Nigeria, que ahora es la economía más grande de África por su PIB, es también el Estado más poblado del continente. Su independencia es contemporánea a la de las antiguas colonias francesas y al antiguo Congo Belga. Su historia ha estado marcada por episodios de violencia política entre regímenes civiles y militares, todo dentro de un contexto de desarrollo de la economía petrolera y un fuerte crecimiento de las desigualdades sociales y territoriales.
Pressenza entrevistó a Amzat Boukari-Yabara, doctor en historia por la EHESS y activista panafricanista, para hacer un balance de esta evolución. Hoy analiza el papel del ejército y el estado de la economía.
Regímenes militares
Entre 1966 y 1979 y luego entre 1983 y 1999, Nigeria estuvo gobernada por dictaduras militares. ¿Por qué la democracia tarda tanto en arraigarse en el país?
Se debe tener en cuenta que ya hubo experiencias democráticas africanas antes de la colonización; que Nigeria tuvo elecciones incluso antes de la restauración de su soberanía en 1960 y finalmente, que cierta vida democrática ya estaba organizada de manera independiente del poder británico bajo la colonización. Una hipótesis es que la independencia marcó paradójicamente un declive de la democracia al crear el culto al poder, el culto al líder y la competencia política por encima del interés general. Estas son las mismas personas que tenían sus tradiciones políticas y democráticas antes y después de 1960, pero lo que está en juego ha cambiado. Otra hipótesis es la decisión de los líderes políticos nigerianos de inspirarse en un modelo democrático resultado de una herencia colonial inadecuada a las concepciones políticas locales, cuando era posible construir otra definición de democracia.
Los golpes de Estado de 1966 y la guerra de Biafra hasta 1970 llevaron al asesinato o exilio de la mayoría de los líderes políticos presentes al momento de la independencia. Las circunstancias muy peculiares de la secesión de Biafra llevaron a Nigeria a abandonar el sistema de gobierno civil en favor de un gobierno autoritario. Parece que parte de la población no apoyó el juego de los políticos a menudo corruptos y en Nigeria, como en gran parte de África, los regímenes militares que llegan declarando que quieren restablecer el orden en los asuntos de la nación son a menudo bien recibidos por la población. Muy a menudo, imponen orden y disciplina, pero desarrollan un gusto por la gestión del poder. Los golpes de Estado de 1966 hicieron que el poder político fuera frágil y dependiente del poder militar. Se trata, por tanto, de oficiales que animaron la vida política del país. Entre los presidentes de Nigeria, hay, por ejemplo, al menos cuatro generales victoriosos de la guerra Biafra (Murtala Mohammed, Olusegun Obasanjo, Ibrahim Babangida, Mohammadu Buhari).
Otro elemento, junto con la eliminación de líderes políticos, es la desaparición o prohibición de los propios partidos políticos. A pesar de algunas propuestas, desde 1966 hasta 1999, los partidos políticos fueron oficiales y reprimidos o clandestinos e impotentes. Debe entenderse que, en el momento de la independencia, los actores políticos nigerianos estuvieron de acuerdo con los elementos esenciales de la política a seguir. Nigeria no ha producido un régimen de partido único ni un régimen partido-Estado. Este país no produjo Mobutu, Bongo, Eyadema, es decir individuos que acabaron la vida política de su país durante treinta años creando una dinastía o un culto a la personalidad. Había una gran élite política en Nigeria, al igual que en el vecino Benín y los líderes políticos buscaban destacarse en dos niveles, ya fuera por su ideología o por el regionalismo. Cada líder busca así apoyarse en su grupo y en su región para distinguirse de los demás porque al final, todos están en la misma línea.
Este es un punto complejo que se puede encontrar en la actualidad en el sistema bipartidista de Nigeria. De alguna manera éste es el sistema que prevalece en la mayoría de las antiguas colonias británicas, con un juego político dividido entre un ala de centro izquierda y un centro de derecha, un ala «social-liberal» y una ala «socialdemócrata». El marxismo y el socialismo, por otro lado, no quedaron atrapados en la política nigeriana, que aboga por un enfoque liberal facilitado por el modelo federal, descentralizado y autonomista. La política de desarrollo también se basó en el boom petrolero, de manera que los militares se convirtieron en administradores de la renta petrolera. Si bien su toma del poder a veces se justificó por el deseo de arrestar a políticos corruptos, está claro que, bajo las juntas militares, la corrupción aumentó aún más.
