En el contexto del V° Foro Humanista Latinoamericano que se llevara a cabo virtualmente, hoy se rindió un homenaje a Silo volviendo a ver el vídeo de aquél que Salvatore Puledda le rindiera en enero de 1999, en el salón de honor del ex-Congreso Nacional chileno. Luego de sus emocionantes palabras, siguieron en vivo las de Pía Figueroa, Dario Ergas y Juan Guillermo Ossa, quien cerró el encuentro.
Transcribimos acá la primera intervención, de Pía Figueroa:
«Quiero comenzar estos comentarios celebrando las palabras de Salvatore Puledda, que describen tan bien, en enero de 1999, a Silo. Recuerdo perfectamente esa situación y creo que todos quienes estuvimos presentes en el Salón de Honor del ex-Congreso nacional chileno, nos divertimos y emocionamos muchísimo.
Era la primera vez que públicamente se le reconocía la función de guía, su calidad de iniciado o se lo veía como alguien que posee una llave para abrir la puerta del mundo del espíritu. En ese entonces Silo se emplazaba más bien como el orientador del Movimiento Humanista, diseñaba, daba forma y colaboraba en la puesta en marcha y desarrollo de cada uno de sus cinco organismos, así como de varios aparatos. Era -por supuesto- también un escritor.
Habría de pasar un tiempo para que un puñado de mujeres y hombres que habíamos ya clausurado nuestras actividades de desarrollo estructural, reconociéramos a Silo como nuestro Guía Espiritual y le pidiéramos que en cuanto tal, transmitiera un exhorto por el desarme nuclear a través de un spot que difundimos por muchos canales de televisión, en las estaciones de metro, los estadios y demás.
¡Curiosa forma de comunicar su palabra al mundo, la de este Guía Espiritual que se dirige a las mujeres y a los hombres valientes a través de las pantallas!
Pero eso fue después que Salvatore muriera. De hecho, él no alcanzó a estar presente siquiera cuando Silo puso en marcha su Mensaje. Tampoco conoció ninguno de los Parques de Estudio y Reflexión que albergan a la Escuela. Sin embargo fue uno de sus primeros discípulos en la Disciplina Material, y comprendió muy bien que estaba abriendo cuatro vías disciplinarias para lograr el acceso a una región de la mente que escapa a los condicionamientos del tiempo y el espacio, a una profundidad donde radica una fuente insondable de inspiración, que nos evidenciara durante los últimos años en que estuvo entre nosotros.
Esa pregunta que se hace Puledda ¿quién es verdaderamente Silo? me parece que hemos intentado responderla teniendo a la vista la trayectoria completa de Mario Rodríguez y, por mi parte, he llegado a la convicción de que se trata de el Maestro de nuestro tiempo, como lo fueran en otros momentos claves para la humanidad figuras como el Budha, Confucio, Pitágoras o Sócrates.
Pero, estando ya a 21 años de la situación que hemos visto en este vídeo, habiendo experimentado una pandemia global de la que todavía no nos libramos, con la consecuente crisis terminal de un sistema que evidentemente se desfonda día a día, el peligro ambiental y el cambio climático que se va haciendo irreversible, la violencia que se ejerce diariamente contra las mujeres, los negros, los indígenas o cualquiera que simplemente se manifieste porque ya no aguanta más, frente a este paisaje desestructurado y distópico, resuenan en mí las palabras que Silo pronunciara al inaugurar el Parque La Reja, cuando se preguntó: ¿Cómo ocurrirá la caída de la otra mitad del mundo? y exclamó: Qué la respuesta al clamor de los pueblos sea traducida con bondad, sea traducida en la dirección a superar el dolor y el sufrimiento.
Nos dijo que como seres humanos no somos ajenos al destino del mundo y a mí me sucede que al internalizar su figura, al apelar a su presencia, me siento impulsada hacia los demás, a trabajar con los demás, sobrepasando el individualismo y el encierro porque comprendo que de este momento nadie sale por su cuenta.
Constituímos un tejido de conciencia que se extiende sobre nuestro planeta interconectadamente y no solamente buscamos terminar con la violencia, con la discriminación, no tratamos únicamente de reconciliar, sino que vamos más allá y ya se multiplica un fuerte clamor por la irrupción de una señal potente.
Así como Silo la describiera desde los años sesenta, tan anticipadamente, estamos ante una crisis terminal de civilización ante la cual requerimos apelar a todas las herramientas con que contamos, especialmente a una buena dosis de inspiración para lograr sintonizar con ese espíritu que anima el futuro, a pesar de la oscuridad por la que transitamos actualmente.
«Va a ser muy difícil», le dije al Maestro cuando nos señaló que por problemas de edad, de salud, y de eficacia, no seguiría participando de la Escuela. -«¿Y tu crees que te hemos formado 40 años para los tiempos fáciles?», me respondió desafiantemente.
