo Iglesias de salir del gobierno, abandonando la vicepresidencia segunda, tiene como antecedentes las tensiones crecientes que, desde la campaña de las elecciones catalanas, el mismo ha venido provocando en el seno del gobierno de coalición, manteniendo un pulso con Pedro Sánchez, con una estrategia calculada de ocupar en el gobierno el espacio de la izquierda e intentando marcarle la agenda social y económica.
Evidentemente, a nadie se le escapa que a pesar del malestar que en las filas socialistas del gobierno venía generando la oposición interna que conllevaba la actitud de Pablo Iglesias, la aprobación de los presupuestos, el horizonte de la llegada de los fondos europeos y la manifiesta debilidad de Unidas Podemos en los sondeos, permitía a los socialistas afrontar estas tensiones internas con la tranquilidad de poder agotar la legislatura, esperando el momento oportuno para romper el pacto de Gobierno antes de finalizarla.
En este contexto, Pablo Iglesias podía permitirse «tensar la cuerda» sin peligro de que pudiera romperse el gobierno de coalición. El PSOE necesitaba a Unidas Podemos y él no contemplaba en ningún caso la ruptura del gobierno, lo que supondría poner en la calle a los más de 200 asesores contratados por el gobierno y que de hecho representan la única estructura orgánica territorial de la que ahora mismo dispone Unidas Podemos.
Sin embargo, a día de hoy existen factores derivados de los últimos acontecimientos que pueden haber influido en un posible cambio en la estrategia del PSOE a medio plazo, lo que sin duda ha podido forzar la salida de Pablo Iglesias del gobierno.
Las claves
Hay tres factores, concatenados, a tener en cuenta en un posible giro en la estrategia política del PSOE respecto a la estabilidad del gobierno de coalición:
En primer lugar, el «factor catalán». La «ineficaz por insuficiente» victoria electoral de Salvador Illa en las Elecciones Catalanas, después de la apuesta personal de Pedro Sánchez y la implicación personal de Iván Redondo en la campaña del exministro, no han tenido el resultado esperado al fracasar la- estrategia de forzar a Esquerra Republicana a formar un tripartito con el PSOE y Los Comunes, y sólo ha servido para consolidar un futuro gobierno independentista con mayoría en escaños, y ahora también en votos populares. La trascendencia de los resultados electorales en Cataluña en la estabilidad del gobierno resulta de vital importancia, por cuanto pone en cuestión el futuro apoyo de Esquerra Republicana, que puede radicalizarse adoptando una estrategia de oposición al gobierno semejante a la que ha venido manteniendo Junts per Cat, a lo largo de la legislatura.
En segundo lugar, el «factor murciano». El reciente «fiasco» de la Moción de Censura en la Región de Murcia pactado por PSOE y C´s, para desbancar al PP al frente del gobierno regional, ha dinamitado, la estrategia del PSOE para cerrar una alianza con C´s en el Congreso de los Diputados, girando al centro para intentar superar la posible oposición futura de Esquerra Republicana de Cataluña.
En tercer lugar, el «factor madrileño». La convocatoria electoral en la Comunidad de Madrid supone para el PSOE un test fundamental, por la importancia del gobierno de Madrid en el contexto de unas futuras elecciones generales, de forma que su estrategia política a medio plazo puede depender de los resultados en las elecciones a la Asamblea de Madrid. Desvanecido el papel arbitral de C´s al encontrase en un claro proceso de descomposición, tras sus últimos fracasos y el acoso del PP, si se cumplieran los pronósticos y el triunfo de Isabel Díaz Ayuso, aglutinando el voto de VOX, alcanzara la mayoría absoluta, se abriría una posibilidad real, largamente auspiciada por José María Aznar, que podría suponer la unidad de la derecha con el horizonte puesto en las próximas elecciones generales, algo que propiciaría la refundación del PP, para superar el estigma de la corrupción, y permitiría el blanqueo de la extrema derecha de Vox, surgida del ala radical del PP.
La suma de estos tres factores podría estar pesando en un posible cambio de estrategia del PSOE de cara a las próximas elecciones generales. Las dificultades para mantener a medio plazo una mayoría parlamentaria que permita la estabilidad del gobierno, el hartazgo por las continuos conflictos y contradicciones derivadas de las posiciones públicas de Pablo Iglesias, la imposibilidad de un giro al centro al no poder contar con el apoyo de C´s, inmerso en un acelerado proceso de descomposición, y la sombra verosímil de la unidad de la derecha, podrían estar influyendo en contemplar la posibilidad de no agotar la legislatura, y abordar un adelanto electoral a lo largo de 2022, capitalizando la marcha de la distribución de la primera remesa de los Fondos Europeos para la Recuperación.
Consciente Pablo Iglesias de la posibilidad de un adelanto electoral, del que Unidas Podemos sería el primer damnificado, y asumiendo la bajada de su popularidad en las últimas encuestas, que le auguran un más que notable desplome de sus resultados electorales, en unas futuras Elecciones Generales, ha intentado con su salida del gobierno un golpe de efecto que por un lado le permita salir airoso del trance de un futura ruptura del pacto de gobierno propiciada por el PSOE, intentando marcarle la agenda por última vez; y por otro lado, abordar el futuro de Unidas Podemos intentando recuperar la iniciativa política, como oposición de izquierdas.
