Por Carlos E. Flores
En los cuatro años que lleva trabajando el avance de los grupos antiderechos en Ecuador, María Amelia Viteri sostiene que el término provida genera confusión. Ella, profesora titular e investigadora principal en el Departamento de Antropología de la Universidad San Francisco de Quito e investigadora asociada al Departamento de Antropología en la Universidad de Maryland College Park, explica que la protección a niñas adolescentes y mujeres adultas de una muerte por un embarazo forzado o no deseado significa estar en pro de la vida.
Es por esta razón que en el proyecto “Género y política en América Latina” que lidera la investigadora Sonia Correa –al cual Viteri fue invitada a participar como investigadora– una de las formas de llamar a estos grupos es “antiderechos”. Esto porque el concepto provida que pregonan se limita a un grupo selecto de personas, dijo Viteri.
Pero a lo anterior se suma otro asunto: el otorgamiento de nuevos significantes a ciertas palabras. Esto llama la atención de la investigadora porque grupos como Con mis hijos no te metas emplean el término dignidad en sus consignas. Pero –prosigue–, visto desde la filosofía, la dignidad implica proteger la dignidad de todas las personas sin excepción.
Ojo al Dato, tras la publicación de la Wikiantiderechos, conversó con la investigadora.
Entonces, “antiderechos” podría ser una forma de nombrar a estos grupos que se autoproclaman “provida”.
Definitivamente, si seguimos desmenuzando la manera en que se han articulado, construido, pensado. El provida siempre al lado de la familia es como un común denominador. Son nuevos significantes para entender la familia cuando los Estados ya han venido caminando en ampliar ese concepto. Entonces, es revertir nuevas formas de entender a la familia, más ampliadas, integrales, incluyendo por supuesto a las familias del mismo sexo; hacer esta articulación automática entre provida-profamilia con quién tiene el derecho de decidir sobre la educación de los niños, de las niñas.
En este modelo lo que está al centro es la economía y la democracia. Es fundamental entender que no son solamente ataques que desvirtúan y debilitan los derechos humanos y el acceso a justicia reproductiva, sino que están debilitando el mismo entendimiento de democracia […] Es decir, lo que han hecho los movimientos mal llamados provida, más bien antiderechos, es despolitizar la esfera pública, volviendo a erosionar si se quiere la participación ciudadana y reduciendo la atención a quién tiene derecho a decidir sobre el cuerpo de quién.
Es una reducción de la esfera pública a las decisiones más trascendentales sobre la vida, como son el bienestar en relación con justicia reproductiva, los derechos de las personas LGTBI, derechos de las niñas y niños, derechos de los jóvenes. Entonces, es una articulación que asegura una política pública conservadora, antiderechos, que selecciona cuáles personas tienen el derecho al bienestar que son mínimos y cuáles no. Están reconfigurando, lamentablemente, la manera en la que entendemos la democracia, la participación ciudadana […]
El centro discursivo de los grupos antiderechos es la “ideología de género”, ¿qué quiere decir eso?
La ideología de género es un marco teórico en el cual el Vaticano decide solidificar su conservadurismo antiderechos de justicia reproductiva. Si pensamos que más de 50 países en el mundo han aprobado sea el matrimonio igualitario o unión civil, la anterior filosofía del concilio vaticano que es la complementariedad de género, ya no tenía un sostén válido para continuar. Eso, de la mano con la facilidad de conversión de personas con tradiciones católicas a otras religiones como por ejemplo el islam, el evangelismo u otros, dio pauta para que el Vaticano revise, como decía, conceptual y filosóficamente la complementariedad. Al hacerlo llega a este término que significa “todo y nada”, como es la ideología de género. Por un lado, vacía de contenido a los estudios científicos y las movilizaciones alrededor de género y el feminismo; y, por otro lado, [da pie para] que cualquier persona le pueda dar su interpretación. Si partimos de que los estudios de género, ni se diga los feminismos, ni se diga los derechos sexuales reproductivos que ya tienen cargas estereotipadas en la mayoría de nuestras sociedades, no era difícil acuñar un término para que las personas sean fácilmente rechazadas.
[Entonces] reducir a tres palabras todos los males de la sociedad a la destrucción de la familia por el matrimonio igualitario, destrucción entre comillas; la modificación de la intimidad a favor de la decisión de las mujeres sobre el cuerpo; la protección de las niñas al abuso sexual, que es pan de cada día como sabemos en nuestros países y donde el Ecuador tiene una de las tasas más altas de embarazo adolescente y que es perpetrado por familiares, incluyendo líderes religiosos. Entonces, desvían la atención de estos problemas espantosos […] desvían la atención de los victimarios y de los problemas estructurales y la condensa en un atentado a la familia, entendida como la única familia posible: aquella que llamamos familia nuclear compuesta por un hombre y una mujer y al menos un niño o una niña […]
La otra capa que queremos añadir a esta discusión es que en el caso del presidente [Rafael] Correa, la ideología de género parecería que vendría de una vertiente de “izquierda socialista”. Sin embargo, como equipo de investigación, lo que estamos poniendo en la mesa es que la ideología de género no tiene un partido político específico, aunque su tendencia está enraizada en grupos de poder económico que tienden a ser grupos conservadores, de derecha. Sin embargo, como en el caso anterior del presidente Correa, muestra también que puede venir de un gobierno llamado socialista. El común denominador no es el partido político sino el conservadurismo hacia los derechos LGTBIQ y los derechos de justicia reproductiva.
