El Ministerio de Educación proyecta para el año 2020 que 268 mil niños, niñas y jóvenes no habrán completado su educación. En palabras simples: desertores escolares. Esta cifra es poco más de un 40% superior al número previo a la pandemia, que se estimaba en 186 mil.
Llama la atención que, al momento de realizar el diagnóstico de la deserción, se dan, como posibles causas, el trabajo infantil para apoyar en la generación de ingresos familiares, la debilitada salud mental del grupo familiar por el stress de la pandemia y la carencia de conectividad y medios tecnológicos para mantener la adhesión de niñas, niños y jóvenes a la escuela con clases a distancia.
Pero claramente estas no son las únicas causas. Si esas niñas, niños y jóvenes no van a la escuela, entonces cabe preguntarse: ¿Dónde van? Muchos son reclutados por el narcotráfico como soldados que mueven droga y defienden el territorio. La narco cultura compite con ventaja respecto de la escuela. La cultura narco ofrece un relato de largo plazo con una promesa de bienestar económico, identidad y reconocimiento. Sobre todo, ofrece una oportunidad real de ascenso social en un grupo de pertenencia y de protección recíproca. Y todo lo anterior acompañado de adrenalina.
¿Puede la escuela actual competir con las bandas narco? La respuesta es no. No puede competir porque la escuela, como vehículo de política pública para cumplir con la promesa de la meritocracia, resulta ser una estafa. El sistema educacional no cumple con su promesa básica de ser igual y de calidad para todas las niñas, niños y jóvenes. En general, es aburrida y carente de adrenalina.
Las desigualdades e inequidades de la sociedad chilena que, en el ámbito de la educación, son aún más acentuadas, han estado siempre a la vista para quien las quiera ver y reconocer. Pero normalizadas para la mayoría de la sociedad; incluso para quienes son parte del sistema educacional. Este año 2020, producto de la pandemia y la suspensión de clases presenciales, los medios de comunicación han puesto mayor atención en la educación y han subido a la pantalla y escrito en titulares la cruda realidad de millones de niñas, niños y jóvenes que reciben una mala educación, o simplemente, que no la reciben.
Ya lo hemos dicho antes y seguiremos insistiendo. Fundación Semilla, plantea el desafío que en el 2021 nos aboquemos a consensuar una “nueva escuela”. La escuela, tal como la conocemos cumplió un rol durante el siglo XX, pero claramente está desactualizada y no es capaz de responder a los desafíos del siglo XXI. Poner más énfasis en lo socioemocional que en las materias tradicionales, incluir las tecnologías de información al sistema, dimensionar comunidades educativas a escala humana e integradas al territorio, educación no sexista, adopción de metodologías innovadoras como por ejemplo las lúdico participativas y un nuevo rol de profesores jefes, son lagunas de las características de la “nueva escuela”.
Si no somos capaces de renovar la escuela, las bandas narcos reclutarán entre las niñas, niños y jóvenes desertores para que asuman como soldados del narcotráfico. Aún es tiempo para evitarlo, pero cada vez será más difícil ganarle a la cultura narco.