Conversamos con la reconocida escritora, poeta, editora y crítica literaria a raíz de la reciente publicación de su más reciente libro, “Teoría de una práctica amorosa”. Desde ese espacio, Jessica nos habla de las urgencias feministas y hace un llamado a repensar la sociedad desde los derechos humanos, como único bastión de sobrevivencia posible.
Por Eva Débia
Nadie “quiere” hablar de femicidio, pero la urgencia creciente de las evidencias ha ido paulatinamente visibilizando ese elefante dentro de la sala social, uno que a estas alturas resulta tan incómodo que es imposible ignorar. Desde esta memoria colectiva y la irrefutable consecuencia, Jessica Atal hace un llamado firme, un manifiesto, una conjura para exorcizar desigualdades a través de su último libro de poemas, Teoría de una práctica amorosa (Ediciones Bonnefont, 2020). 46 instancias reflexivas en torno a las mil y un posibilidades del abuso desigual que la violencia de género ha tenido a lo largo de la historia y que —esperamos— deje de tener en algún momento cercano.
El feminismo permea en cada página de este libro. ¿Cómo ha sido tu camino para llegar a ser feminista?
No fue algo que yo me propusiera. Pero sí tuve una conciencia feminista desde que tengo memoria. Era muy niña y ya me parecía injusto que los niños tuvieran más libertad, incluso para moverse y para hablar. Además, ellos eran los destinados a las grandes carreras, a los grandes puestos de trabajo, a las grandes ideas. Basta con observar la evolución de la humanidad. El hombre llegó a poner en duda que la mujer poseyera alma. Se la privó de leer, de estudiar, de escribir. Se la confinó al espacio doméstico y a los ‘deberes maritales’. En fin. La historia es conocida. Por supuesto, todo eso ha ido cambiando. Hemos avanzado algo. Aunque siento que falta mucho, sobre todo en cuanto a tomar conciencia de la violencia ejercida por el hombre contra la mujer.
Jessica aclara que “más que un camino, yo creo que el feminismo es una actitud frente a la vida. Para mí no hay otra manera de situarme en el mundo. Es más que feminismo. Es una cuestión de derechos humanos y va más allá del género. Por eso el título de una de las charlas más famosas de Chimamanda Ngozi Adichie: ‘Todos debiéramos ser feministas’. Es una actitud que no solo corresponde adoptar a las mujeres, pues tiene que ver con la igualdad, la libertad, la fraternidad. No debe seguir existiendo la discriminación, la falta de oportunidades. Y no puede continuar el abuso sistemático, tanto físico como psicológico, del hombre contra la mujer. Este es uno de los problemas más graves que enfrentamos a nivel global”.
Pensando en la génesis de Teoría de una práctica amorosa, Atal comenta que “este libro fue concebido como una necesidad de unirme, desde la poesía, al grito de alerta universal frente al abuso contra la mujer. A la urgencia de denunciar y erradicar este crimen. No es fácil”, replica, porque “sigue siendo parte de nuestra cultura aún en el siglo XXI”. Con su más reciente obra, la autora explica que “quise tender, de forma más directa, un puente, una mano hacia aquellas mujeres que enfrentan la violencia del hombre puertas adentro. No están solas. A veces la literatura nos salva. Ojalá esta poesía llegue a las manos de mujeres que necesitan fuerza y apoyo para salir del infierno en que viven”.
¿Has vivido violencia de género en el espacio de la escritura?
Creo que no lo he vivido directamente. ¡O quizás soy muy ingenua! Pero me parece que en el mundo literario siempre van a existir celos y envidias, así como ocurre en otros ámbitos, y eso va más allá del género. Tanto hombres como mujeres ocupan puestos de poder y unos y otras ejercen violencia igualmente si no les gusta tu rostro, tu ropa, tu manera de hablar, tu lugar de trabajo o la comuna donde vives. Eso, claro que lo he vivido.
¿Por qué crees que sigue siendo tan importante la denuncia de problemáticas tan contingentes como el femicidio?
La denuncia es y debe seguir siendo primordial frente al femicidio. El silencio es el peor enemigo para combatirlo. No solo como mujeres, sino como humanidad, tenemos el deber de condenar esta conducta criminal. Además de la denuncia frente a estos casos de violencia brutal, de completa barbaridad e irracionalidad, es urgente educar a las nuevas generaciones para romper con modos de pensamiento y patrones de conducta que avalan y responden al abuso contra la mujer.
Libro denuncia
En Teoría de una práctica amorosa, Jessica dialoga, interpela o genera guiños con 46 grandes figuras femeninas que, desde sus respectivas disciplinas artísticas, tomaron la misma proclama en torno a la necesidad de parar la violencia de género, desde Sor Juana Inés de la Cruz hasta Amy Winehouse.
“La verdad es que fue quizás un modo de ampliar y compartir este diálogo —porque la literatura es siempre un diálogo— no solo con voces literarias femeninas, sino también con mujeres de otros ámbitos de la cultura, como el cine y la música, para reflejar que no es únicamente aquí en Chile o en el jardín del lado donde existen mujeres experimentando las mismas inquietudes”, explica Jessica: “El abuso contra la mujer es un crimen a nivel universal”.
Cada poema va con una dedicatoria personalísima; ¿cómo generaste la selección de vínculo con cada una de las mujeres abrazadas en tus poemas?
Fue algo bastante arbitrario, como toda selección. Sé que dejé a muchas mujeres fuera. La lista puede ser infinita. Las que figuran aquí fueron apareciendo en la medida en que iba escribiendo el libro, ya sea por las lecturas del momento o porque han marcado un momento importante de mi vida. A todas ellas las atesoro. Les di un espacio, aunque sea tan pequeño como es una dedicatoria, para que sigamos, como sociedad, visualizando su arte, su trabajo, su lucha.
Pese a que la escritora dedica cada poema a una mujer reconocida que fue abusada o bien ha luchado o lucha por la reivindicación de los derechos de la mujer (complementando los textos con notables fotografías de Isabel Skibsted), Atal acota que “el libro entero está dedicado a todas las mujeres anónimas que sufren abuso. Con ellas quiero, más que nada, establecer un diálogo. Con aquellas mujeres sin nombre ni apellido que luchan solas, que ya no tienen más fuerzas, no saben cómo resistir y no encuentran apoyo a su alrededor. Ojalá este libro logre aunque sea encender una pequeña alerta en sus conciencias. Quiero remecer el espíritu de loba y guerrera que habita en cada una. Ojalá brindarles una palabra de aliento para que decidan no permanecer más en el silencio y denunciar el horror de lo que viven”.
¿Qué tan revolucionaria puede llegar a ser la poesía en los tiempos que vivimos?
La poesía, así como la literatura toda, siempre es revolucionaria. Siempre lo será. De otro modo, no la entiendo. Y no hablo en términos de propaganda política. Entiendo la revolución de la poesía y del arte en el sentido de romper barreras de lenguaje, de forma, de contenido. De develar una manera original de ver, pensar, existir. La escritura es revolucionaria cuando desestabiliza cánones. Cuando se atreve a cuestionar el sentido o sinsentido de la existencia. Pero no creo —es más, no me gusta— el arte que busca imponer ideas o dar respuestas al misterio de la vida. La poesía es revolucionaria —sin importar tiempos ni circunstancias—, cuando logra una emoción, una reacción, una apertura de conciencia.