Por Daniel Gutman
– El bosque es el principal recurso del Chaco, la inmensa llanura que comparten Argentina, Bolivia y Paraguay. Y cómo aprovecharlo de manera sostenible es la pregunta más difícil. Dos centrales eléctricas a base de biomasa forestal, recién inauguradas, dan una respuesta posible, aunque no exenta de controversia.
Los emprendimientos están en el noreste argentino y generan electricidad con los residuos de la producción del tanino, un extracto de la madera tradicionalmente usado para curtir cueros.
El tanino tuvo su auge en el comercio internacional a principios del Siglo XX y luego entró en decadencia, pero en los últimos 15 años la investigación abrió la puerta al desarrollo de nuevas aplicaciones en rubros como la producción animal y fabricación de papeles y cartones, en sustitución de aditivos químicos.
“La mayor amenaza para los bosques nativos es hoy el desmonte para la producción agrícola, pero en otras épocas lo era el uso irracional de la industria forestal, que sigue siendo uno de los principales generadores de empleo en la provincia”, dijo Luciano Olivares, subsecretario de Desarrollo Forestal de la provincia argentina del Chaco.
“Por eso entendemos que utilizar el descarte de la producción del tanino para producir energías renovables es una solución amigable con el ambiente, especialmente en una provincia como la nuestra, que tiene la mitad de sus 100 000 kilómetros cuadrados cubiertos con bosque nativo”, agregó a IPS por teléfono desde Resistencia, la capital provincial, a casi 1000 kilómetros al norte de Buenos Aires.
Las centrales fueron inauguradas el 2 de diciembre con la presencia virtual, desde Buenos Aires, del presidente argentino, Alberto Fernández, quien las celebró con un buen ejemplo del camino “que tenemos que construir” a la salida de la pandemia.
Los índices de pobreza del Chaco siempre han estado entre los más altos de este extenso país de 44,5 millones de habitantes del Cono Sur americano. Por la pandemia se han agravado dramáticamente y hoy se acercan a 50 por ciento de la población provincial, de 1,1 millones de personas.
El presidente señaló que el aprovechamiento sostenible del bosque puede contribuir tanto a “una mejor distribución del ingreso”, como a “la posibilidad de producir utilizando energías renovables”.
El negocio de la generación eléctrica fue emprendido por dos compañías con más de 100 años de historia en la extracción de tanino del quebracho colorado (Schinopsis balansae), el árbol característico del Chaco, célebre por la dureza y la calidad de su madera.
Unitán, según se informó, invirtió 18 millones de dólares en la construcción de su central eléctrica, que tiene una potencia instalada de 6,6 megavatios (MW). La de la otra compañía, Indunor, costó 25 millones y puede aportar 10 MW al sistema nacional, salvo la parte destinada a abastecer el propio consumo de las plantas.
Se trata de dos de las empresas privadas más importantes en una provincia donde abunda el empleo público y la asistencia social. Ambas están fuertemente ligadas a la vida de las dos pequeñas localidades donde se ubican sus plantas industriales: Puerto Tirol y La Escondida, respectivamente.
El tanino se obtiene sumergiendo la madera triturada en agua caliente, en una forma similar a la que se prepara un té. El residuo de la madera es lo que es enviado a una caldera, donde genera vapor de alta presión que pone en funcionamiento a una turbina y produce electricidad.
“En el Chaco argentino hubo un proceso deforestador brutal a principios del Siglo XX, que tuvo que ver con la industria del tanino y con la provisión de durmientes para la expansión del ferrocarril. Eso se frenó en la década de 1940, entre otras cosas porque aparecieron productos químicos más efectivos que el tanino para el curtido de cueros”, explicó Adrián Zarrilli, profesor de la Universidad Nacional de Quilmes y especializado en historia ambiental.
