Por Jorge Molina Araneda y Patricio Mery Bell
«Hay una lucha de clases, de acuerdo, pero es la mía, la de los ricos, la que está haciendo esa lucha, y vamos ganando». Warren Buffett
El neoliberalismo es un modelo económico surgido en la posguerra como una reacción teórica y política contra el Estado de Bienestar. Creado por el economista austríaco Friedrich Von Hayek en 1944 y desarrollado con amplitud desde 1947, a partir de los aportes del monetarista estadounidense Milton Friedman, comenzó a implementarse en 1973, durante el régimen dictatorial de Augusto Pinochet, y en 1976, durante la dictadura militar argentina. Unos años más tarde, fue instaurado por Margaret Thatcher en Gran Bretaña (1979) y Ronald Reagan en Estados Unidos (1980). Luego de propagarse por el resto de Europa y toda Latinoamérica desde finales de la década de 1980, a comienzos de la década siguiente se expandiría a los expaíses socialistas, adquiriendo una hegemonía a nivel planetaria.
Para entender esta hegemonía debemos tener en cuenta que, a comienzos de la década de 1980, los gobiernos neoconservadores de Reagan y Thatcher llevaron a cabo una reorganización ideológica en los sectores neoliberales que resultaría clave. Si anteriormente estos sectores habían apoyado a gobiernos dictatoriales, como en el caso de Pinochet en Chile y la Junta Militar en Argentina, para evitar el denominado «peligro rojo» y la «subversión marxista», la expansión mundial de la globalización neoliberal fue posible debido a que la crisis de la deuda externa obligó a los países latinoamericanos a pedir préstamos a los organismos internacionales de crédito. Los técnicos que formaban parte de esos organismos, principalmente el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), comenzaron a exigir la implementación de férreas políticas de estabilización macroeconómica, en especial en materia de presiones inflacionarias y de las cuentas fiscales y externas, y la realización de reformas estructurales de mercado, como una forma de cobrar los préstamos externos adeudados a los países de América Latina.
Estos ajustes y reformas estructurales, fuertemente alentados por los sectores neoconservadores, apuntaban a una profunda reorganización del Estado y la sociedad orientada por la libre operación de los mercados. Sus objetivos eran la destrucción del Estado, a través de políticas de privatización de empresas estatales, la desregulación de los mercados internos, la apertura radical de las economías al capital transnacional y la contracción del gasto público social.
Características estructurales del Neoliberalismo
La acumulación mundial centralizada ha propiciado la concentración de capital, poder, riqueza y conocimiento en manos de una delgada élite en el terreno transnacional y nacional.
-Financiarización de la economía mundial:
La canalización de ingentes cantidades de ganancias, ahorros y fondos hacia la inversión financiera, principalmente bajo pautas especulativas, configura una fuente apetecible de ganancias ficticias. Remesas fabulosas de dinero fueron canalizadas mediante complejos instrumentos financieros y estrategias como la titularización, securitización y bursatilización para generar una impresionante burbuja financiera especulativa. Las grandes corporaciones canalizaron sus ganancias hacia la inversión financiera, y no tanto a la inversión productiva o el financiamiento a la innovación, con el señuelo de acceder a ganancias extraordinarias. Los países periféricos han sido partícipes del proceso de financiarización mediante el encarrilamiento de ganancias, fondos soberanos, fondos de pensiones y ahorros hacia fondos de inversión inmersos en estrategias especulativas del capital financiero, que prometían ganancias prontas y abundantes, pero sin tener sustento en la economía real. El sistema financiero internacional colapsó, al punto en que el crédito entre los propios segmentos e instancias del capital financiero quedó pronto empantanado.
-Sobreproducción y subconsumo: La expansión capitalista generó una enorme capacidad de producción derivada de la ampliación de cadenas globales de producción, la incorporación de abundantes recursos naturales baratos y la sobreoferta de fuerza de trabajo barata. Sin embargo, uno de los soportes de este boom fue la contención y disminución real de los salarios, lo cual repercutió en un desplome de la capacidad de consumo masivo. Esto derivó claramente en una crisis de realización. El cúmulo de mercancías no tenía salida inminente en el mercado vía consumo. El recurso al crédito dinamizó el consumo, pero pronto sucumbió bajo los recovecos de la fínanciarización. El control de las grandes corporaciones transnacionales en la producción industrial, la agricultura y los servicios produce concentración y transferencia de riqueza, concentración y destrucción de capital y concentración de ingreso y expansión de la pobreza, además de que sus operaciones corporativas devastan el medio ambiente puesto que sus requerimientos en términos de cantidad y de tiempo atentan en contra de la capacidad de renovación de la materia natural, y arroja como resultado contaminación, devastación, erosión y deterioro. La mayoría de las veces se trata de daños irreversibles.
