Si tuviéramos que mirar más allá de las palabras, es decir a las acciones, no habría duda de que prácticamente todos los políticos estadounidenses, en efecto, han adoptado la visión de Trump / Kissinger de las tropas estadounidenses durante el tiempo que estas tropas han existido.
«¿Por qué debería ir a ese cementerio? Está lleno de perdedores». –Donald Trump, según Jeffrey Goldberg.
«Los militares son animales tontos y estúpidos para ser utilizados como peones en la política exterior». –Henry Kissinger, según Bob Woodward y Carl Bernstein.
Si permitiéramos que el 96% de la humanidad no estadounidense entrara en nuestra visión, sería aún más claro cuán poco valor dan a la vida humana aquellos que libran guerras estadounidenses en las que casi todas las víctimas están del otro lado.
El artículo que Jeffrey Goldberg ha publicado sobre la falta de respeto de Trump a las tropas, nunca menciona y mucho menos objeta, todas las guerras sin sentido que Trump ha estado librando, la guerra contra Afganistán que prometió terminar hace cuatro años, las guerras en Yemen, Siria, Irak, Libia, la muerte y la destrucción interminables que Trump dice no tener sentido pero que supervisa mientras alimenta más guerras, se hizo dramáticamente más probable por sus presupuestos militares y acciones hostiles hacia Rusia, China e Irán, su cancelación de tratados, su expansión de bases, su producción de armas nucleares o sus armas agresivas que tratan con futuros posibles enemigos. El gobierno de Trump gasta mil millones de dólares al año en publicidad y reclutamiento para más de sus «perdedores».
Todo eso es parte de un feliz consenso bipartidista, comprado por la industria de armas y respaldado por los expertos.
Goldberg tampoco menciona la posibilidad de un acercamiento hacia las tropas que murieron en la Primera Guerra Mundial o cualquier otra guerra, que no es ni el disgusto sociopático de Trump ni la celebración de los traficantes de armas. Trump cuestiona la justificación de la Primera Guerra Mundial y ve a cualquiera que arriesgó su vida en ella como un perdedor o un tonto. Goldberg quiere que tal interrogatorio esté estrictamente prohibido por el mandato de adorar a las tropas. Hay otras posibilidades. Por ejemplo, se podría admitir que una guerra fue un desperdicio idiota, sin sentido, pero respetar y llorar a los muertos, incluso pedir disculpas a los muertos por la propaganda que vendió la guerra, por las cárceles que aguardaron a los resistentes, por las cárceles que aguardaron a cualquiera que hablara en contra del reclutamiento, por los injustos medios para evitarla, disponibles solo para los ricos.
Goldberg quiere que crea que no celebrar la participación en la guerra requiere no entender el actuar con generosidad o hacer sacrificios por los demás, pero quienes actuaron mejor por los demás y se sacrificaron más desinteresadamente en guerras pasadas fueron los que públicamente se negaron a participar, se pronunciaron en contra de la participación y sufrieron las consecuencias. Trump también los consideraría perdedores y tontos. Su respeto iría solo a aquellos que se escabulleron y se beneficiaron de las guerras desde la seguridad de sus hogares. Aquellos se ganan mi menor respeto.
Desafortunadamente, la política estadounidense está dominada por solo dos opciones: ser un buen amante de la guerra que pide más militarismo y honra adecuadamente a los engañados o presionados para participar, o ser un buen amante de la guerra que ignora todas las guerras que se están librando y se burla de los participantes por no haber hecho trampa para salirse y volverse ricos.
Ambas opciones, más temprano que tarde, nos matarán a todos. Otra opción no está disponible y no se encontró en Bernie Sanders, pero el hecho de que Sanders tratara a Eugene Debs como un héroe le dice algo sobre lo que resultó ser tan inaceptable en su candidatura. La existencia de Debs y su heroísmo en la Primera Guerra Mundial hace imposible la limitación a dos malas decisiones que Goldberg busca imponernos.
Otro político estadounidense que resultó inaceptable fue John Kennedy, quien dijo: «La guerra existirá hasta ese lejano día en que el objetor de conciencia disfrute de la misma reputación y prestigio que el guerrero disfruta hoy en día».
O hasta ese lejano día en el que los periodistas pregunten a los locos sociópatas en altos cargos por sus opiniones sobre los objetores de conciencia, descubran que la respuesta es «perdedores» y «tontos», y se esfuerzan por generar la indignación apropiada sobre esa posición.
Traducción del inglés por Nicole Mosquera