Por Jerónimo Villareal
Esto que tanto nos horroriza, esto que tanto nos espanta e indigna, lo de las cárceles, lo de las vacunas todo esto no es más que un Estado desmantelado; todo esto es la muestra de un Estado que no funciona y que no se duele de sus conciudadanos.
Desarmar al Estado, dejarlo en soletas solo causa mayor inequidad y por ende más violencia. Desarmar el Estado es una trampa que le funciona muy bien a unos pocos y muy mal a casi todos. Esto es lo que muchos bien pensantes piden y pregonan, por ignorancia la mayoría o porque les conviene.
No existe empresa, fundación, caridad, teletón que pueda reemplazar al Estado, en su labor de trabajar por el bien común. Y cuando hablo de Estado lo pienso descentralizado, democrático, justo, ágil, ciudadano, comunitario, sensible, diverso. (Y ponga aquí todos los adjetivos positivos y necesarios que se le ocurran). Puede sonar ridículo, lo sé, pero por qué no pensar que es posible?
Ahora, la verdadera gestión de este último gobierno ha sido desmantelar el Estado, hacer que no sirva para vendernos que no sirve, que no es más que la estrategia que utilizan siempre, aquí y en cualquier parte del mundo, aquellos que donde deberían ver servicio ven ganancias, donde deberían ver personas, ven monedas. Todo este horror que vemos y sentimos, toda esta desesperanza, todo este absurdo que las noticias y sus ungidos periodistas intentan cubrir y descontextualizar son el fruto de este miserable trabajo.
Pero todo este horror, por supuesto, no nace de allí y claro, tampoco se resuelve con una elección. Este sistema está llegando a niveles de violencia, física, económica, sexual y de todo tipo intolerable. Hay tanta gente en la calle, hay tantas familias que ruegan por comida. Tantos niños, y tantos ojos y tantos corazones -los nuestros- que se han endurecido tanto, que ya nada nos duele ni sorprende.
Paremos un poco, mirémonos y preguntémonos que tiene que ver todo esto conmigo y empecemos a respondernos, primero personalmente y luego mirándonos a los ojos unos con otros. Y si nada me es ajeno, si llego a ese lugar, empecemos a tomar el camino en nuestras manos, a construir, empezando con el que está a mi lado, un mundo más humano.