En 1993 se llevaron a cabo elecciones presidenciales entre los dos únicos partidos autorizados, el Partido Socialdemócrata (PSD) y la Convención Nacional Republicana (CNR). La campaña se realizó bajo estilo estadounidense, con convenciones masivas y millones de dólares invertidos. El magnate de la prensa, controvertido multimillonario y figura panafricanista, el líder musulmán sureño Moshood Abiola, conocido como MKO, estuvo por delante de su adversario, otro multimillonario musulmán pero nordista.
Se debe saber que un acuerdo tácito indicó que el poder debía girar con cada cambio de régimen entre el norte y el sur, es decir, entre cristianos y musulmanes. En el caso de un presidente musulmán del norte, un vice Presidente cristiano del sur; excepto que Abiola era tanto sureño como Yoruba, pero de la minoría musulmana yoruba. Los líderes musulmanes del norte creían que es el norte el que debe gobernar, independientemente de si Abiola era musulmán. Estas alternancias se volvieron tácitas para mantener la unidad territorial y seguir involucrando a todas las regiones y pueblos nigerianos en el interés nacional. Por lo tanto, Abiola planteó una jurisprudencia, especialmente porque gozaba de un apoyo popular ambiguo.
Sin embargo, la junta del general Babangida canceló la elección y Abiola se proclamó vencedor. Por lo tanto, fue arrestado y encarcelado en Lagos. El general Sani Abacha asumió el poder en noviembre de 1993; se distinguió por malversar enormes sumas de dinero que estaban luchando por devolver al pueblo nigeriano. Al mismo tiempo, las poblaciones Ogoni que se levantaron contra Shell en el delta del Níger fueron objeto de una represión en complicidad con el gobierno que hizo arrestar, torturar y ejecutar a varios activistas, entre ellos el escritor Ken Saro-Wiwa. Nigeria cayó en una especie de «leyenda negra» en la prensa internacional. Su regreso al sistema político democrático –en realidad, la democracia significa sobre todo el retiro de los militares de los asuntos políticos– se produjo a fines de la década de 1990, en un momento en el que el país, excluido del Commonwealth y boicoteado, parecía estar al borde del abismo.
El general Sani Abacha, muerto en junio de 1998 y Abiola, liberado de prisión poco después, también falleció misteriosamente a los pocos días mientras participaba en conversaciones sobre la transición democrática. Otro general, Abubakar, es quien se encargó de la transición que dio paso a una Cuarta República, inaugurada con la elección de Olusegun Obasanjo, un ex general que había dirigido una junta y que se convirtió en civil. Con un vicepresidente norteño y musulmán, Obasanjo cumplió sus dos mandatos y Umaru Yar Adua, hermano de un general que conquistó Biafra, lo sucedió en 2007.
Sin embargo, Yar Adua no duró mucho en el poder debido a una enfermedad que le ocasionó la muerte. Su vicepresidente Goodluck Jonathan, sureño y cristiano, asumió el poder, mostrando así la solidez de las instituciones. Jonathan, el primer presidente verdaderamente civil en décadas, ganó las elecciones presidenciales de 2011 en circunstancias muy confusas. De hecho, los líderes del norte que creyeron que Jonathan, de facto, había cumplido el mandato del norteño Yar Adua, creen que debería haberse retirado a favor de un candidato del norte. En 2015, la elección del presidente Mohammadu Buhari, también ex general al frente de una junta, restableció el equilibrio y, sobre todo, marcó la primera alternancia entre los dos partidos, con la victoria del Congreso de los Progresistas (APC) sobre el Partido Democrático Popular (PDP).
Se debe entender que el sistema político de Nigeria es probablemente el más sofisticado de África. Básicamente, en cada uno de los 36 Estados que componen Nigeria, los votantes eligen por sufragio universal 774 gobiernos locales con supervisión de los tribunales civiles, penales y consuetudinarios, así como de los tribunales de la Sharía, que pueden ser intervenidos en los doce Estados del norte. En cada Estado, se elige un consejo de gobierno local y un presidente del consejo para administrar la política del gobierno local.
