Publicación original: Comisión de la Verdad
La periodista Ana Cristina Restrepo habló con la Comisión de la Verdad sobre la necesidad de una reforma rural integral y de poner el reflector en el despojo de tierras en las ciudades y en las verdades de las mujeres campesinas.
Hablemos de Verdad es un espacio que amplía las conversaciones necesarias alrededor de la tarea de la Comisión de la Verdad. En este espacio, diferentes voces nacionales hablan sobre lo que espera el país del informe final, las verdades que se necesitan, los retos para construir un relato nacional sobre el conflicto armado y la verdad para otros futuros posibles. Si bien las personas entrevistadas contribuyen a un debate amplio y pluralista, sus respuestas no son reflejo de la posición de la Comisión de la Verdad.
¿Cuál cree que es hoy el reto de la Comisión de la Verdad?
Ana Cristina Restrepo: Hoy la Comisión de la Verdad enfrenta varios retos. En primer lugar, la pandemia, que les impide ir a los territorios. No solamente se trata de entrevistas individuales, sino colectivas, y para el contacto humano, para llegar a ese nivel de confianza o de interacción con las fuentes, es fundamental la presencialidad. En segundo lugar, estoy de acuerdo con el comisionado Alejandro Valencia en cuanto a la manera oscura en que se ha manejado la información reservada. La Comisión de la Verdad no puede esperar el mismo tiempo que cualquier ciudadano para acceder a una información, ni someterse a la misma burocracia. La Comisión hace parte de un sistema de justicia transicional, y debe tener prelación. Creo que esas distintas maneras de obstaculizar con las que se encuentra es un gran reto. En tercer lugar, está el riesgo de que se pierda información que ya hay en archivos. Es urgente que las gobernaciones y las alcaldías se pongan pilas en eso, fijarse dónde hay acervos de información que pueda estar en riesgo por procesos como el deterioro natural de los años, del clima, la humedad. El ejemplo claro es lo que pasó con las bitácoras del Salón del Nunca Más del municipio de Granada, en el oriente antioqueño.
¿Qué piensa del diálogo social que promueve la Comisión de la Verdad en torno al reconocimiento y la no repetición, como lo que viene pasando con el secuestro?
Ana Cristina Restrepo: Yo creo que por la polarización en que está el país en este momento, tiene una importancia singular que sean públicas estas audiencias y conversaciones, en la medida en que no se esté poniendo en riesgo la vida de las víctimas. Eso genera confianza. No hablo de una polarización actual, no tiene que ver con el proceso de paz; esta es una polarización que viene, claramente, pasando el gobierno de Andrés Pastrana y entrando el gobierno de Álvaro Uribe, y se profundizó con el proceso de paz. En ese contexto, la Comisión de la Verdad tiene que saber que es la comisión para todos, para los que votaron sí, para los que votaron no y para los que ni siquiera sabían que hubo plebiscito para los acuerdos de La Habana. Para generar confianza y resolver dudas, es fundamental tener acceso a los procesos y a la información. Yo veo a la Comisión como un instrumento viable para desactivar un poco ese nivel tan profundo de polarización, para mostrarle a la gente que la verdad es una construcción, que la verdad no es una sola; son muchas las verdades de las que vamos a hablar. Ahí hay una oportunidad muy importante de tener contacto con todos los lados y tratar de mostrar que es una construcción colectiva, bajarle al rumor de la politización de la Comisión, mostrar que es un mecanismo abierto. Finalmente, en el diálogo social creo que es definitivo el contacto entre los comisionados y los pequeños circuitos de relatos que han sido tan difíciles de consignar o de recopilar de otras maneras, es decir, en despachos judiciales o a través del periodismo, porque también hay otras formas de consignar la verdad: diarios, escuelas públicas, los relatos de los niños. Es decir, hay muchas formas de relato que merecen ser miradas.
¿Cree que la manera de contar la historia tiene alguna incidencia en que no persista el conflicto armado?
El periodismo tiene una divulgación muchísimo más amplia que algunas formas de historia. Los libros de historia y los textos históricos muchas veces se quedan en bibliotecas o en anaqueles, sin que tengan la gran difusión que puede tener un programa radial, de televisión o un documental. El reto es contar el proceso profundo de la Comisión, porque nadie se da cuenta de todo el trabajo que hay de un montón de personas para que una sola persona pueda hablar, que no fue que esa persona llegó y de un momento a otro quiso hablar. La manera en que se cuenta algo también está relacionada con la capacidad de incidir, y los periodistas tenemos que incidir no solamente en los de un lado o los del otro, sino con incidencia real: tratar de hablar para todos, que no quiere decir asumir un papel neutral, pues tenemos la claridad de que lo que se está haciendo es por las víctimas. Yo creo que, ante todo, el periodismo debe ser explicativo y decir: “mire, esta es una víctima así sea un ganadero, un señor rico, pero es una víctima por esto; este señor es un reclamante de tierras, es una persona que vive en una casita y es una víctima por esto”. A través de esas explicaciones podemos llegar a entender de una mejor manera el conflicto, y que en el largo plazo pueda entenderse mejor cuál es el conflicto que hemos vivido, porque no es solamente achacar culpas. Más importante que señalar responsabilidades es tener ese relato de qué fue lo que pasó, para que esas dinámicas no vuelvan a repetirse, tratar de aprender de lo que no hemos hecho bien.
¿Cuáles crees que son las verdades que necesita Medellín? ¿Dónde poner el reflector?
