Cualquiera diría que estamos en una suerte de la carrera hípica del año con varios pingos en la recta final y con la meta a la vista. Solo que en este caso en vez de pingos, tenemos vacunas corriendo.

Dados la extensión y profundidad que ha alcanzado la pandemia, de la que no ha escapado nadie, el protagonismo ha pasado a manos de los laboratorios que están tras las vacunas en carrera –Pfizer, Moderna, Sinovac, etc.-. La población está expectante, y ello se explica porque las medidas adoptadas hasta la fecha para combatir el covid19 se han mostrado insuficientes y/o ineficaces.

Hasta los países que inicialmente habían mostrado signos de enfrentar exitosamente la coyuntura –Alemania, Uruguay, Nueva Zelanda y Suecia entre otros-, no han podido evitar recaídas, resurgimientos, recrudecimientos. Se han ensayado toda clase de fórmulas, las que han ido desde políticas duras –cuarentenas, cierres de fronteras, restricciones, sanciones y otras- hasta políticas blandas o laxas basadas en recomendaciones que apelan al ejercicio de una libertad responsable por parte de la población. Todas han fracasado.

¿Qué es lo que ha fracasado? ¿Las políticas implementadas? ¿La capacidad de atención sanitaria? ¿Los gobernantes? ¿Los gobernados? Confieso que creo que quienes hemos fallado somos nosotros mismos –los gobernados-, más allá de los errores que puedan haber cometido los gobernantes, que nuestras conductas no han estado a la altura del trance en que nos encontramos. Las aglomeraciones, las congestiones, el irrespeto por las medidas de prevención adoptadas que observamos a diario, dan cuenta de una realidad que no se condice con la coyuntura en la que estamos.

Ya estamos en el último tramo del año, adportas de las fiestas de fin de año, y como nunca, la pandemia nos está invitando a cambiar, a mirarnos introspectivamente, a reflexionar sobre la fragilidad, el sentido, o el sinsentido de nuestras vidas.

En vez de ello, tenemos clavada nuestra mirada en el tablero de la carrera tras la vacuna milagrosa que nos permita sortear el obstáculo que encierra covid19 dentro de nuestra existencia, de nuestras actividades familiares, laborales, productivas, financieras, sanitarios. No es para menos, pero junto con ello, nos haría bien aprovechar el fin de año para repensarlo todo, para hacer un alto en el camino, levantar la mirada, mirarnos con otros ojos, relacionarnos de mejor manera con los demás y con la naturaleza, la que nos provee el pan nuestro de cada día.

Estamos llegando al final de una carrera cuyo término aún se desconoce. Ya perecen ser varias las vacunas que están logrando sortear las etapas que encierra su desarrollo, un desarrollo que se ha visto acelerado por presiones provenientes de las más diversas esferas (económicas, políticas, sanitarias). Para el proceso de vacunación que se viene encima solo nos cabe confiar en que tales presiones hayan respetado los niveles de seguridad y de confianza a los que tenemos derecho.

Está la tentación por seguir viviendo como lo hemos estado haciendo hasta ahora, de dar vuelta la página una vez derrotada la pandemia. Sería un craso error desaprovechar la oportunidad de hacer un alto en nuestras existencias para ver en qué estamos fallando e implementar los correctivos correspondientes. De otro modo volveremos a tropezar con la misma piedra.

 

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