Inspiración, reflexión, sentido del humor, una visión a largo plazo y trabajo de equipos aplicados en diferentes campos, flexibles y diversificados en la acción, pero sintonizados en esa frecuencia fina y sublime que tan claramente experimentamos al estar cerca del Maestro y que con tamaña agudeza describiera nuestro querido Salvatore, eso nos hace falta en estos tiempos que corren, para intentar estar a la altura de lo que la época nos demanda.
Buscar transformar el presente con sentido histórico, mientras en lo más íntimo cada quien avanza hacia la luminosa posibilidad de trascendencia, me parece que son las claves que ha dejado en nuestras manos este ser extraordinario que tuvimos la fortuna de encontrar en nuestras vidas.
Eso no más, muchas gracias».
Luego habló Dario Ergas, cuyas palabras transcribimos:
«Este homenaje me lleva a preguntar quién soy, quién es Silo en mi vida, quién es Silo para los que compartimos su proyecto de Humanizar el mundo, del cambio humano, y del contacto con lo trascendente.
¿Por qué Silo influyó tan fuertemente que compartí una vida entera su proyecto? Aún después de su muerte experimento la importancia de plasmar mis comprensiones y aprendizajes, desarrollando una espiritualidad, fortaleciendo los Parques de Estudio y Reflexión, viviendo el Humanismo Universalista y también centrando mi vida en los procedimientos para acceder los espacios sagrados.
La vida tiene algo muy circunstancial, la situación pone condiciones y en algún momento, te enfrenta a posibilidades en que tienes que decidir; tomar un rumbo u otro. Lo que creía una buena parte de mi generación es que algo no andaba bien en esta sociedad, había que cambiar el mundo y eso había que llevarlo a cabo por medio de una revolución y mundial. Había muchas formas de acción y de lucha; los hippies, los místicos y los gurúes hindúes, la teología de la liberación, el comunismo, las guerrillas marxistas, todos proyectos románticos en que nos jugábamos la vida. Y muchos jóvenes, los mejores de esta generación, murieron en esos intentos o se los traumó con la tortura y el exilio cuando llegaron las dictaduras.
Mis amigos entran a Silo, cosa que yo resistí, porque era considerado una especie de anticristo que azuzaba la lucha generacional, culpando a los viejos de la manipulación, la violencia y los abusos del poder. Pero era peor quedarme sin amigos así que me dejé arrastrar a las primeras reuniones.
Y allí se opinaba de un modo novedoso para la época pero que me destapó la cabeza. 1.-El cambio social no sería posible si al mismo tiempo no se intentaba el cambio humano. 2.-La violencia está en la propia conciencia y se proyecta en lo social, lo que a su vez retroalimenta la violencia interna. 3.-El ser humano está en evolución, es un proyecto joven y una humanidad solidaria, es posible si trabajamos en el cambio simultáneo. Y 4.-La revolución tiene que ser total y no violenta. Total, no sólo social, también psicológica y espiritual; total y con un modo de acción que erradique la violencia personal y cultural.
Los escritos mimeografiados que llegaban de Silo no eran fáciles, pero entendía: que el ser humano sufre, que la violencia está enraizada en la conciencia, que ningún maestro por sabio que fuere puede salvarte de esto, que se pueden hacer trabajos con uno mismo, pero de nada servirán si la vida no se orienta a ayudar a superar el sufrimiento de otros.
Unos años después asistí a unos retiros que organizaban los grupos de Silo para estudiar la alquimia, el yoga, la meditación trascendental y cosas así. Pero fuimos interceptados por los servicios de inteligencia de Pinochet y terminamos en Londres 38, una de las cárceles clandestinas de la dictadura. Creí comprender con esta experiencia que el mundo no estaba para una vida tradicional y tenía que fortalecer el compromiso y el intento de una revolución no violenta. Para ese entonces Silo sintetizaba nuestro proyecto como “la humanización de la Tierra”.
Conocí a Silo por primera vez en las reuniones de la Comunidad mundial para el desarrollo humano, en las Islas Canarias en 1978. Luego de una semana estudiando la conciencia, la ilusión del yo y la posibilidad de trascendencia, se realizó entre los 500 que éramos una experiencia de Fuerza. Una imposición de la Fuerza para ser preciso. Terminada la experiencia en que sentí una suave alegría y una certeza de que la vida tenía sentido, subí unos metros la escalera hacia el segundo piso del teatro para ver la alegría y la emoción de todos que se abrazaban, reían y lloraban. Alguien al lado mío me susurró al oído, “ves lo que está pasando, así se hace la historia”; era Silo que había subido los mismos peldaños un poco antes que yo.
La experiencia de la Fuerza y los distintos modos de movilizarla y proyectarla, los pedidos, los agradecimientos, los trabajos de autoconocimiento para desatar nudos biográficos que pudieran estar bloqueándola, la dirección de la Fuerza para elevar nuestra atención, la lucidez y la conciencia de uno mismo, seguiría ocupándome hasta el día de hoy.
