La pandemia del Covid-19 y su impacto en la educación ha dejado de manifiesto que la promesa educativa está incumplida. La tragedia es que en vez avanzar hacia cumplir con la promesa, nos estamos alejando de ella.
Pero, ¿qué se entiende por promesa educativa? La educación es una intervención crucial en que el Estado tiene un rol fundamental y la puede implementar de manera directa o en combinación con iniciativas de la sociedad civil para “garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad; y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”. Esta definición de carácter universal que fue adoptada por 193 países en el marco de Naciones Unidas como el Objetivos de Desarrollo Sostenible N°4.
El hecho que nos estemos alejando de la promesa no es solo consecuencia de la pandemia, sino que debido a una deficiente aplicación de política pública que responde más a las presiones de los grupos de interés que a las necesidades de niñas, niños y jóvenes (NNJ) y de la sociedad.
A pesar que hay consenso en que la estimulación precoz es determinante para el desarrollo de las personas, el avance hacia la universalidad en la educación en la primera edad se ha visto limitado por grupos de la sociedad que plantean objeciones ideológicas y valóricas. Argumentan que niñas y niños están mejor en su casa en vez de estar en salas cunas y parvularios y levantan la bandera de la libertad de padres y madres de decidir. Son los mismos estratos sociales que hace un siglo se opusieron a la instrucción primaria obligatoria.
Educación no es sinónimo de enseñanza o aprendizaje de contenidos y lamentablemente es una de las principales confusiones que resultan en la aplicación de políticas públicas educativas. Una cosa es lo que está en el currículo oficial de los ministerios de educación y otra es lo que sucede en las escuelas. Más aún, los incentivos derivados de los resultados de pruebas estandarizadas son perversos y el mayor enemigo de una educación integral. Muchos jóvenes salen hoy de escuelas y liceos desprovistos de las aptitudes mínimas necesarias para la vida.
El bienestar prometido por la educación en siglo pasado, cobra hoy una dimensión diferente de aquella puramente económica. En la meta 4.7 para alcanzar el ODS N°4, se aborda el desafío y se hace la promesa de: “una educación para el desarrollo sostenible y la adopción de estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad entre los géneros, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad cultural”.
Un sistema educativo que imparte enseñanza por vías que agudizan las desigualdades sociales, por ejemplo, reservando mejores condiciones de acceso o mayor calidad a sectores favorecidos o cuando permite la generación de burbujas educativas de elites endogámicas que atentan contra la cohesión social y la valoración de la diversidad, son una realidad que da cuenta que la promesa educativa está incumplida.