Ana Cristina Restrepo: Hay un asunto del que no se habla mucho en las ciudades: es la tierra, porque no hemos comprendido a fondo los mecanismos de desplazamiento en las ciudades. Por ejemplo, en el centro de la ciudad hay despojo de tierras. Hay lugares en el centro que, en una época, eran maravillosos y empiezan a volverlos especies de sanandresitos o nichos de droga, empiezan a deteriorarlos precisamente para que los residentes de muchos años se vayan y otro tipo de comerciantes lleguen a tener esas tierras. Siempre hablamos de restitución de tierras en el territorio rural y poco lo pensamos en lo urbano. El centro de Medellín y partes de la periferia han tenido un proceso de despojo de tierras impresionante. Por otra parte, creo que hay una verdad que todavía está por revelarse con respecto a la comunidad LGTBI, sobre esas dinámicas que empezaron a ser mucho más visibles desde los años sesenta y que han cobrado la vida de muchas personas. Y yo creo que hay una última deuda: escudriñar en las dinámicas que han funcionado en la instrumentalización de niños. Desde el frente de la criminalidad, eso viene desde Pablo Escobar, se usa a niños sicarios para evitar la sanción o la penalización de los mayores. En segundo lugar, están la prostitución de menores de edad y todas las mecánicas que están vinculadas a bandas criminales mayores, incluso circuitos internacionales de explotación de menores de edad, que tienen a Medellín como uno de sus sitios principales, no solamente con pornografía infantil online sino también con trata de personas, y que creo que tienen un vínculo directo con las desapariciones de niñas. En tercer lugar se encuentra la utilización de niños con fines de mendicidad, fenómeno que las alcaldías han tratado de moderar, pero uno se da cuenta de que con la pandemia y los fenómenos migratorios otra vez está usándose y agudizándose en las calles.
¿Qué se imagina sobre el informe final?
Ana Cristina Restrepo: Hay gran expectativa, porque se piensa que se va a descubrir qué es lo que ha pasado en los últimos 50 años. Yo creo que hay que moderar un poco esas expectativas. Esperaría que esos patrones que muestran formas de operación de ciertos sectores sean develados, pero también que eso sirva para que la justicia esté al tanto; es decir, que sepa que eso está sucediendo con esos sectores que han sido victimarios. En segundo lugar, yo creo que debe tener un contenido que muestre con claridad por qué tiene que haber una reforma rural integral. Que se entienda claramente por qué, por ejemplo, al gobierno actual pareciera que le doliera la participación política de las Farc en el Congreso, cuando, creo yo, lo que está debajo es que tratan de obstaculizar el cambio de la situación de las tierras en Colombia, que ha sido la gran causa del conflicto. Por otra parte, debe haber un foco en las mujeres del campo; ellas son las que más han sufrido, pienso yo, la guerra, no solamente por estar lejos de los centros de poder y estar sometidas a todas las formas del machismo y la exclusión, sino porque ellas son las que menos deciden en este país. Si uno se pone a mirar las personas que menos tienen posibilidad de decidir en este país, son las campesinas, aun menos que personas que han sufrido exclusiones tan fuertes como la población LGBTI. Por ejemplo, la población LGBTI que está en las ciudades por lo menos tiene ya algunas redes de conversación o de expresión, mientras que en sitios muy apartados hay mujeres campesinas que están completamente solas. Finalmente, este informe tiene que ser un llamado de atención muy fuerte, tiene que tener unos parámetros muy fuertes, para que le muestre a la clase política cómo ha estado completamente desconectada durante años de las reformas más profundas que requiere este país. Se han estado concentrando en conversaciones muy urbanas; creo que la conversación de los medios de comunicación, de los libros, de las historias que estamos contando, todas las conversaciones, son profundamente urbanas. Y por eso el país rural está solo, porque nos hemos preocupado mucho por develar y descubrir lo que pasa en las ciudades, cuando la soledad y lo más duro del conflicto está en el campo. Entonces, yo lo que espero es que sea un jalón de orejas fuerte a los políticos, a su inoperancia y a su desconocimiento del sector rural, y que se presione para que haya cambios en la manera en que se distribuye la tierra en este país.
Terminemos hablando de su libro, que es muy cercano a estos temas…
Ana Cristina Restrepo: Acabo de publicar un libro con Planeta. Es un libro que escribí con el abogado Santiago Pardo; él escribió un capítulo y yo el resto del libro. Su capítulo es sobre el paso de Carlos Gaviria Díaz por la Corte Constitucional. El libro se llama ‘El hereje’, Carlos Gaviria Díaz; el prólogo es de Cecilia Orozco. Tiene un vínculo muy bonito con el proceso de paz: una de las fuentes con las que yo conversé es el expresidente Juan Manuel Santos. Yo le pregunté: “expresidente, ¿usted por qué en ningún momento tuvo a Carlos Gaviria en su equipo preparatorio para los acuerdos de paz?” Él me contestó que creía que Carlos Gaviria estaba por encima del bien y del mal, que estaba por encima de todo eso, y este diálogo era un proceso de trabajo intenso en La Habana, Cuba; pensaba que de pronto Carlos Gaviria ya estaba en otro momento de su vida. Pero yo creo que un personaje como Carlos Gaviria Díaz es definitivo en lo que se discutió en el proceso de paz. No solamente creo que él siempre hubiera estado de acuerdo con los diálogos y hubiera hecho una crítica constructiva muy importante; también habría buscado una sociedad de hombres y mujeres libres, que pudieran convivir en igualdad de condiciones. Creo que eso es lo que busca el Sistema de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, y fue la lucha de Carlos Gaviria Díaz durante toda su vida.