Las campañas contra el armamento nuclear y el desarme proporcional de los países limítrofes, nos condujeron a la formación del Partido Humanista en plena dictadura militar. Una de sus campañas más extraordinarias fue pintar los muros de todo Chile de Arica a Puntarenas con la frase “Que renuncie”. Era una señal valiente de lucha no violenta, y de irreverencia con el dictador. ¿Pero qué pasaba si alguien caía preso, si era torturado o desaparecía en esta acción? Silo nos advirtió, cada nuestro vale mucho, más de lo que se pueden imaginar, no podemos correr riesgos, las neuronas de los nuestros son valiosas, no podemos exponerlas. Planeamos el operativo con rigor, conociendo los riesgos, pero aun así no podíamos saber si no habría algún “accidente”. Silo, explicaba que en las acciones de conjunto suele haber presión social y en ese caso la gente acompaña no desde la libertad, sino desde la presión de grupo, desde el qué dirán. Teníamos que generar condiciones de respeto y libertad para cada uno que decidiera participar o no, de esta acción. La acción no violenta, es valiente, organizada, y sobre todo libertaria, y con total respeto y aceptación para el que no la siga. Y cada uno tenía que saber el riesgo que estaba corriendo; no eran decisiones solitarias, sino que tenía que conversarlo muy bien con los suyos.
En una sola noche todos los muros de las principales ciudades de Chile exigían que renuncie Pinochet.
Fue con Silo que elaboramos el proyecto de la diputada humanista y de la construcción intencional de un liderazgo social y es de su autoría la frase “de cara a la gente y de espalda al parlamento” que sintetiza el proyecto político humanista; y fue él quien nos enseñó los peligros del “virus de altura” cuando se ocupan cargos públicos y de poder, en que olvidas que estás en ese puesto gracias a un conjunto y lo atribuyes a tus cualidades personales. Y nos acompañó durante la enfermedad de Lala, animando, “Mientras hay vida, le decía, se lucha, se aporta al proyecto, nada de rendirse; los nuestros tienen que sentir que luchamos hasta el último minuto”.
Y ya terminaba el siglo XX cuando nos reunimos en Punta de Vacas en la cordillera de Los Andes; 30 años después que se iniciara el proyecto de humanización del mundo, y ante cinco mil personas que llegaron de todos los continentes, reconoce que hemos fracasado: “Hemos fracasado, en nuestro intento de humanizar la Tierra”. Nuestros ideales no se podrán plasmar en esta época.
Nos habíamos embarcado en un proyecto de toda la vida, construimos un movimiento mundial de lucha no violenta y de cambio personal, y habíamos fracasado. El fracaso para Silo siempre fue un tema central de su enseñanza. El fracaso es un momento de liberación de las ilusiones y la posibilidad para que una nueva inspiración irrumpa y señale el camino a seguir. Llevar el fracaso en el corazón es parte de una actitud de vida que nos pone en la búsqueda y en el intento, y no en el ansia del resultado que nos esclaviza. Y en algún momento de su reflexión, sugiere que no hemos puesto la misma energía en nuestra transformación personal, que la que pusimos en la construcción del Movimiento. Y que el cambio mental, la conversión hacia un sentido de vida trascendente, que está propuesto en la Mirada Interna y el Mensaje, es de una envergadura que requiere en este momento, una prioridad central.
Y nos volvimos a reunir ya iniciado el nuevo siglo, de nuevo a los pies del monte Aconcagua. “Hemos fracasado, rebotaban esas palabras en las paredes de las montañas, ¡pero insistimos!, porque volamos en un pájaro llamado intento, que vuela por encima de las frustraciones y pequeñeces”. A partir de allí iniciamos las profundas transformaciones en las que estamos comprometidos todavía hoy: El Movimiento termina su organización jerárquica para convertirse en comunidades paritarias y coordinadas, desarrollando el nuevo humanismo universalista; por todos los continentes nacen los Parques de Estudios y Reflexión para transmitir la experiencia de Fuerza; las comunidades del Mensaje abren un camino hacia la interioridad, despertando un sentimiento religioso sustentado en la libre interpretación y libre organización, y unos pocos especialistas desarrollan para sí y para otros los procedimientos para acceder a la experiencia trascendental.
Hemos fracasado, pero el intento de humanizar el mundo sigue acicateando nuestros corazones y esta construcción que realizamos junto a Silo, está aquí, está ahora, se plasmó en el paisaje humano para abrir el futuro, hacia donde la humanidad ya avanza.
Gracias».
Para concluir, Juan Guillermo Ossa nos entregó su testimonio de vida y fue cerrando el encuentro que se realizó a sala llena.
Acá la grabación del evento: