La bióloga molecular Margarita Salas, una de las más importantes científicas españolas de todos los tiempos, contaba que hubo una época en la que, pese a haber iniciado ya su carrera científica, algunos colegas se referían a ella como ‘la mujer de Eladio’. «Supe lo que era ser discriminada o, es más, ser invisible», declaraba. Algo que, aunque pueda parecer una anécdota, está lejos de ser una excepción. Es más, esta ‘invisibilidad’ ha sido una norma no escrita en la trayectoria científica e investigadora de muchísimas mujeres.
Combatir esta invisibilidad de las científicas es una de las razones que motivan la celebración del Día Internacional de la Niña y la Mujer en la Ciencia cada 11 de febrero. Un día en el que reivindicamos la necesidad de fomentar referentes femeninos en la investigación y en el ámbito tecnológico, para romper estereotipos y promover vocaciones científicas entre las jóvenes.
Conseguir que más mujeres encaminen su futuro hacia la ciencia implica también aumentar las posibilidades de impulsar una investigación con perspectiva de género. De manera que se avance hacia una ciencia de más calidad, más completa y que beneficie al conjunto de la sociedad (mujeres y hombres). Como afirma Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, con ello “la humanidad solo puede salir ganando, igual que la ciencia”.
El reto no es pequeño ni será sencillo de alcanzar. Según el informe Científicas en Cifras, el porcentaje de mujeres investigadoras en España se sitúa en el 39%. Es cierto que representa un avance de ocho puntos porcentuales respecto a dos décadas atrás, pero, si mantenemos ese ritmo de crecimiento, el objetivo establecido por la Estrategia del Espacio Europeo de Investigación de que la mitad del personal científico en Europa sean mujeres se alcanzará en 2045, quince años después de lo previsto. Y eso si se mantiene el crecimiento actual, porque desde 2009 el porcentaje está estancado en ese 39%.
Un 7,6% de referentes femeninos en los libros de secundaria
Hay otros datos que también resultan preocupantes. Por ejemplo, según diferentes estudios, los libros de texto utilizados en la educación secundaria, precisamente en una etapa educativa en la que comienza a determinarse el futuro académico, y por tanto laboral, apenas contienen un 7,6% de referentes femeninos, o solo un 12% de las citas académicas corresponden a mujeres.
El salto a las universidades, donde se genera el 70% de la investigación en España, no mejora la situación. De hecho, pese a que las mujeres suponen el 57% del estudiantado total, en los grados STEM (por las siglas en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) la matriculación femenina apenas alcanza el 28%. Unos datos que suponen un retroceso. Por citar un ejemplo. Hace solo dos décadas, las mujeres representaban más del 60% del alumnado matriculado en matemáticas, un porcentaje que ahora no llega al 40%.
Infrarrepresentación en carreras STEM
La infrarrepresentación de mujeres en las STEM sorprende todavía más cuando sabemos que, tanto en la rama de ciencias como en la de las ingenierías, las estudiantes obtienen una tasa de rendimiento (créditos superados sobre los matriculados) hasta seis puntos porcentuales superior a la de los hombres, y una tasa de éxito (créditos superados de los presentados) también mayor.
Esta desigualdad es especialmente preocupante cuando los principales nichos de empleo se encuentran en el sector tecnológico, con una tendencia a incrementarse de manera acelerada en la sociedad poscovid. Por ello, si no mejoramos el porcentaje de mujeres en los ámbitos STEM corremos el riesgo de que se produzca una doble brecha de género: en los estudios y en el mercado laboral.
Son muchas las causas que explican este desequilibrio: los prejuicios y los estereotipos de género que vinculan a las niñas y las jóvenes sobre todo a los cuidados (de ahí la feminización de estudios como Magisterio, Medicina o Enfermería); la necesidad de contar con más ejemplos de liderazgos femeninos en estos ámbitos; las dificultades añadidas por la maternidad, o el sesgo de género en procesos de selección y promoción del personal científico.
La Universidad tiene que reaccionar
Ante esta situación, las universidades tenemos la oportunidad, y el deber, de reaccionar y convertirnos en agentes de cambio para avanzar hacia una ciencia, y por tanto también hacia una sociedad, más igualitaria. Y así lo hemos asumido. Innovatia 8.3; Mujeres con ciencia; Son Pioneras; SUPERA (por las siglas en inglés de Apoyando la promoción de la igualdad en la investigación y la academia); los programas UJI-Lamarr o Girls 4 STEM son algunas de las muchas iniciativas surgidas en los campus españoles para reconocer el papel de la mujer en la ciencia, la tecnología y la innovación y romper así con los estereotipos que frenan las vocaciones de niñas y jóvenes.
Este compromiso con la igualdad también es institucional. CRUE Universidades Españolas cuenta por primera vez con una Delegación de la Presidencia para Políticas de Igualdad, y ha incorporado la igualdad como valor transversal en su reciente estrategia Universidad 2030.
La pandemia ensancha la brecha de género
El objetivo que perseguimos no es otro que el de seguir avanzando en la igualdad de género. Para ello, tenemos la intención de impulsar, en colaboración con los gobiernos –central y autonómicos–, medidas para equilibrar la presencia de mujeres y hombres en las diversas categorías profesionales del Personal Docente e Investigador (PDI); eliminar el sesgo de género en el estudiantado y el Personal de Administración y Servicios (PAS); avanzar en la conciliación corresponsable; corregir la brecha de género en la investigación, y seguir visualizando e impulsando el liderazgo femenino en la investigación, la transferencia y la innovación.
Por ello también, este 11 de febrero de 2021, que se celebra en medio de una pandemia que está ensanchando la brecha de género en la ciencia, reivindicamos seguir avanzando para cumplir con los objetivos que se marcó la Asamblea General de Naciones Unidas para promover la participación plena de las mujeres y las niñas, y contribuir al reconocimiento de las científicas.
No sería razonable, ni inteligente, desperdiciar la mitad del talento de la población mundial y, menos, ante desafíos tan profundos como la transformación digital, la nueva transición verde o el despegue de la inteligencia digital.