Por supuesto que la hay.
La democracia española ya tiene más de cuarenta años, a los que hay que añadir, otros cuarenta años previos de maduración del proceso. Desde su instauración ha sido plena, y no tiene nada que envidiarle a las de nuestro entorno europeo.
Estamos al día en los niveles de hipocresía, falsa participación, manejo de información, abuso de poder, marrullería, engaño y malversación de fondos respecto al resto de países democráticos del mundo libre; añadimos, además, la malversación de formas, esto es: envolver en la palabra legalidad todo tipo de atropellos y cambio de prioridades..como mandan los cánones.
El pueblo ha decidido, haciendo uso de su democracia plena y siguiendo religiosamente todos los trámites, ceder derechos constitucionales poquito a poco pero con perseverancia: educación, sanidad, pensiones, vivienda, energía, transporte, comunicación..
Por supuesto que hay igualdad, ¡sin ningún “género” de dudas!. Y en ese campo, escribimos despacio y con buena letra… sobre todo despacio.
Esta democracia cohesiona un gran país en su diversidad y sabiamente en su Constitución incorpora el artículo 155, para evitar deshilachados territoriales.
Aquí no hay estafas sino crisis, y tampoco sumisión ante las “recomendaciones”de organismos externos, sino armonización política. No se deja en la estacada a miles de personas que quieren encontrar un futuro para sí y sus familias, y se les da albergue y comida durante unos días dejándolos después en libertad para que encuentren su futuro. Con quienes no tuvieron suerte, cuidadosamente se retiran sus cadáveres y se les da digna sepultura, si no han quedado en el mar.
Aquí se forma a las nuevas generaciones y se les explica que han de esperar el tiempo que haga falta, hasta que escampe la crisis (que no estafa). Les explicamos que son el futuro pero el presente no, para que lo entiendan.
Y todo esto lo han decidido unos pocos ciudadanos, que tienen los cargos a los que han accedido plena y democráticamente, porque así está pensado: confiamos en nuestros próceres.
Pero también en esta democracia plena, a trancas y barrancas, con vacunas o no, con mascarillas o no, con distancia física pero con cercanía social y solidaria, se camina al siguiente estadio evolutivo: la democracia real y directa.
Es la democracia que quiere elegir directamente a tribunales de justicia, a cargos y a legisladores porque entiende que esos poderes son independientes si salen del pueblo directamente y sin intermediarios. Es la democracia que quiere decir sí o no, a todas y cada una de las leyes que se les va a aplicar porque quiere ser responsable de sus decisiones y asumir las consecuencias. La que quiere dejar de perder el tiempo en conseguir derechos a plazos y que, de una vez, la igualdad sea real, de oportunidades, de poder elegir y de poder ser quien en realidad se quiere ser, sin más criterio que el propio.
Hasta tanto se llegue a ese nuevo estadio, efectivamente, en España hay democracia plena.
Aunque quizás, pensándolo mejor, igual lo que hay es democracia plana.