22 de setiembre 2020. El Espectador
No estoy segura de la resurrección de las personas, pero sí creo que los pactos y los procesos resucitan cuando se los permitimos; cuando algo les da fuerza y oxígeno, así como lo hicieron el 14 de septiembre los integrantes del antiguo secretariado de las FARC, al lanzar el comunicado en el que reconocen el horror cometido y el inmenso dolor causado cuando, por tantos años, tuvieron secuestrada a Colombia.
Por décadas se nos fue la vida pensando en la muerte, y perdimos la libertad en las alambradas. Pero las voces de arrepentimiento y clamor de perdón por parte del antiguo secretariado, son el salvavidas más poderoso para una paz que –además de tener al gobierno en contra–, no sólo pendía de un hilo, sino de la reconstrucción de la verdad.
De la verdad colectiva, la de todos quienes por “pensamiento, obra u omisión”, algo escribimos en este libreto de 60 años de violencia. Todos los que pudimos haber hecho algo más para impedir o atenuar las causas y efectos de la guerra, tendríamos que develar nuestra dosis personal de verdad. Y bienvenidas las audiencias públicas, donde no caben manipulaciones mediáticas, ni ediciones acomodaticias.
La tragedia colombiana no fue sólo responsabilidad de insurgentes, paramilitares y fuerzas del Estado. No fue la asquerosa dinámica del narcotráfico la única que vino a partirnos el país y la conciencia.
¿O acaso de dónde surgieron el plan y el dinero para armar a los civiles? ¿En las bóvedas de quiénes se guardaron los grandes capitales para el tráfico de poderes, votos y fusiles?
Alguien dio el jabón para lavar el dinero sucio. ¿Ningún empresario o ganadero, participó en la concepción y desarrollo de las autodefensas? Tanta organización perversa no sucede a espaldas de todos.
Y por el lado no ilegal, pero sí inmoral, cuando nos acomodamos a la inequidad, convertimos la pobreza extrema de los otros en una derrota prematura. Y demasiadas veces preferimos blindar nuestras puertas, en vez de brindarle al otro un puesto en la mesa.
Entonces verdad sí, pero la de todos.
Y hagamos algo para desarmar los espíritus: No acababan de pedir perdón los exguerrilleros –en un documento al que yo personalmente le creo– cuando las redes empezaron a llenarse de insultos. No puede ser así de pusilánime el legado de nuestra generación. Estamos mal, si lo más creativo que se nos ocurre es subrayar el odio y atiborrar las cárceles, como si eso sirviera para aliviar la memoria o reconstruir la confianza.
Así como he condenado mil veces los crímenes cometidos por insurgencia, paras y Estado, acojo y celebro el comunicado que firmó el ex secretariado de las FARC. Alcanzo a imaginar lo duro que fue escribirlo, y comprendo con el corazón, lo fuerte que resulta leerlo. Pero es el camino. Quizá lo único que pueda salvarnos de la absurda manía de retroalimentar el dolor y la violencia con más de lo mismo.
Sintonicémonos con el resto del planeta: el Movimiento Defendamos la Paz hará el próximo sábado 26 de septiembre la primera conferencia internacional por la implementación del Acuerdo: “El mundo exige paz” y no se va a quedar callado mientras en Colombia la insolencia del miedo y una democracia desdibujada, tratan de mandarnos amarrados a un ancla, al fondo de la violencia.
A la cita del sábado acudirán Premios Nobel de Paz, Naciones Unidas, Notables, constructores de reconciliación, creadores y firmantes de un pacto calumniado en Colombia y alabado en el mundo.
Acompáñenos: Este sábado en La Línea del Medio, #PorLaPazSeremosMás.