En el artículo anterior se analizaban las razones, actuales e históricas, que puedan explicar el seguimiento masivo de la huelga del sector agrario, secundada por más de 250 millones de agricultores y trabajadores del campo. Se convocó contra los cambios en la legislación agraria aprobada por el Gobierno del primer ministro Narenda Modi y que, desde el pasado 12 de enero, está suspendida en su aplicación por el Tribunal Supremo Indio. Entre tanto, sigue en marcha la protesta masiva y están en huelga de hambre por turnos los principales líderes sindicales del campo. Es de esperar que, mientras está en suspenso la reforma, el comité de expertos que también ordenó crear el Supremo genere un ámbito de entendimiento entre las organizaciones agrarias y el Gobierno.
La reforma agraria de Narenda Modi suspendida por el Tribunal Supremo Indio
Narenda Modi, Primer Ministro de la India y líder del Partido Popular Indio, so pretexto de sacar al mundo rural del estancamiento y atraer inversión financiera para modernizarlo, aplica las recetas neoliberales privatizadoras al uso para poner al sector primario en manos del mercado global. Como parte de su reforma agrícola, estas leyes también permitirán a los comerciantes o intermediarios almacenar alimentos. El acaparamiento de alimentos con el fin de obtener ganancias es un delito en la India. Al menos lo era. Una consideración muy sensata tratándose de un país tan densamente poblado y que ha conocido no pocas hambrunas. Además, la sequía y demás cambios medioambientales está minando las cosechas.
Las recetas neoliberales para el mundo agrario de la India responden a los beneficios de los inversores antes que a las necesidades de la gente. En otros lugares del mundo ya han provocado la ruina ambiental del campo y de los pequeños agricultores, trayendo monocultivos, sobredosis de plaguicidas y fertilizantes, concentración, desabastecimiento, escalada de precios, hambrunas y revueltas. Esto es lo que ha llegado a la India de la mano del Partido Popular Indio y su visión etnocentrista excluyente.
Con la eliminación gradual del control de precios mínimos garantizados por el Estado y la supresión de mecanismo de regulación existentes, solo queda la liberalización y el agronegocio como prioridades. Es decir, la perspectiva de los grandes intereses corporativos que abarca intereses muy diversos dentro y fuera de la India. Los mercados controlados irán cayendo. La India está pendiente de un hilo. El pequeño y mediano agricultor, herniado ya por las deudas y la dureza de las condiciones actuales, tendrá que competir con la volatilidad de los precios del mercado mundial.
Por otra parte, la situación del campo Indio es una bomba de relojería desde el punto de vista social. El cambio climático, el precio de los combustibles y la situación internacional también impactan allí. Si el campo es cada vez menos rentable y no produce lo suficiente para una población creciente, la tensión acumulada es mucha. Las nuevas generaciones también emigran a las ciudades en este país, generando abandono rural y cinturones de pobreza extrema en las ciudades donde se asientan los que huyen del campo.
La falta de un proyecto de desarrollo sostenible e inclusivo para todas las partes implicadas en el sector agrario de la India obstaculizó desde los años 90 el desarrollo del mundo rural. Para algunos analistas el desafío de la cuestión agraria arranca desde la misma independencia de la India, hace ya más de 70 años. Entre tanto, los problemas descritos se han agudizado y el campo ha languidecido hasta poner en riesgo su productividad y obligando a importar del exterior a precios altos.
La estrategia de las élites indias representadas por el Partido Popular Indio viven de espaldas al campo igual que las clases medias urbanas. Se ha esperado a que la situación fuera explosiva para imponer los esquemas de las grandes corporaciones y la agroindustria aplicadas en los demás lugares del mundo.
Con la reforma agraria del gobierno suspendida por el Tribunal Supremo, los mercados agrícolas están aún regulados por los estados, en los que se divide la India, por la Ley del Comité de Comercialización de Productos Agrícolas (APMC). En cada estado este comité define la salida al mercado de los agricultores indios a través de los casi 7.000 “mandis” o mercados mayoristas. El funcionamiento es desigual, pero la actividad está regula por el gobierno y en los mandis la venta se produce mediante precio de salida y subasta, gestionada por comisionistas que median entre los agricultores y los comerciantes.
