Ayer, en las Naciones Unidas y en un evento online, organizado por las Misiones Permanentes de Austria, Brasil, Costa Rica, Indonesia, Irlanda, México, Nueva Zelandia, Nigeria, Sudáfrica y Tailandia, en colaboración con ICAN, la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares, se anunció que Jamaica y Nauru habían ratificado el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN), con lo que el total ascendió a 49. Hoy, sábado 24 de octubre, Honduras también depositó su instrumento de ratificación, llegando con ello a 50, con lo cual en 90 días, el 22 de enero de 2021, el Tratado entrará en vigor.
Las implicaciones de este Tratado son enormes ya que introduce en el derecho internacional la prohibición del arma más destructiva jamás inventada. Según los términos del tratado, será ilegal que los Estados Partes «desarrollen, ensayen, produzcan, adquieran, posean, almacenen, utilicen o amenacen con utilizar armas nucleares». Además, el Tratado también obliga a los Estados partes a prestar la debida asistencia a las personas afectadas por el uso o los ensayos de armas nucleares, así como a adoptar las medidas necesarias y adecuadas para la restauración del medio ambiente como consecuencia de las actividades relacionadas con los ensayos o el uso de armas nucleares.
Este nuevo elemento de derecho internacional llena efectivamente un vacío legal que se ha mantenido desde el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) de 1970. En virtud de ese tratado, cinco Estados -los Estados Unidos, la Federación Rusa, China, Francia y el Reino Unido- fueron reconocidos como potencias nucleares y todos los demás países fueron presionados para que renunciaran a los programas de armas nucleares a cambio de la promesa de «usos pacíficos de la tecnología nuclear». Sin embargo, el artículo VI de ese Tratado dice:
“Cada Parte en el Tratado se compromete a proseguir negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces relativas a la cesación de la carrera de armamentos nucleares en fecha cercana y al desarme nuclear, y sobre un tratado de desarme general y completo bajo estricto y eficaz control internacional.”
Y los activistas de todo el mundo han estado presionando para que las potencias nucleares cumplan su promesa desde entonces.
Mientras tanto, otras cuatro naciones, que nunca firmaron el TNP (India, Pakistán, Israel) o que se retiraron de él (Corea del Norte), desarrollaron sus propias armas nucleares dejando al TNP en una especie de perpetuo limbo, en el que los cinco estados nucleares originales se niegan incluso a hablar de desarme hasta que los otros cuatro se unan al TNP, después de haber renunciado a sus armas. Esto es algo que claramente nunca sucederá considerando el estado actual de la geopolítica mundial con una tensión constante entre India y Pakistán respecto al estado de Cachemira, entre India y China respecto a su disputa fronteriza, entre Corea del Norte y Estados Unidos en un conflicto que se remonta a la década de 1950, y por último, pero no por ello menos importante, entre Israel y muchos países del mundo árabe.
A pesar de que cada cinco años, los Estados Partes en el TNP se reúnen para evaluar los progresos y planificar nuevos avances, el proceso se ha paralizado por completo como consecuencia de que el tratado nunca ha logrado la adhesión universal que requería.
La única vez que se cuestionó la legalidad de las armas nucleares se remonta a 1996, cuando un grupo de activistas llevó un caso a la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Los jueces de ese caso establecieron que las armas nucleares eran ilegales a menos que la existencia misma de un Estado estuviera amenazada. Este vacío jurídico permitió a los Estados con armas nucleares aferrarse a sus armas.
Ahora bien, el TPAN cambia el panorama jurídico para siempre y es una evolución radical del derecho internacional existente porque elimina este vacío; prohíbe el uso de armas nucleares en cualquier circunstancia.
Tal es el temor que este nuevo Tratado ha generado que, en los días previos a la 50ª ratificación, los Estados Unidos dieron el paso sin precedentes de escribir a todos los Estados partes del TPAN para pedirles que retiraran sus instrumentos de ratificación. Quizás estos sean los últimos estertores de la administración Trump; no obstante, Trump no inventó la dependencia de los Estados Unidos de las armas nucleares, sino que sigue la misma línea que han seguido todas las administraciones de los Estados Unidos desde que Harry Truman fuera presidente.
Es fácil prever que, a medida que más y más naciones se frustren ante la intransigencia de las potencias nucleares, una por una puedan optar por abandonar el TNP y, en su lugar, depositar su fe en el TPAN, que trata a todos los Estados Partes con igualdad y ofrece una vía para que un Estado con armas nucleares ratifique el TPAN y posteriormente emprenda un proceso de desarme.
El nuevo panorama jurídico tendrá sin duda algunas repercusiones en otros ámbitos y, de hecho, ya se han visto tales efectos. Varias instituciones financieras, sensibles a las opiniones de sus clientes, ya se han deshecho de las empresas que obtienen beneficios de la producción de armas nucleares. La campaña «Don’t Bank on the Bomb» ha informado de varias éxitos, en los que los fondos de pensiones y los bancos han dado la espalda a los beneficios de fuentes no éticas. Además, las campañas en los estados con armas nucleares y en los estados (como los miembros no nucleares de la OTAN) que pretenden depender de las armas nucleares para su seguridad, se verán enormemente impulsadas a medida que la estigmatización de las armas nucleares gane terreno como resultado de su ilegalidad, presionando a los parlamentarios para que cambien las políticas de defensa nacional.
Puede que este no sea el mejor tratado del mundo, a medida que más y más naciones se unan, puede ser necesario mejorarlo o incluso reemplazarlo. Ciertamente, el hecho de que el preámbulo consagre el derecho a explotar la energía nuclear a pesar de que es tóxica, de que puede escapar al control humano con consecuencias insondables para el planeta -como hemos visto anteriormente en Chernóbil y Fukushima- y de que es el precursor necesario para extraer el plutonio imprescindible para las bombas nucleares, sigue siendo problemático.
Pero hoy es un día de regocijo y celebración mientras el mundo da un paso colectivo más hacia un mundo libre de armas nucleares. Como dijo Setsuko Thurlow, la superviviente de Hiroshima e incansable defensora en su discurso en la ceremonia del Premio Nobel de la Paz en 2017, «Que éste sea el principio del fin de las armas nucleares«.