Las traiciones de la Corona y la urgente necesidad de convocar un referéndum sobre la forma de gobierno que nos queremos dar en el actual Reino de España
Parafraseando al todavía rey Juan Carlos I (aunque emérito, rey aún por muy increíble que parezca), cuando se atrevió a decirle al presidente electo Hugo Chávez “¿Por qué no te callas?” durante la XVII Cumbre Iberoamericana (10/11/2007), hoy hemos de decirle a su hijo ¿Por qué no se calla, Majestad?, ya que cuando habla se permite no solo dar clases de algo que desconoce su conducta y su cargo de privilegio sino que además, al hacerlo, expresa su traición reiterada a las instituciones democráticamente elegidas y, por tanto, al pueblo.
Hablamos de traiciones, sí. La primera gran traición es la propia existencia de la institución que encabeza y representa. Una institución que basa su continuidad en ser “hijo de” es, en sí misma, antidemocrática.
Monarquía es incompatible con democracia. Si en una democracia el poder reside en el pueblo que lo ejerce directamente o a través de sus representantes elegidos, dígame ¿quién lo eligió a usted? Se puede argumentar que en 1978 se eligió una monarquía como forma de gobierno en España y, con ello, a su padre… pero usted ni siquiera cuenta con tal aval. Por cierto, ¿No renunció a la herencia de su padre? La Ley en España dice que si alguien renuncia a una herencia, renuncia a toda no a una parte de la misma. Entonces, ¿qué juego es éste?.
Visto lo visto con su progenitor, tal vez le gustaría que pasáramos de puntillas sobre su figura pero no, no lo haremos, porque es otra de sus traiciones y de quienes por motivos desconocidos y/o inconfesables utilizan la “justicia” para proteger a su familia y, por ende, a la Corona, o sea a los intereses particulares de unos y otros… y ello en contra de la democracia y del pueblo entero. Su padre es un fugado de la justicia que ha sido apoyado por todos los poderes para salir del país… esta es otra gran traición a la justicia y como consecuencia al pueblo, de la que usted es uno de los protagonistas principales.
Ahora bien, no han sido las únicas traiciones aunque enumerarlas aquí sea imposible. Todavía recordamos cuando hace tres años, después del 1 de octubre de 2017 que produjo una herida difícil de curar entre Cataluña y España, en un discurso televisivo usted se colocó del lado de los victimarios y olvidó a las víctimas.
Hace unos días, tampoco soportó que aquellos territorios se le volvieran en contra y no quisieran recibirlo y, entonces, saltándose la decisión del gobierno central, a quien se supone debe acatamiento, hace una llamada a uno de sus necesarios apoyos en el poder judicial que no duda en hacerla pública. Se repite en la familia, y una vez más, eso de creerse por encima del bien y el mal, de estar por encima del bien y el mal.
Qué torpeza y qué traición, Majestad, siempre del lado de lo más conservador, cuando no fascista de este país.
Pero volvamos sobre la Constitución que le ampara y que pareciera le hace creerse infalible. En el artículo 1.3 de la misma se dice que España se constituye en una monarquía parlamentaria.
Seamos honestos. Monarquía parlamentaria es un juego de palabras contradictorio, sucio, trilero. Es un modo de legitimar como democrática una institución que no puede serlo, como decíamos, por su propia esencia. Como bien sabemos, fue un modo de que quienes detentaban el poder durante la dictadura franquista siguieran beneficiándose del mismo, cambiando de traje a cambio de invitar al banquete a algunos comensales que les sirvieran para lavar y legitimar su imagen.
Es imprescindible y ya urgente cuestionar la constitución del 78, a la cual algunos dijimos NO, conscientes de que tal posición resultaba sospechosa especialmente a los advenedizos demócratas. El voto útil, por cierto, siempre es traición a la propia conciencia y, por ende, al cuerpo social.
Si no queremos seguir manteniendo esta democracia representativa del poder de unos pocos, si no queremos seguir entregando nuestro poder a una minoría que nos quita lo que es de todos, si queremos democracia real de verdad, necesitamos formas de elección directas y permanentes, comenzando por un referéndum en el que elijamos la forma de gobierno que nos queremos dar y siguiendo con un proceso constituyente (o viceversa) construido desde la base social para desarrollar formas de participación directas, fáciles de implementar hoy dados los enormes avances tecnológicos.
Necesitamos un referéndum y una nueva Constitución, en síntesis. Necesitamos decidir sobre la forma de gobierno que queremos. E intencionadamente no hablo de Estado; un modo de organización el estado moderno que cada vez tiene menos capacidad de decisión y es más títere de los grandes poderes económicos.
Pero sobre todo esto, Majestad, usted nada sabe o así lo manifiesta desde su posición interesada. Así es que ¿Por qué no se calla, Majestad?, mejor ¿Por qué no se marcha, Majestad?