Así pues, todo parece indicar que la salida de Pablo Iglesias del gobierno, abandonando su tan reivindicada vicepresidencia, encierra varios objetivos planificados:
El primero, sobrevivir como secretario general de Unidas Podemos, ante un eventual revés electoral, pasándole el testigo de la vicepresidencia a la ministra de trabajo Yolanda Díaz, la mejor valorada de los ministros de Unidas Podemos, y a la que nomina como candidata a la presidencia del gobierno en las próximas elecciones generales, planteando una bicefalia en la que él seguiría manteniendo el poder de parlamentaria la secretaria general de la formación.
El segundo, relanzar la refundación de Unidas Podemos, mediante un giro estratégico en el que asumiendo definitivamente su adscripción comunista, facilitaría su fusión con IU, al nominar como candidata a la presidencia del gobierno en las futuras Elecciones Generales a una miembro de IU, Yolanda Díaz. Esta fusión permitiría a Unidas Podemos contar con la infraestructura territorial de IU, una infraestructura de la que Unidas Podemos carece, porque desde su fundación su implantación se circunscribió a las grandes ciudades.
El tercero, movilizar al electorado de Unidas Podemos en la Comunidad de Madrid, encabezando la candidatura a las Elecciones Autonómicas del 4 de mayo, para intentar superar la barrera del 5% de votos que garantice a su formación la presencia en la Asamblea de Madrid, dando la vuelta a las encuestas que cuestionan que Unidas Podemos pudiera alcanzar representación parlamentaria. Lógicamente la estrategia de reflotar el proyecto político de Unidas Podemos, tendría menos virtualidad con un fracaso electoral en Madrid, origen de la formación morada y uno de sus principales bastiones hasta la Asamblea Ciudadana de Vistalegre II, de ahí el interés de Pablo Iglesias de encabezar la candidatura de Madrid.
Finalmente, la propuesta lanzada por Pablo Iglesias, al anunciar su salida del gobierno para encabezar las listas de Unidas Podemos en Madrid, respecto a presentar una candidatura unitaria con Más Madrid, apelando a la unidad de la izquierda, podría suponer un «canto de sirenas» a su otrora compañero Íñigo Errejón, si no fuera porque en realidad no ha sido más que un «brindis al sol», una operación de mercadotecnia política, con el doble objetivo de obtener titulares de prensa y de intentar desgastar, con el demagógico brete de la unidad, la imagen de Íñigo Errejón, al que en el fondo sigue considerando su enemigo natural en el espacio político a la izquierda del PSOE.
Evidentemente, esta propuesta carecía de recorrido y ha sido contestada contundentemente por la candidata de Más Madrid a la Asamblea de Madrid, Mónica García, reivindicándose como mujer y como política y reivindicando el papel de Más Madrid como la única fuerza política que ha llevado una labor visible de oposición a las políticas ultraliberales del PP de Isabel Díaz Ayuso, en lo que va de legislatura. Pero con independencia de los argumentos de Mónica García para rechazar la oferta de Pablo Iglesias, convendría incidir en varios factores capitales para entender que la posición de Más Madrid y por ende de su líder natural Íñigo Errejón, responde no a rencores inconfesables sino a un claro ejercicio de coherencia política.
En primer lugar, porque ya en las Elecciones Generales de junio de 2016, cuando Pablo Iglesias y Alberto Garzón sellaron el «pacto de la cerveza» para que Podemos e IU concurrieran juntos a las elecciones, Íñigo Errejón manifestó sus reticencias al pacto, pronosticando que éste no garantizaba la suma de los votos de ambos partidos por separado, algo que confirmaron los resultados al perder la candidatura unitaria un millón de votos respecto a lo que ambos habían obtenido en la elecciones del 15 de Diciembre de 2015. Con este antecedente, parece evidente que frente a una candidatura conjunta, es posible que los potenciales votantes de Unidas Podemos respondieran bien, pero no así los potenciales votantes de Más País que seguramente no aceptarían una candidatura encabezada por Pablo Iglesias, pasando a la abstención o inclinándose por votar al PSOE. Por tanto, siendo coherentes no parece lógico que desde las filas de la formación de Íñigo Errejón se aceptara un candidatura unitaria. Además, teniendo en cuenta que la matemática electoral en la Comunidad de Madrid, una vez que se supera el umbral del 5% de los votos, el reparto de escaños es prácticamente proporcional, el hecho de que Unidas Podemos y Más Madrid concurran por separado resulta electoralmente irrelevante.
En segundo lugar, Más Madrid no puede plantearse actuar de salvavidas de Unidas Podemos en Madrid, para Más Madrid resulta inaceptable que los intereses personales de Pablo Iglesias y de Unidas Podemos marquen su agenda electoral, porque hoy siguen plenamente vigentes los argumentos que, a principios de 2019, llevaron a Íñigo Errejón a abandonar Podemos y a poner en marcha el proyecto político de Más Madrid, primero, y de Más País posteriormente. Para el electorado que apoyó a Más Madrid en las Autonómicas de 2019, el espacio político que representa una izquierda antidogmática, moderna y transversal, es incompatible con el espacio político que puede representar una izquierda comunista ortodoxa, cargada de dogmatismo y con tics estalinistas en su organización interna.
En definitiva, las profundas diferencias ideológicas y estratégicas entre Más Madrid y Unidas Podemos imposibilitan cualquier tipo de candidatura conjunta o acuerdo preelectoral, sin que esto deba impedir un acuerdo postelectoral de todas las fuerzas políticas de la izquierda para conseguir un gobierno progresista en la Comunidad de Madrid que ponga fin al autocrático desgobierno de Isabel Díaz Ayuso.
José María Sánchez Ródenas es arquitecto