-Sobrexplotación del trabajo y exclusión social: Para el neoliberalismo la única crisis que tiene relevancia es cuando se presenta una caída general en la tasa de ganancia, porque significa una crisis del proceso de valorización, es decir, una fractura en las dinámicas de financiamiento, inversión, producción, distribución y consumo. Poco importan las diversas expresiones de crisis humanitaria, como la pobreza, desempleo, hambrunas, enfermedades, que son tomadas como daños colaterales, que eventualmente pueden resarcirse cuando se recomponga el ciclo natural de los negocios. La sobreexplotación del trabajo significa no sólo la contención salarial y el empobrecimiento familiar, sino también la exposición a riesgos y peligros laborales, el desgaste prematuro de la fuerza laboral y la posibilidad de ser despedido y excluido de la órbita de la producción y el consumo. Sin embargo, bajo el influjo del capitalismo neoliberal se han recrudecido los problemas sociales, al punto en que se pone en riesgo, cuando menos en vastas zonas del planeta, la existencia y reproducción de la vida humana. El rasgo consustancial al capitalismo neoliberal es la insustentabilidad social.
-Depredación de la naturaleza: Los recursos naturales renovables y no renovables son incorporados a la órbita de la valorización del capital sin importar los daños ocasionados al ecosistema o el despojo al que son sometidos pueblos enteros con la finalidad de explotarlos. El criterio de máxima ganancia en el menor tiempo posible resulta demasiado frenético como para que los recursos renovables se regeneren, y devastador para aquellos que no son renovables. Simultáneamente se están generando problemas como la contaminación, el cambio climático y en algunos casos la escasez de recursos vitales, como el agua, y necesarios, como el petróleo. Por si fuera poco, el intercambio desigual en materia ambiental especializa a los países subdesarrollados como proveedores de materias primas baratas sin importar los daños ambientales y sociales vinculados. Aún más, la relación simbiótica entre la humanidad y la naturaleza se ve severamente fracturada, no por problemas puramente técnicos, como aducen la mayoría de informes en la materia, sino por las relaciones sociales de producción dominantes a nivel mundial.
En otras palabras, se produce, en definitiva, un agotamiento de la estrategia de expansión capitalista neoliberal, basada en la explotación extenuante del trabajo inmediato, la superexplotación del medio ambiente y la financiarización de la economía mundial. Estas estrategias tratan como mercancías a elementos que de origen no son tal: la humanidad, la naturaleza y el dinero. Es decir, el capital amplía su dominio sobre las formas de reproducción de la vida humana y el metabolismo social hombre-naturaleza. Este tratamiento desmesurado pone en riesgo la existencia misma de la vida humana en varios ámbitos del planeta. Además de sus componentes financiero y depresivo, la crisis civilizatoria posee algunos rostros igualmente tenebrosos:
A) Crisis laboral: Los países subdesarrollados pierden soberanía laboral, es decir, la capacidad de generar el suficiente empleo formal de calidad que demanda su población en edad de trabajar. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), en 2020, predijo que en el cuarto trimestre de aquel año se perderían alrededor del 4,9 por ciento de las horas de trabajo (equiparables a 140 millones de puestos de trabajo a tiempo completo). Con arreglo al caso más desfavorable, en el que se predestinó una segunda ola de la pandemia de Covid-19 en el segundo semestre de 2020, podría perderse hasta el 11,9 por ciento de las horas de trabajo (equiparables a 340 millones de empleos a tiempo completo) en el último trimestre de ese año.
B) Crisis alimentaria: El orden agroalimentario global antepone los intereses de las empresas transnacionales, desmantela los sistemas de producción de los países subdesarrollados y sus modos de vida campesino y genera el problema de la pérdida de soberanía alimentaria y la insustentabilidad social. Un nuevo análisis publicado, en julio de 2020, por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) identifica a 27 países susceptibles de padecer de forma inminente una crisis alimentaria provocada por el Covid-19, ya que los efectos de la pandemia agravan los factores preexistentes que causan el hambre. Ninguna región del mundo es inmune: desde Afganistán y Bangladesh en Asia, pasando por Haití y el corredor seco de América Central, hasta Iraq, el Líbano y Siria en Oriente Medio, o Burkina Faso, Camerún, Liberia, Níger, Nigeria, Malí, Mozambique, Sierra Leona y Zimbabwe en África, entre otros Estados.
C) Crisis de subsistencia: En el año 2015, dentro del rango de pobreza se ubicaban 4,750 millones de personas en el mundo, más de 2,800 millones de estas sobreviven con menos de 2 dólares al día y 1,200 millones lo hacen con un dólar o menos al día (ONU, 2015). Del mismo modo, la ONU estima que al menos mueren unas 50 mil personas al día en el orbe a causa de la pobreza extrema.
