Por Víctor Piccininni
Una mirada humanista sobre el fin-de-vida y la muerte. Unos pocos párrafos para definir un tema que cubre millones de páginas en la literatura de las diferentes culturas y civilizaciones. Intentemos.
Una mirada, a diferencia del simplemente ver, implica una intención, una acción comprometida con aquello que se observa. Lo que define esa mirada es aquello que la fundamenta, aquello que la sustenta.
Mencionemos algunos principios y valores que sustentan esta mirada humanista sobre el fin-de-vida y la muerte:
- Definimos al ser-humano como un ser integral cuya existencia incluye al menos tres aspectos: físicos, psicológicos y espirituales. Afirmamos que en la muerte física finaliza un ciclo biológico (la vida del cuerpo cesa) y se cierra una etapa psicológica (la biografía), pero la posibilidad de la trascendencia espiritual está latente como parte de un proceso que la conciencia y el conocimiento habitual no pueden apresar pero si pueden sospechar, imaginar, intuir y en algunos casos comenzar a experimentar.
- Esta mirada diferencia el sufrimiento mental del dolor físico y actúa en ambos aspectos diferenciadamente.
- Observa la evolución de la vida como un proceso, con ciclos, ritmos y etapas. Cada etapa tiene significado y sentido. Cada una de ellas cumple una función dentro del proceso vital completo. La etapa del final de la vida física es una de ellas, tan importante como el nacimiento, la niñez o la juventud y debe ser tratada con el mismo afecto, cuidado y atención.
- La mirada humanista rechaza totalmente la concepción materialista que centraliza la vida en el cuerpo o en la capacidad de producir o consumir objetos. Esta mirada anti-humanista desecha y degrada las etapas de la vejez por considerarlas poco “utilitarias”. La vejez no es un gasto que hay que minimizar. El ser humano no es un objeto que se desecha cuando no puede cumplir una determinada función de utilidad a un sistema social dominado por esta visión inhumana de la vida misma. Entonces, un mirada humanista debe exigir al sistema social que destine los recursos suficientes para que todos los centros de salud puedan atender integralmente y con calidad a las personas que transitan el final de su vida.
- Por último, lo esencialmente humano del ser-humano es su intencionalidad siempre lanzada al futuro, la capacidad siempre latente de abrir el horizonte, de transformar su vida, de tomar contacto con lo profundo y esencial de su interioridad, de superar los límites aparentes que le impone la naturaleza, Dentro de esos aparentes limites está la finitud del cuerpo. ¿Por qué habría de detenerse ante este aparente límite si su esencia nos indica exactamente lo opuesto?
Partiendo de estos principios fundamentales que hemos mencionado, ¿cuáles son las acciones que definen esa “mirada humanista” cuando se acerca el final de vida del cuerpo físico?
Son las siguientes:
- Aprender a diferenciar el dolor físico (que puede ser minimizado con la atención médica), del sufrimiento mental (que es reflejo del temor, del apego al cuerpo y a los aspectos más superficiales de la personalidad).
- Comprender y ayudar al cierre biográfico de la persona que está transitando el fin-de-vida físico. Esto significa que existe la necesidad de una reconciliación profunda de la persona consigo misma, con los demás y con la vida en general. ¿Cómo ayudamos a ese proceso de integración y reconciliación que permiten ese cierre biográfico en calma, en paz con uno mismo, con los demás y con la vida?
- Comprender que más allá del ciclo de vida del cuerpo, y del cierre biográfico, existe un tercer proceso que se abre paso y que no depende del cuerpo. Es la posibilidad de la trascendencia más allá del tiempo y espacio habitual. Es la posibilidad de que aquello intangible que da sustento al cuerpo y a la mente, logre unidad y trascienda hacia otros estados evolutivos.
Esta mirada humanista del fin de vida (física) y de la muerte implica una paradoja. Mientras despedimos el cuerpo y cerramos nuestra biografía con afecto y amor, al mismo tiempo, asistimos a la posibilidad del nacimiento espiritual abriendo la posibilidad de la trascendencia. ¡Vaya momento sublime el de la muerte! Cuantas cosas están ocurriendo en el interior de esa persona que acompañamos…
Una mirada que re-significa a la muerte como transición entre tiempos y espacios no sólo modifica todo lo que ocurre en esa persona, sino que transforma todo su entorno familiar y social.
Estamos hablando de un cambio en la mirada que implica un cambio no solo personal y familiar sino también cultural. Salir de una cultura del temor, la negación y el tabú a la muerte para ir avanzando hacia una cultura de la compasión, la reconciliación y la trascendencia.
Esta mirada humanista es transformadora del proceso de morir.
Si actuamos en base a ella, ayudaremos a transformar el sufrimiento mental de esos momentos en compasión y reconciliación, el apego al cuerpo en entrega y gratitud, y la frialdad de la muerte en cálido acompañamiento ante la posibilidad de la trascendencia espiritual.