A lo largo del año, todos hemos sido afectados por el COVID-19. Aprendimos que no sólo estamos experimentando una crisis de salud, sino una crisis moral aún mayor. Esta pandemia global nos ha mostrado que estamos todos conectados y al mismo tiempo desconectados de nuestra espiritualidad.
Desde el comienzo, el individualismo desenfrenado, que normalmente es promovido por toda la sociedad, ha perdido terreno. Pronto se comprendió que el comportamiento individualista crónico era totalmente ineficaz para protegernos de la propagación del virus. Con el COVID-19 aprendimos que nuestra protección contra el virus estaba vinculada a la protección de los demás.
Pero muy luego nos dimos cuenta de que no estábamos bien preparados para hacer frente a la pandemia. Antes del COVID-19, cuando pasábamos por un momento difícil, siempre surgía algo que comprar, algo que consumir o un lugar que visitar. Siempre había algo que se podía hacer con los amigos para entretenernos y distraernos. Con la llegada del CODIV-19 todo cambió, el confinamiento nos obligó al aislamiento y al distanciamiento social.
La pandemia ha cambiado radicalmente nuestro estilo de vida y comportamiento social. Durante este difícil momento, muchas personas se encontraron con que contaban con pocos recursos morales y psicológicos para hacer frente al cambio. Mientras que otros se han volcado a la benevolencia espiritual y la solidaridad. En efecto, parece que a menudo es en tiempos de crisis cuando la apertura a los gestos de solidaridad y caridad avanza con sentido de mayor urgencia.
Antes del COVID-19, la espiritualidad era simplemente un tema tabú. Sin embargo, lo espiritual no es en absoluto lo mismo que la religión. Un individuo ateo o agnóstico puede desarrollar una vida espiritual sin adherirse a ninguna religión o creer en dios alguno.
Con el coronavirus surgieron varias iniciativas de benevolencia espiritual en la web. En el transcurso del año, millones de personas participaron en conferencias y meditaciones realizadas a través de plataformas y videoconferencias. Este es un nuevo fenómeno que nunca antes se había visto en la historia de la humanidad. Es genial ver que millones de personas en todo el mundo están conectadas a Internet y piden que las cosas cambien para mejor. Es una gran noticia porque, según muchos investigadores, la espiritualidad es el principal factor para la protección de la salud mental.
«Durante una pandemia, cuanto mejor sea la calidad de vida espiritual, mejor será la salud mental de un individuo. Esto fue revelado en una encuesta realizada a 2.754 estudiantes y empleados de la Réseau de l’Université du Québec, durante la primavera del 2020, por investigadores de la Université du Québec à Chicoutimi (UQAC)».
Según Christiane Bergeron-Leclerc, profesora de la unidad de enseñanza de trabajo social de la Universidad de Quebec en Chicoutimi (UQAC) y codirectora del estudio de impacto del COVID-19, la calidad de la vida espiritual tiene una gran influencia en la salud mental. «La capacidad de maravillarse, la esperanza y el sentido de la vida son las dimensiones que más contribuyen a la calidad de la vida espiritual. La espiritualidad mejora nuestro bienestar de una manera muy notable», dijo Christiane Bergeron-Leclerc. (Fuente: La Presse)
¿Por qué es importante la espiritualidad en tiempos de crisis?
Según Jacques Cherblanc, profesor de la unidad de enseñanza de estudios religiosos, éticos y filosóficos de la UQAC y miembro del equipo de impacto de COVID-19, «los trabajadores de atención espiritual en los servicios de salud dicen que la espiritualidad es un recurso interno que ayuda a las personas a dar sentido a sus vidas y a hacer frente al sufrimiento. Mejorar la calidad de la vida espiritual es dar sentido a la vida: se trata de encontrar que nuestro lugar en el mundo es bueno, que vale la pena, que es justo y deseable». (Fuente: La Presse)
Según los análisis del equipo de impacto de COVID-19, «la espiritualidad es el factor número uno en la protección de la salud mental. No sólo protege contra los problemas de salud mental, sino que promueve una salud mental positiva, marcada por el optimismo y los proyectos», dice Jacques Cherblanc.
El investigador Jacques Cherblanc explica cómo la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la vida espiritual, que incluye las creencias personales, la espiritualidad y la religión. Según la OMS, la vida espiritual tiene ocho dimensiones, que fueron evaluadas por el estudio Impact COVID-19. Son la esperanza y el optimismo, el sentido de la vida, la maravilla, la paz interior, la integridad, el poder espiritual, la conexión con un ser o fuerza espiritual y la fe. (Fuente: La Presse)
¿Cómo puede uno mejorar su vida espiritual en tiempos de confinamiento?
Según Jacques Cherblanc, «Las personas que practican la espiritualidad tienden a salir de lo cotidiano y lo ordinario, se vuelven más atentas y receptivas a lo que les rodea, incorporan nuevos conocimientos y una nueva visión del mundo».
Personalmente, desde marzo de 2020, he estado asistiendo a ceremonias semanales del Mensaje de Silo para pedir bienestar, con un grupo de amigos de Nueva York, incluyendo amigos de otras partes del mundo. Practicamos juntos un pedido de asistencia social. Este pedido es similar a los buenos pensamientos que expresamos a través de gestos de hermandad y solidaridad. Durante nuestras reuniones dirigimos nuestros pensamientos hacia las personas que efectivamente están experimentando dificultades. Buscamos crear una oleada de empatía para ayudar a estas personas, pedimos una mejora de su situación para que puedan experimentar alivio.
A lo largo del año, el registro de alivio que sentí en muchas ocasiones durante las ceremonias en que pedimos bienestar, me permitió disminuir el nivel de ansiedad que sentía ante la pandemia. Descubrí que al experimentar estos sentimientos de bienestar dirigidos hacia los demás, podía obtener un gran beneficio para mi propia salud mental. El registro de alivio, me trajo bienestar y tranquilidad.
Por último, el año pasado nos trajo una pandemia mundial sin precedentes. Pero esta crisis sanitaria, acompañada de una crisis moral, parece haber despertado en varios millones de personas en todo el mundo una renovación espiritual que sólo puede ser beneficiosa para toda la humanidad.