En una cancha desnivelada no hay igualdad de derechos ni tampoco igualdad de oportunidades. Mal se puede hablar de democracia cuando la cancha está desnivelada.
El estallido social que vivió Chile el año 2019 tuvo su causa principal en que la democracia que construimos post dictadura no fue capaz de dar adaptarse a los cambios sociales y económicos que el mismo sistema había provocado. Y de esto no se dio cuenta la élite creyendo que por el solo hecho de haber mayor bienestar económico y seguir insistiendo en el crecimiento, bastaba.
Siempre recuerdo que, siendo intendente, respondimos a la solicitud de una junta de vecinos para pavimentar de una población que en invierno era un barrial en el cual ni siquiera se podía caminar. Transcurrido un año, me encontré con esa dirigente y le pregunté si estaba contenta con lo realizado y su respuesta fue: “Ni tanto porque no hicieron “lomos de toro” y los autos pasan muy rápido con el peligro que eso significa para niños y abuelitos”.
Y de esa realidad humana es lo que tiene que hacerse cargo un sistema democrático. Y la única manera de hacerlo es mediante la participación. Solo así se podrá tener una cancha nivelada.
Para mí, la mejor definición de democracia es: “es una forma de organización en que las decisiones son tomadas por las personas mediante alguna forma de participación que otorga legitimidad a las decisiones tanto como a sus representantes”.
Democracia es mucho más que la formalidad de elecciones en que cada voto vale lo mismo para todas las personas. Es una cultura de participación que debe estar siendo permanente legitimada y estar inserta en la cultura de la sociedad. Mientras esto no suceda, los llamados representantes del pueblo podrán desvincularse de la realidad y auto congratularse por sus actuaciones.
La democracia y su componente principal, la participación, no es algo que se enseña el aula. La participación es una forma de relacionarse que se desarrolla en la práctica. Y, al igual que leer, escribir, matemáticas, solo se consolida cuando y se internaliza con el ejercicio diario. Nuestro sistema educacional vertical, jerarquizado y de carácter punitivo, no contribuye a desarrollar hábitos de participación y democracia.
Nuestra experiencia en Fundación Semilla, de observación y trabajo en terreno a nivel de escuelas, nos demuestran que niñas, niños y jóvenes que viven a diario en un ambiente de participación desarrollan mejor convivencia, más aprendizaje, más socialización y más participación. Se crea así un círculo virtuoso con un claro beneficio, tanto personal como social.
Y lo mismo pasa a nivel de sociedad y de país. Por ello tenemos ahora una gran oportunidad: el proceso constituyente. Es una oportunidad única en nuestra historia para que la Constitución nivele la cancha y no se consagren en ella privilegios de manera explícita o por omisión.
Lo que siempre debemos tener presente es que una cancha desnivelada no es democracia.