The New York Times: «El plan de vacunación de Covid se hunde en el caos y está jugando con la vida”. Uno de los mayores periódicos del mundo habla de nosotros. El artículo describe punto por punto lo que estamos viviendo, habla de la total falta de coordinación nacional y de la furiosa campaña de boicot emprendida por el Presidente Bolsonaro, no sólo contra la logística (inexistente), sino incluso contra la propia vacuna. Su declaración perentoria, «No seré vacunado, punto final», es mucho más que una declaración de intenciones. Ahí están sus hombres para explicar las razones. Sin la menor vergüenza, escriben en los canales oficiales que la vacuna –comprada por los gobernadores de los estados brasileños ante la total falta de acción del gobierno federal– cuyos componentes son producidos por laboratorios chinos, además de contener un chip electrónico que a través de la circulación de la sangre será implantado en el cerebro –para controlar cada movimiento de la población y poder condicionarlo–, tiene el poder de modificar el ADN a través del cual implementar un gran experimento con el objetivo de someternos completamente a la ideología de género y de la globalidad, las dos caras del comunismo.
La coordinación de las actividades chinas está a cargo de Bill Gates junto con George Soros. Esto no es una teoría. Son los hombres del propio Bolsonaro los que lo afirman. Él simplemente declara que por ninguna razón será vacunado, «y punto final». Y como si eso no fuera suficiente, declara que quienes tengan esa intención, sólo pueden tomar la vacuna firmando un documento de consentimiento: «La vacuna puede tener efectos secundarios, incluso graves», afirma.
Ayer, finalmente, el gobierno anunció su plan nacional de vacunación. Ciertamente no por iniciativa propia, sino forzado por una decisión de la Corte Suprema. Unos días antes, con el fin de no responder preguntas durante una reunión con investigadores y científicos de las diversas instituciones que participan en la producción de la vacuna, el Ministro de Salud, no sólo apagó los micrófonos sino que se levantó y abandonó la reunión. Tal vez no quiso explicar por qué había incluido los nombres de cada uno de ellos, sin que nadie lo hubiera autorizado, en el documento oficial que presentaba el plan nacional de vacunación. O tal vez, como buen general, no estuviera acostumbrado a dialogar sino a dar órdenes.
Como venía diciendo, ayer el gobierno finalmente anunció el plan nacional de vacunación. Y el ministro comienza con una pregunta a la nación: «por qué, por qué, toda esta ansiedad, toda esta angustia».
Casi doscientas mil muertes, siete millones de infecciones, el boicot explícito a todas las medidas profilácticas, los insultos a las víctimas pronunciados por Bolsonaro en cada oportunidad, ya no son suficientes. Estamos siendo tratados como niños caprichosos frente al escaparate de una juguetería. Por un lado, el bondadoso ministro, como una madre gorda que nos pide que seamos buenos porque más tarde nos comprará un regalo; por otro lado, un padre estricto que nos amenaza con un castigo severo: sí, sí, toma tu vacuna, pero morirás de todos modos.
Algunos datos publicados por la agencia de estadísticas Data Folha:
- El 52% de la población cree que el presidente está exento de toda responsabilidad en la propagación de la pandemia y los miles de muertes.
- El 50% de la población dice que no quiere usar la vacuna producida por China.
- El 22% de la población no tiene intención de vacunarse bajo ninguna circunstancia.
En estos días, la Corte Internacional de La Haya decidió considerar la queja contra Bolsonaro. Se lO acusa de genocidio contra los pueblos indígenas. Somos el único país del mundo donde el presidente en ejercicio está siendo investigado por genocidio. Que así sea.