El mundo agrario en la India es tan variado y complejo como lo son su clima y sociedad. El campo Indio no es una realidad homogénea ni lo son los que ahora protestan ante las reformas. Antes de las protestas, los agricultores (57% según New Indian Express) tampoco estaban satisfechos con el sistema vigente de venta por subasta en los mandi. Hay estados que funcionan mejor que otros. Pero en todos los comisionistas explotan el sistema en favor de los mayoristas y comerciantes que acuden para comprar. La fijación de precios y la negociación no resulta transparente y facilita la colusión entre comerciantes y comisionistas intermediarios. Esto genera cartelización e intereses monopolísticos que acuerdan precios de compra ─a la baja─ de antemano y por fuera del circuito. Debido a las malas infraestructuras de los mandis (corrupción, lentitud, burocracia, e instalaciones deficientes), a los productores se les detrae, por comisiones, créditos, y tasa, entre un 5% y 20% del precio de venta. Además, los pagos a los agricultores se retrasan hasta incluso cincuenta días. Para cubrir sus gastos, durante la demora en el pago, el agricultor ─que en su mayoría carece de financiación propia─ depende del crédito por parte del mismo agente que comercializa sus productos, o de los prestamistas locales.
Ante este panorama y pese a la diversidad de tipologías de agricultores, cultivos y circunstancias, todos se sienten presos entre el modelo deficiente de los mandis, que ya conocen, y el nuevo modelo que pretende instaurar el gobierno. Por eso es que ambas partes han de sentarse a negociar.
Qué piden los campesinos y sus organizaciones agrarias
Viendo que los que se oponen a la reforma del Gobierno no son una realidad homogéneos, ¿cuáles son las reclamaciones que hacen los representantes sindicales de los campesinos y trabajadores del campo?
- Inclusión de garantías para que los pagos a los agricultores se efectúen en un plazo máximo de los tres días hábiles que marca la nueva legislación.
- Transferencia directa de efectivo de 7.500 rupias (101 dólares estadounidenses) a todas las familias que ganan menos del umbral del impuesto sobre la renta.
- 10 kg de ración de cereales gratis por persona cada mes para todos los necesitados.
- Ampliación de la Ley Nacional de Garantía de Empleo Rural Mahatma Gandhi para proporcionar empleo de los actuales 100 días a 200 días de trabajo en zonas rurales con mejores salarios, y extensión de este programa a zonas urbanas.
- Retiro de todos los cambios en el código laboral contra los trabajadores y las leyes contra los agricultores.
- Detener la privatización de las empresas del sector público, incluidas las del sector financiero. Detener la privatización al estilo neoliberal de entidades de servicios y manufactura administradas por el gobierno en ferrocarriles, manufactura de ordenanzas, puertos y áreas similares.
- Retirar la circular draconiana de jubilación prematura forzada de empleados gubernamentales y del sector público.
- Proporcionar una pensión para todos, restablecer el plan de pensiones anterior y mejorar la EPS 95.5.3. (pacto de pensiones de la India en vigor desde 1995).
El Gobierno del Partido Popular Indio: credo y práctica
Pero, ¿quién está al otro lado del conflicto o de la mesa negociadora? El partido Popular Indio (Bharatiya Janata Party, o BJP) se considera la encarnación de los valores sociorreligiosos de la mayoría hinduista. Apoyándose en organizaciones territoriales étnico religiosas ─que sabe cómo atizar─, saca partido de los conflictos existentes. Su programa pivota sobre un exclusivismo hinduista y que puede acabar con el equilibrio de la India vista «como unidad en la diversidad». (*) Mario López Areu. Revista CIDOB d’Afers Internacionals. «El populismo hinduista de Narendra Modi: reimaginando la nación india».
Buena prueba de este etnopopulismo del Partido Popular Indio es la polémica Ley de Enmienda de Ciudadanía (CAA, por sus siglas en inglés). La nueva norma permite atribuir la nacionalidad india a los refugiados de Afganistán, Bangladesh o Paquistán, pero siempre que no sean musulmanes. Esta discriminación religiosa margina a más de 150 millones de ciudadanos indios de ascendencia musulmana. Todos son estados vecinos, con los que la India tiene algún conflicto territorial o por las condiciones de las minorías hindúes. Con Modi la India apunta a convertirse en una nación de partido único, netamente hindú y excluyente, con fuertes ambiciones neoliberales en todo lo demás.
Recientemente, el impulso racista perseveró hasta el delirio al promulgar, en el estado de Uttar Pradesh, una ley que castiga con penas de diez años de cárcel «los matrimonios interreligiosos cuya intención es cambiar la religión de la mujer». Es lo que se conoce como la ‘yihad del amor’, una teoría conspirativa por la que acusan a los hombres musulmanes de engañar a mujeres hindúes para convertirlas al islam. Esta paranoia circula desde hace años entre sectores del extremismo hindú, pero ahora, por primera vez se hace ley bajo un gobierno populista. Otros estados gobernados por el gubernamental BJP de Modi ─como Madhya Pradesh, Haryana o Karnataka─ han anunciado ordenanzas similares.