D) Crisis ambiental: Un informe publicado por la Organización de las Naciones Unidas (2018), señala que la extracción de materiales primarios se ha triplicado durante las últimas cuatro décadas. En 1970 se extraían de la Tierra cerca de 22 billones de toneladas de materiales primarios, incluidos metales, combustibles fósiles como el carbón, y otros recursos naturales como madera y cereales. En 2010, esa cifra se disparó hasta los 70 billones de toneladas. El informe asegura que si el mundo continúa usando estos recursos en las cantidades actuales, para el año 2050 necesitaremos 180 billones de toneladas de materiales cada año, para hacer frente a la demanda. La voraz dinámica de acumulación destruye lo que la naturaleza tarda millones de años en construir. El informe también revela la enorme desigualdad en la distribución mundial del uso de los materiales. «Los países ricos consumen unas 10 veces más materiales que los países más pobres, y el doble de la media mundial». Europa y Norteamérica, quienes tienen huellas de consumo de materiales de 20 y 25 toneladas per cápita respectivamente, copan la lista. Por el contrario, el consumo de materiales per cápita de Asia-Pacífico, América Latina y el Caribe ronda las 9 y 10 toneladas, mientras que África está por debajo de las 3 toneladas.
E) Crisis energética: El control oligopólico de los mercados de consumo convierte los recursos energéticos en una mercancía volátil expuesta a ataques especulativos que castiga, sobre todo, a los países subdesarrollados dependientes de estos, ya sea porque se especializan en su producción y exportación o porque, al carecer de ellos, dependen de su importación. Diversos analistas han anunciado el final de la era del petróleo barato: hasta 2015, únicamente 14 de los 54 países productores de petróleo todavía incrementaban la extracción de crudo.
F) Crisis migratoria: Enormes contingentes de población devienen desechables para las necesidades de valorización del capital. La cantidad de migrantes laborales que van de sur a norte y el volumen de las remesas que envían a sus países de origen han experimentado un crecimiento sin precedentes en todo el mundo. La cantidad de migrantes ha superado el doble de su magnitud en los últimos 25 años, alcanzando, en 2020, una marca histórica: 272 millones de migrantes internacionales en el mundo (equivalentes al 3,5% de la población mundial). Una proporción creciente de esa masa de personas son migrantes laborales. Ahora bien, el trabajo sigue siendo el principal motivo de migración internacional, y los trabajadores migrantes, radicados en su mayor parte en países de ingreso alto, constituyen una amplia mayoría de los migrantes internacionales del mundo. El número total de desplazamientos se encuentra en un nivel sin precedentes, con 41 millones de desplazados internos y casi 26 millones de refugiados (Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2020: Capítulo 2; IOM).
G) Crisis política: Un andamiaje de poder transnacional aglutina a corporaciones transnacionales, Estados, organismos internacionales y partidos políticos en torno al neoliberalismo. No obstante, hoy se registra una crisis institucional, vista como una pérdida de legitimidad de las instituciones neoliberales, estatales y financieras. Sin embargo, la concentración de poder ha sido tan contundente que ha desmantelado proyectos y agentes políticos que podrían encarnar la alternativa y el cambio social. En la actualidad, no hay un agente colectivo alternativo al gran capital y sus intereses.
H) Crisis cultural: El pensamiento único representado por la ideología neoliberal se ha inoculado en la sociedad como sentido común, con el respaldo de los medios masivos de comunicación, dominados por instancias empresariales monopólicas. Ante el agravamiento de las desigualdades sociales, predomina una sensación de desánimo y apatía, y en menor medida, de resistencia y rebelión. Se minimiza la cultura, como espacio de crítica, creación y educación, para reducirla a su mínima expresión, como entretenimiento banal y desinformación.
I) Crisis teórica: La generación del conocimiento social afronta un momento de letargo ante la imposición del pensamiento único. Como resultado, acontece una ruptura epistemológica entre lo macro y lo micro, estructura y sujeto, lo global y lo local, el largo y corto plazo.
En síntesis, he aquí el porqué la distribución del ingreso económico ha sido del todo inequitativa, lo que trae aparejado problemas familiares y psicosociales que gatillan un enorme descontento popular, velado y/o explícito, hacia el sistema político y económico imperante… Basta con solo observar las ebulliciones sociales que han acaecido en muchas naciones y cuyo estandarte principal ha sido la reivindicación del ser humano como centro y fin de las políticas públicas. Como una vez dijo un escritor “Todas las personas exigimos respeto, pero el sistema no respeta el derecho que tenemos de vivir una vida digna, en paz, sin hambrientos, sin guerras, sin analfabetos, sin mentiras, sin modelo neoliberal y sin esclavos”.