Escribe Zoraida Rengifo
Conocí a ‘Fico’ García a través de un enorme afiche que decía “Kuntur Wachana”. Nunca me atreví a preguntarle a mi padre por qué estaba en una de las habitaciones de la casa y cuál era su significado. Supongo que de niña lo asumí como un elemento más y también natural de la familia. Conforme crecí, me di cuenta que eso y muchas cosas más no correspondían al universo común de todos los hogares, o al menos de los que tenían mis amigas en el colegio. El afiche, por supuesto, no era la excepción. Años después descubrí que «Kuntur Wachana» era una película dirigida por Federico García y que mi padre admiraba su trabajo, pero sobre todo su compromiso y militancia socialista.
En efecto, ‘Fico’ García fue un ferviente defensor de la reforma agraria del gobierno del general Velasco Alvarado y del SINAMOS, aquella entidad que pretendió articular la organización social con el gobierno militar. Como resultado de esta unión, realizó Kuntur Wachana: “Donde nacen los cóndores”. Pionera en incorporar el idioma quechua en la pantalla grande. La historia relata la lucha sindical de Saturnino Huilca, que deviene en la toma de la cooperativa Huaran para finalmente concretar la reforma agraria. La película obtuvo dos premios en Moscú y otro en España, en 1977.
Luego vendrían películas como Laulico y El caso Huayanay, en 1979 y 1981 respectivamente. Ambas con temática campesina. Toda esta experiencia y el apoyo del ICAIC (Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos) lo preparó para llevar a la pantalla grande a uno de los personajes más importantes de la historia peruana: Tupac Amaru, “el último y más infortunado de los incas”.
Tupac Amaru fue considerada como una de las diez películas más representativas del cine latinoamericano, durante el Festival de Tokio de 1986 [Fuente]. Con premios y menciones en numerosos festivales de cine como el de La Habana, Bogotá, Pionyang, Londres, Quito, Tokio, entre otros. Pero lo más asombroso por encima de todos sus reconocimientos fue la respuesta del público peruano. La película sobre Jose Gabriel Condorcanqui Tupac Amaru II permaneció tres meses en cartelera en 1984 cuando se estrenó.
Con ese precedente, ‘Fico’ se adentró en la selva peruana para escribir y filmar una historia sobre la guerra del caucho en la película El socio de Dios en 1986. En el 2012 presentó la novela homónima sobre este mismo relato.
Aún resulta incomprensible lo que lo llevó a García a grabar años después La manzanita del diablo. Contrario a todo lo que venía realizando, este film pretendió ser una comedia con actuaciones de Tania Helfgott, Antonio Arrue y Eduardo Adrianzén. Un punto discordante en la filmografía del realizador, pero que contó con la aprobación del público en las salas.
Quizás una de sus películas más emblemáticas y que tardó años en ver la luz fue El Amauta, sobre la formación política del joven José Carlos Mariátegui, autor de los “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana», en un contexto de lucha sindical y partidos políticos en formación. El Amauta, según palabras del mismo director, sería la culminación de un un ciclo de películas históricas para rescatar la memoria colectiva de nuestro pueblo.
La última vez que vi a ‘Fico’ fue en la Casona de San Marcos, en donde por muchos años estuvo a cargo del Centro Cultural y de la revista Butaca Sanmarquina especializada en cine. Su salida de dicho cargo no podía estar ajena a la polémica como nos tenía acostumbrados: en septiembre del 2009 se vio obligado a renunciar después de asistir a la presentación de un libro sobre el dirigente senderista Abimael Guzman.
Hoy Federico García Hurtado ya no está, ha fallecido a la edad de 83 años, nos dejó más de una decena de películas y una carrera cinematográfica ligada siempre a la confrontación y reivindicación. Las nuevas generaciones tendrán un registro documental gracias también a la mención que en “La revolución y la tierra” se hace sobre el cine comprometido y militante de ‘Fico’. Elementos que permitirán comprender mejor no solo los símbolos de los que están rodeados, sino las diferentes miradas que toda historia tiene.
Federico García fue capaz de poner en valor figuras como las de Tupac Amaru y el mismo José Carlos Mariátegui, pero por sobre todas las cosas, se atrevió a reescribir la historia y contarla a la izquierda del roble.