El BJP ha avivado la discusión entre las dos visiones contrapuestas sobre la identidad de la India: la que ve una India laica y sincrética o la que anhela una India basada en la supremacía del hinduismo.
Según la visión más escorada hacia el etnocentrismo, los hindúes actuales descienden de los padres védicos, que desde la antigüedad ocuparon el área geográfica del subcontinente indio. Religión, tierra y raza. Incluso el lenguaje (hindi, y antes el sánscrito) serían pilares de la identidad hindú. El tríptico completo es: «hindu, hindi, e Hindustán». Lo que no sea hindutva estorba a ojos del nacionalismo hindú. Otras costumbres o rituales distintos pueden ser tolerados, pero deben guardarse para la vida privada. En la esfera pública se debe mostrar lealtad a los símbolos hindúes (Jaffrelot, 2007, p. 15).
El desafío humano, alimentario, comercial y ambiental que tiene la India en el campo afecta directamente a la mitad de su población. Una visión únicamente hindutva no facilita la inclusión de todos en la gestión de su escenario de diversidad multicultural y multiétnica. No ayuda a conquistar el futuro de 1.392 millones de habitantes el enrocarse como un pueblo ancestral elegido por un dios (allá en 2.000 AC), que concede derechos sobre la tierra y asigna un poder vicario a una etnia concreta para establecer un orden (social y personal) por el que algunos son “más” que otros. En un país con tan antigua historia, donde lo ancestral y trascendente lo sienten todos a su manera, lo relativo a Dios no debe diferenciar a nadie en forma de exclusión o demérito. Lo ancestral y lo diferencial enriquece una sociedad. Pero no puede ser fuente de exclusiones o derechos de unos sobre otros, porque en sus propios términos de “ancestralidad”, siempre se puede encontrarse un pueblo anterior al que sería más “derechohabiente” y «de un origen aún más puro». ¿Dónde vamos en pleno siglo XXI con este tipo de pensamiento en el dialogo entre los pueblos?
El etnocentrismo y la exclusión del otro por considerarse anterior y mejor, por razones históricas y/o derecho divino, no es solamente un problema de aquellas latitudes. Se repite y está detrás de muchos conflictos en el mundo.
Al leer y profundizar sobre la India también se descubren paralelismos con España. Aquí también hay una pugna entre las dos Españas. Por un lado, la que quiere hacer ─desde la diversidad─ un país laico, sincrético, plurilingüe y plurinacional y con ganas de abrirse más al mundo. Mientras que por el otro lado está la visión de una España católica, excluyente, monolítica y unilingüe abanderada por la élite que quiere conservar sus privilegios. Esta última visión, ensimismada, conservadora para aquel que le va bien, cuando pierde el poder en el juego parlamentario tras unas elecciones, ve ilegítimos a los que se le oponen. Es la España del PP, C’s y VOX, que camina hacia atrás. La de los que denostan los cambios, a los perroflautas, a los “coletas”, y a los ‘socialcomunistas-bolivarianos’, etc, porque no han nacido para gobernar y mandar, mientras que ellos si. Para el PP y su cosmovisión, menos ellos, todo lo demás es ilegítimo y antiespaña.
Merece la pena detenerse un momento para constatar que la India está cerca y que tenemos problemas similares. Pero no es el Gran Ganges el que serpentea por Madrid, Barcelona, Sevilla, Coruña, etc. Es la monomanía neoliberal mundial y globalizante que todo lo que riega se seca, sufre y duele. Además del interés de entender mejor lo que pasa en la India, los parecidos que se han buscado aquí solo obedecen al interés de ilustrar lo extendido que está el pensamiento único por todo el mundo y lo poco fértil que resulta definir la vida en términos financieros y economicistas, en mercancía y mercado. No nos confundamos. Lo etnocéntrico es un punto de vista para entenderse y manifestarse como indivíduo o grupo, pero como argumento respecto ‘del otro’ o ‘del distinto’ para discriminar, es tan solo una excusa para conservar los privilegios o el dominio de unos sobre otros.
En la tercera y ultima parte de este análisis seguiremos analizando como se manifiesta en la India este conflicto.
Fuentes:
http://www.cipi.cu/articuloproceso-de-desmonetizacion-de-la-economia-india-repercusiones
https://santandertrade.com/es/portal/analizar-mercados/india/politica-y-economia