Por Carlos Arias Moreno

 

Es curioso cómo para poner un cohete en Marte se necesitan unidades e instrumentos de gran precisión, donde todo se calcula al milímetro, velocidad, litros de combustible, peso de cada componente de la nave, condiciones climatológicas de lanzamiento, mes, día, hora y minuto exacto…

Y sin embargo dejamos en manos de los mercados nuestro bienestar. ¿Por qué se me ofrece un salario de 12.000€ y no de 12.001, 59€?

¿Por qué esa arbitrariedad? ¿Qué supone en términos de sostenibilidad de los sistemas de vida planetarios, el consumo que yo puedo ejercer con ese dinero? No se puede correlacionar de forma alguna, porque el dinero mide de forma subjetiva.

Intenta medir el deseo, ¿Cuánto estás dispuesto a sacrificar por una vivienda? ¿Y por un teléfono móvil? No existe una respuesta única e inequívoca para todos. No es objetiva. No nos proporciona información veraz, sólo meros espejismos.

Sabemos perfectamente cómo se determina la unidad de kilo, pero no la unidad de euro.

La Renta Básica Universal, aún utilizando esta herramienta de medida acientífica, sólo viene a decir que la economía debe servir a todas las personas. No es una vara para castigar con la muerte y la exclusión, sino una muleta para el que se rompe una pierna, o una cama para el que está agotado y necesita recuperación.

La economía no es una vara para castigar con la muerte y la exclusión a los que no pueden o no quieren someterse a los mandatos del mercado laboral, sino una muleta para el que se rompe una pierna, una cama para el que está agotado y necesita recuperación, un humilde techo para el artista crítico.
Tenemos tecnología, conocimiento y recursos para crear abundancia para todos. Una economía humana tiene un propósito claro, que es el bienestar de la especie. Y una vez reconozcamos esto, no habrá problemas en establecer herramientas formales para garantizar este objetivo, enterrando por fin el mal sueño, heredado generación tras generación, del dinero.