Zarrilli es crítico de que hoy se utilicen quebrachos para la producción de electricidad. “Entiendo que en el Chaco pueden desarrollarse modelos sustentables de desarrollo como el manejo integrado del bosque con ganadería. Pero cortar lo poco que queda del bosque nativo para producir tanino, producto que es reemplazable, y luego generar electricidad con los residuos, me parece irracional”, explicó en Buenos Aires.
Desde las empresas, sin embargo, aseguran que su actividad, lejos de ser perjudicial para el ambiente, contribuye a la regeneración de los bosques nativos del Chaco. Esta ecorregión concentra el grueso de la deforestación de Argentina, que en el período 2014-2018 fue de 179 000 hectáreas anuales, según datos oficiales.
Michele Battaglia, presidente de Indunor, dijó a IPS que “tenemos dos fuentes de quebracho para nuestra fábrica. Una, lamentablemente, es el desmonte que generan productores agropecuarios. La otra es el manejo sustentable de los bosques”.
Battaglia, descendiente de una familia italiana que comenzó en el negocio de los extractos vegetales en 1854 y llegó a Argentina en 1925, explicó que “en el Chaco extraemos solo cinco toneladas de quebracho por hectárea, de las entre 70 y 100 disponibles”.
“Sacamos los árboles más grandes para que los chicos tengan espacio para crecer y no pierdan energía en competir entre ellos”, detalló desde La Escondida por teléfono.
Battaglia asegura que “en contra de lo que dicen los militantes ambientalistas, un bosque que no se toca en el Chaco se vuelve demasiado cerrado y retiene menos carbono y menos agua que un bosque bien manejado. Por eso lo mejor es manejarlo. En el Chaco tenemos la oportunidad de hacer una revolución social, económica y ambiental, si generamos actividad económica con los bosques que hoy están subutilizados”.
El vicepresidente de Unitán, Ariel López Mato, también destacó a IPS la generación de electricidad “como otra manera de producir ingresos cuidando el ambiente”.
Además, resaltó el nuevo valor del tanino, que ahora tiene su principal uso como un antibiótico natural para vacas, cerdos y pollos, animales cuyas infecciones usualmente se trataban con óxido de zinc.
“Son muchos los usos que se le puede dar el bosque, especialmente si se utilizan los residuos de los procesos industriales, en el marco de lo que hoy se llama energía circular. Ahora estamos experimentando con la utilización de las cenizas de la madera como reemplazante de la cal en la fabricación de ladrillos y la reparación de caminos”, agregó López Mato desde Puerto Tirol, también por teléfono.
Sin embargo, organizaciones ambientales no están convencidas de la racionalidad de que hoy se sigan cortando quebrachos para seguir adelante con el negocio del tanino, que hace décadas atraía a docenas de empresas, de las que hoy solo subsisten Unitán e Indunor.
“Si estas empresas tuvieran cientos de miles de hectáreas de tierras propias en las que cortaran quebrachos que ellos mismos plantaron hace 50 o 100 años sería una cosa. Pero la casi totalidad de lo que entra en las tanineras viene de campos privados o reservas indígenas, en las que así se estimula el desmonte”, dijo a IPS el físico Riccardo Tiddi, desde Resistencia.
“Consumen muchas toneladas de quebracho por año y la mayor parte la compran a terceros, con lo cual las empresas no se hacen responsables del origen del material”, agregó este especialista de origen italiano que vive hace años en la provincia y forma parte de Somos Monte Chaco, un colectivo ambiental formado por campesinos e indígenas.
Según datos oficiales, durante 2019 en la provincia se perdieron 12 648 hectáreas de bosque nativo, 52 por ciento con permisos aprobados y el resto, de manera ilegal.
De acuerdo a las cifras que suministró a IPS el subsecretario Olivares, desde 2010 se han extraído anualmente unas 350 000 toneladas de madera en la provincia, de las cuales 195 000 se han utilizado para hacer carbón, 10 000 para muebles, 4000 para puertas y ventanas y 44 000 para tanino.