Cuando publicamos la Wikiantiderechos nos saltó la hipótesis de que los evangélicos se organizan políticamente con mayor eficacia que los sectores católicos ¿Qué reflexión tienes sobre este planteamiento?
Algo que vimos [en nuestras investigaciones] es que no se ha visto antes estas alianzas estratégicas entre evangélicos, cristianos y católicos. La vimos fuertemente en Ecuador, en Perú, en otros países alrededor del movimiento Con mis hijos no te metas. Sin embargo, no fueron alianzas sostenida. Hemos visto que estas alianzas se han terminado o bifurcado después de ese esfuerzo alrededor de Con mis hijos no te metas que tenía como sabemos agendas muy puntuales de incidencia en la política pública. Por otro lado, otra de nuestras investigadoras y profesora de la Universidad de Costa Rica, Gabriela Argüedas, ella compara a estos grupos [antiderechos] como las cruzadas. Su argumento es que las cruzadas no han terminado. Lo que ha pasado es que han cambiado su forma, su incidencia, se han modernizado, pero no se han terminado.
Ella considera que es el Vaticano principalmente y la ideología católica la que mueve los hilos para asegurarse, por un lado, un espacio de decisión económica principalmente y de poderes en la política pública. Pero, por otro lado, asegurar que las personas –estoy citando Gabriela Argüedas–, independientemente de su religión, ojo no es una agenda que quiere al mundo en católico o cristiano, es una agenda que quiere convertir al mundo en antiderechos. No es muy difícil, lamentablemente. Es una agenda que quiere sistemáticamente asegurarse que los derechos de justicia reproductiva, los derechos de las niñas, mujeres, jóvenes, derechos LGTBI y puedo aumentar por supuesto derechos de inmigrantes, personas con capacidad funcional, no sean favorecidos por los países. Porque aquí entra el discurso capitalista en su máxima expresión, eso quita recursos a los Estados y, por tanto, a los poderes que están atrás del Estado. Además, dificulta el controlar las subjetividades de las personas que habitan determinado país. Suena muy perverso, yo creo que es aún más perverso, más calculador de lo que yo estoy pudiendo articular o de lo que hemos podido incluso escribir y articular en los estudios de cada país disponible digitalmente a través de la Red de Observatorio de Políticas de la Sexualidad.
El avance de estos grupos antiderechos, ¿cómo impactaría en la economía y en la vida democrática de nuestros países?
Toda la investigación que hemos realizado nos habla de que grupos que incitan al odio, grupos que incitan a la tolerancia de actividades que están en contra del bienestar de las personas, grupos que como los mal llamados provida normalizan prácticas aberrantes como son el abuso sexual, el castigo como una herramienta de educación, están mermando el tejido social. Al mermar el tejido social significa que estas personas tienen menos posibilidades de movilidad social y económica, impiden el bienestar de las niñas al no protegerlas de abuso sexual más el embarazo forzado. Es una perspectiva que decide ignorar el bienestar común para enfocarse en el bienestar de las élites. Por eso la importancia que le otorgan [los antiderechos] al no garantizar derechos que protegen a quienes más vulnerables están.
Entonces, se piensa que los derechos de las comunidades LGTBIQ, los derechos de las niñas y la justicia reproductiva están separadas del ámbito del desarrollo socioeconómico de un país. Todo lo contrario, como estudiosa de los temas de género y diversidades sexuales, cuando los ponemos al centro de las discusiones vemos como impactan directamente en la economía, la participación social, el bienestar de un país. Es decir, todos perdemos porque se piensa que, si no soy de la comunidad LGTBI, entonces, no tengo que preocuparme o que no me voy a ver afectada por un embarazo temprano como adolescente. Generalmente se trata de poner estos temas, que son tan recurrentes en nuestro país, como lejanos o como separados de la vida cotidiana de las personas. Si vemos las estadísticas es un fenómeno que está prácticamente en cada familia ecuatoriana. El tema es que estos movimientos antiderechos lo que hacen es apoyar a la normalización de la violencia contra los grupos más vulnerables, pues [ellos] están participando directamente en esas violencias. Entonces, al ser partícipes directos de las violencias contra los grupos más vulnerables quieren evitar precedentes, reglas políticas que me exijan como ciudadano por qué he actuado, normalizado, tolerado estas prácticas violentas en mi propio metro cuadrado […] Lo que estos grupos están haciendo muy efectivamente es desviar la atención para la normalización de la violencia que están ocurriendo en sus mismos círculos.