Al mismo tiempo, cada Estado elige a su gobernador, quien nombra un gobierno estatal, el cual propone leyes que son aprobadas por la asamblea estatal unicameral que también es elegida por sufragio universal. La asamblea estatal tiene entre 24 y 40 funcionarios electos que también pueden proponer leyes, pero que sobre todo deben votarlas antes de la firma del gobernador. Este último puede ser objeto de un procedimiento de impedimento por parte de la asamblea estatal pero al mismo tiempo, designa a los presidentes y jueces que integran el Tribunal Superior del Estado, los tribunales de apelación de la Sharía y el derecho consuetudinario, tribunales de apelación que están por encima de los tribunales que dependen de los gobiernos locales.
Por último, los votantes eligen por sufragio universal al presidente de la República Federal de Nigeria, quien luego nombra a los ministros, presidentes de agencias ejecutivas, presidentes y jueces del Tribunal de Apelación, el Tribunal Superior Federal y los Tribunales Federales de Apelación de la Sharía y el derecho consuetudinario que están por encima de los tribunales de los Estados federados. En la parte superior del poder judicial se encuentra la Corte Suprema. En total, los votantes eligen por sufragio universal a 109 senadores y 360 diputados del parlamento bicameral que proponen y votan por las leyes federales sometidas a la firma del presidente, este último, jefe de Estado y jefe de gobierno, quien también puede ser objeto de un procedimiento de impedimento.
Estos mecanismos esquemáticamente resumidos hacen de la vida política de Nigeria una de las más dinámicas de África debido al sistema federal que otorga a las poblaciones muchas instancias de representación; sin mencionar la gestión política realizada a nivel de jefaturas tradicionales, en grupos, cultistas u otras organizaciones de la sociedad civil bien desarrolladas. Sin embargo, es una vida política muy americanizada, con toda una potencia del dinero, una prensa sensacionalista y un papel igualmente importante para los círculos religiosos y la diáspora.
La economía
Hoy en día, Nigeria es la economía más grande de África. Esto se basa principalmente en el petróleo. Sin embargo, los beneficios derivados de su explotación están muy mal distribuidos. ¿Qué es lo que ha obstaculizado el desarrollo de una economía diversificada y una redistribución justa hasta la fecha?
Nigeria y Sudáfrica compiten por tener la economía más grande de África, pero Nigeria es de todos modos el país más grande de África, el mercado más grande para productores y consumidores, el mayor desafío económico africano. El poder central organiza la redistribución sobre la base de un mecanismo de asignación presupuestaria entre el gobierno federal, el gobierno local y las comunidades. Las cifras oficiales son bastante sencillas de encontrar y el presupuesto nacional se distribuye en un rango de aproximadamente 52% en el gobierno federal, 26% entre los 36 Estados federados y el resto en las 774 zonas de gobierno local.
Nigeria es el mayor productor de petróleo del África subsahariana, seguido de Angola, Gabón y Congo-Brazzaville. Su economía depende en gran medida de este recurso y el país sufre la falta de diversificación. El boom petrolero ocurrió en la década de 1970 y en realidad financió el desarrollo y la infraestructura del país. Esto también significa que las infraestructuras son ahora viejas y requieren un amplio programa de renovación que se está implementando poco a poco particularmente en el sector de la ingeniería petrolera, causando la mayor crisis ambiental del mundo en el Delta del Níger. Con el crudo fluyendo hacia la naturaleza desde los oleoductos, cuando no se trata de explosiones trágicas dirigidas a personas que intentan desviar los tanques.
La dependencia de los precios del petróleo significa que los ingresos del gobierno son siempre inciertos y, por lo tanto, el crecimiento se ve afectado mecánicamente. El país también depende de una buena clase media que impulsa el consumo y de una élite pequeña y extremadamente rica con muchos multimillonarios, incluido Aliko Dangote, el hombre más rico de África. Por lo tanto, el sector bancario de Nigeria tiene una buena base y se sabe que el país es un «negocio amigable» a pesar de la corrupción que puede inflar un presupuesto en un 10%.
