Publicación original: Misión de Verificación de la ONU en Colombia
A sus 29 años, Emilio Perlaza ha vivido 3 vidas distintas. Una en las FARC, otra en la cárcel y ahora escribe el capítulo más importante: su vida después del conflicto armado del que fue parte.
Emilio pasa sus días entre los cultivos de plátano, yuca y coco; la pesca; y los globos, el pegante y los materiales reciclables. Es un campesino y artesano que trabaja para conseguir el sustento para su esposa y sus 5 hijos, pero no siempre fue así. Nació y creció en la vereda Palmareal del municipio de Tumaco, en Nariño, y como muchos jóvenes, también tenía muchos sueños y aspiraciones pero pocos recursos para cumplirlos. Prestó servicio militar como reservista y salió con papel de recomendación por su buen comportamiento. Nada de esto le sirvió para acceder a un empleo digno y en esta búsqueda se encontró con la alternativa de hacer parte de la antigua guerrilla de las FARC. Al tomar este camino su vida cambió y terminó en la cárcel.
Si bien al entrar en la cárcel parece que la vida puede terminarse para muchos, para Emilio fue allí en donde apareció una oportunidad. Aprendió el oficio de la artesanía con materiales reciclables y al salir de allí y vincularse al proceso de paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC, a pesar de la incertidumbre sobre el futuro, surgió la esperanza de un nuevo cambio de vida para él y sus compañeros. Además, encontró el apoyo de su compañera de vida y de su familia y se fueron juntos a vivir al que es hoy el antiguo Espacio de Capacitación y Reincorporación (AETCR) de La Variante, en zona rural de Tumaco, en donde aún permanecen junto a sus 5 hijos.
Su vida lejos del temor a ser perseguido o encarcelado le ha permitido dedicarse a las labores del campo y a buscar una alternativa económica en la creación de artesanías.
“Con la guerra no podía estar
uno por ejemplo charlando con
ustedes, acá he tenido un cambio
para bien”, dice Emilio.
“Con la guerra no podía estar uno por ejemplo charlando con ustedes, acá he tenido un cambio para bien”, dice Emilio. Sus hijos estudian en la escuela de la vereda y en épocas de pandemia ha tenido que aprender a su lado. “La profesora les manda los trabajos para la casa y le toca a uno como papá, ver cómo les explica”, afirma.
Al principio estaba dedicado solamente a las labores del campo, pero hace 6 meses y gracias a la motivación y con el apoyo del equipo de la Misión de Verificación de la ONU se decidió por intentar aplicar lo aprendido durante su tiempo privado de la libertad. Ahora, luego de regresar de trabajar la tierra y con la pesca del día, se dedica a desmechar papel y con paciencia ir pegando en globos, cortar platos desechables y botellas, y empapelar, lijar y construir con sus manos jarrones, fruteros, repisas y figuras decorativas con materiales reciclables.
La construcción de cada pieza lleva mucho trabajo y debe esperar con paciencia para que se seque bien cada artículo para proceder a decorarlo. “El decorado es lo que más influye a la hora de la venta. Si tiene buen decorado, se vende fácil. Yo en eso si tengo todavía cosas que aprender y por eso estoy pidiendo apoyo a otro compañero excombatiente que es un artista, para que me ayude a decorar las piezas y así venderlas mejor”, cuenta Emilio entre risas.
El interior de su casa está lleno de piezas que ha construido con sus manos y con las que da un toque hogareño a la rústica vivienda. Allí con jarrones, conchas pintadas a mano y fruteros decorados con coloridos motivos, se ambienta la casa que comparte con su familia. Afuera, seca el pescado que ha traído de su jornada de trabajo y tiene para la venta, mientras espera que haga buen clima para que se sequen los jarrones que ya tiene confeccionados, para poder lijarlos y ponerles las resinas que sellan los materiales
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Este trabajo tarda en dar frutos, pero él espera con paciencia y persistencia que su negocio despegue. A todos quienes visitan el AETCR les ofrece sus productos y les muestra su voluntad por salir adelante con su trabajo y esfuerzo. Ha vivido de cerca las dificultades, la desigualdad y no quiere que sus hijos sufran lo mismo. “La guerra me dejó este oficio, espero ahora que eso me sirva para sacarlos adelante a ellos y que tengan una vida mejor”, concluye Emilio.
Nadya González
Oficial de Información Pública – regional Pasto
Misión de Verificación de la ONU en Colombia