El 1° de noviembre, el promedio de nuevos casos diarios de COVID-19 registrados durante siete días en California, era de 4.183. El 17 de diciembre era de 38.774.
El Departamento de Salud Pública de California anunció 379 muertes por COVID-19 el 17 de diciembre, correspondiente al total más alto del Estado en un solo día registrado hasta ahora, rompiendo el récord anterior de 293 que se había establecido el día anterior. Más de 22.000 californianos han muerto a causa del COVID-19 en lo que va de este año.
Además, el año 2020 ha sido testigo de la mayor temporada de incendios forestales en la historia moderna del Estado, con más de 4 millones de acres de tierra que se han quemado hasta la fecha.
Durante casi 200 años, California ha jugado un papel fundamental en la formación de la cultura norteamericana, desde la Fiebre del Oro de 1849, pasando por el desarrollo de Hollywood, hasta el actual dominio de Silicon Valley. «California Dreaming» creó la alegoría de un paraíso en la tierra, un lugar donde cualquiera podría hacerse rico rápidamente. El Estado ha definido nuestro ideal de ser humano moderno, con su gama de dispositivos, su obsesión por la fama y la celebridad, y su búsqueda de la felicidad personal. California ha personificado el individualismo: promoviendo la propiedad individual de coches por sobre el transporte público, la casa por sobre vivir en un departamento, y el sueño de tener un negocio propio (empezado en el garaje) o de hacerse famoso a cualquier precio.
Este estado mental egocéntrico ha creado una desconexión con nuestro medio, con el tejido social y nuestra sociedad en general. El individualismo es tan fuerte que hemos perdido la capacidad de responder a los problemas que tenemos en común. Uno de los 12 Principios de Acción Válidos esbozados por Silo dice «Las cosas están bien cuando marchan en conjunto, no aisladamente». California y la mayor parte del mundo occidental han prestado muy poca atención, si es que la han prestado, a «marchar en conjunto» y en cambio han centrado su energía y recursos en el «aislamiento», con la creencia de que el aislamiento nos hará más seguros y menos dependientes. Pero la ilusión de la persona que se ha hecho a sí misma, ya se terminó.
Por ejemplo, la gente está preocupada sobre cuándo ella personalmente se va a vacunar, pero para que funcione y para detener realmente la propagación de la pandemia, necesitaremos que más del 30% de la población se vacune. La forma de llegar a ese hito del 30% debería constituir la preocupación actual de todos. Otro ejemplo es la obesidad. En total, el 13% de la población adulta mundial (11% de los hombres y 15% de las mujeres) eran obesos en el 2016. La prevalencia mundial de la obesidad casi se triplicó entre 1975 y 2016. No es una cuestión aislada, y pedirle a la gente que siga alguna dieta no es una solución. Y el reloj del cambio climático ya está haciendo clic: vamos a tener que ajustar nuestro estilo de vida. Recuerda: «Las cosas están bien cuando marchan en conjunto, no aisladamente».
¿Las corporaciones están trabajando para ayudar a la gente económicamente durante esta enorme crisis? ¿Tiene el Congreso de los EE.UU. la capacidad de superar sus divisiones partidistas para aprobar una legislación increíblemente importante? ¿Aceptarán los militares reducir su propio y enorme presupuesto para que el gobierno pueda incrementar la ayuda a los civiles necesitados?
La mayoría de nuestros desafíos actuales son de origen humano y podrían ser transformados si somos capaces de transformarnos a nosotros mismos. Entender que «las cosas van bien cuando marchan en conjunto, no aisladamente» es un buen punto de partida para modificar nuestro sistema de creencias y reorganizar nuestras prioridades.
Un avión en la pista puede estar listo para volar, pero si cada uno de sus motores empieza a funcionar a una velocidad diferente o girar en una dirección diferente, el despegue no se producirá. Lo que cada uno de nosotros hace es muy importante, para nosotros mismos y para todos los demás.