La dependencia del petróleo, de nuevo, dificulta las perspectivas sólidas y las previsiones pueden pasar fácilmente de muy optimistas a muy pesimistas. Al mismo tiempo, se abandona el sector agrícola, lo que genera desequilibrios estructurales. Por lo tanto, los ingresos petroleros son vitales para pagar las importaciones de alimentos y bienes de consumo, con el fin de llenar el vacío en la soberanía alimentaria. Sin embargo, Nigeria ha puesto en marcha una serie de programas para desarrollar su sector agrícola, industrial y energético. El país se enriquece cada vez más, pero la renta per cápita, después de haber experimentado una evolución, tiende a estancarse o incluso a retroceder.
Algunos invocan la demografía que ahogaría los buenos resultados económicos e impediría una redistribución eficiente de los recursos en beneficio de las poblaciones. Se esperó que Nigeria se convirtiera en el tercer país más poblado del mundo detrás de China e India con 400 millones de habitantes a finales de siglo, el doble de la población actual. El problema es general, debemos construir hospitales, escuelas, universidades, infraestructura, crear puestos de trabajo para una mano de obra en crecimiento y sobre todo muy joven. La demografía se ha convertido así en uno de los criterios para cualquier análisis de la economía nigeriana. Tampoco olvidemos que Nigeria ha sido el país estrella de las políticas neoliberales que facilitaron la inflación anual regular del costo de vida, particularmente en alimentos, vivienda, electricidad, agua, transporte, educación o salud y que a menudo son estas mismas políticas las que señalan el “problema demográfico”.
Otro aspecto tiene que ver con la política monetaria de Nigeria, que tiene su propia moneda, la naïra. Es una moneda inconvertible y, por tanto, el mercado nigeriano absorbe el dólar y el euro, además de ser la primera plataforma de cambio no oficial del franco CFA. Este sistema cambiario tan complejo, sumado a la corrupción, a veces asusta a los inversionistas, pero al mismo tiempo está perfectamente diseñado para reducir la fuga de capitales que se registra desde hace décadas. Al mismo tiempo, los sucesivos gobiernos están tratando de recuperar los activos y propiedades colocados por las juntas militares en los bancos suizos.
También debe recordarse que Nigeria representa dos tercios de la economía de toda África Occidental. Durante veinte años, este gigante regional y continental, ha estado en el corazón del proyecto para el establecimiento de una moneda de África Occidental que se llamará ECO, hasta que el presidente Macron lanzó una ofensiva con los otros presidentes de África Occidental al decidir hacer del franco CFA el prototipo del ECO. Esta cuestión monetaria es fundamental porque Nigeria, al tener su propia moneda, debe manejar, a diferencia de los países de la zona CFA, el tema de la inflación y el respaldo al precio del barril. Cuanto más cae el precio del barril, más se deprecia el naïra frente al dólar y más naïra se necesita para comprar en dólares. El desafío es el de una política monetaria que permita erradicar la extrema pobreza, generar empleo y sobre todo mantener la competitividad del mercado nacional en una era de globalización.
El poder de Nigeria también se ve reflejado en la dependencia que impone a sus vecinos. Los nigerianos compran sus suministros de países vecinos y operan la economía informal. El mercado de vehículos usados, repuestos o servicios depende del consumidor nigeriano, que a menudo tiene más poder adquisitivo que el cliente beninés, camerunés o chadiano. En consecuencia, los cierres de fronteras o la depreciación del naïra frente al franco CFA juegan con la vitalidad del comercio transfronterizo. La economía nigeriana, por ejemplo, afecta el volumen de tráfico del puerto de Cotonou, así como en los ingresos fiscales de Benín. La dimensión informal de los intercambios también lleva a los dos gobiernos a luchar contra el contrabando de gasolina, motocicletas o productos alimenticios, sin mencionar el tráfico de medicamentos falsos y las redes de trata de personas. Esta problemática del mercado paralelo no es nueva, pero aún se escapa de los análisis prospectivos.
Ver también:
Hace 60 años, la independencia de un gigante africano, Nigeria – parte I
Traducción del francés por Maria Paula Alvarez