El Reino Unido dejó la Unión Europea el 31 de enero de este año. Sin embargo, la relación de comercio entre ambas partes no tendrá cambios hasta el 1 de enero de 2021. En esta fecha expira el período de transición acordado por ambos lados. La presión se siente en el aire mientras se dirigen a su octava ronda de negociaciones para decidir cómo debe ser la futura relación entre las dos partes.
Un breve balance de las negociaciones realizadas hasta la fecha, muestran en qué se diferencian de oras negociaciones comerciales de la UE, y cómo el resultado puede verse afectado.
Por una parte, existe un plazo y el marco temporal es extremadamente apretado. Con frecuencia existe un incentivo político para concluir acuerdos comerciales con prontitud, como fue el caso de la Unión Europea y Japón. Ambos intensificaron las negociaciones para firmar un acuerdo comercial a fin de demostrar su compromiso con el comercio internacional, después de la retirada de Estados Unidos de la Asociación Transpacífica. No obstante, nunca hay un plazo legal.
Por otra parte, el acuerdo comercial entre la UE y el Reino Unido debe decidirse antes de una fecha específica o el Reino Unido simplemente dejará los acuerdos comerciales actuales sin un acuerdo. El Primer Ministro Boris Johnson tenía la posibilidad de pedir una extensión del período de transición, pero decidió no hacerlo, a pesar de la presión de los partidos de la oposición y de las empresas preocupadas por no poder prepararse para los nuevos acuerdos comerciales. Al mismo tiempo, se debía lidiar con los efectos de COVID-19.
Dados los dos meses necesarios para que las instituciones de la UE ratifiquen formalmente el acuerdo, los equipos de negociaciones deben acordar un texto final que debe estar listo para finales de octubre a más tardar. Si bien ambas partes tienen interés en llegar a un acuerdo, no será tan fácil debido a que sus posiciones son muy distantes en muchas de las cuestiones clave.
Entre los puntos de fricción se encuentran el acceso a las aguas de pesca y la cuestión de permitir que el Tribunal de Justicia de la UE arbitre las controversias jurídicas entre ambas partes. También está la delicada cuestión de hasta qué punto los reglamentos y normas del Reino Unido deben coincidir con los de la UE para garantizar lo que se denomina ‘igualdad de condiciones’ entre ambas partes.
Poner trabas en el comercio
Otro aspecto inusual de estas conversaciones es que, incluso si tienen éxito, producirán un acuerdo que hará que el comercio entre las dos partes se dificulte más de lo que ya estaba. Normalmente, una negociación comercial facilita y aumenta el comercio entre las partes negociantes. Incluso si se llega a un acuerdo de amplio comercio, sin aranceles ni cuotas, las dos partes se enfrentarán a nuevas e importantes barreras comerciales el 1 de enero de 2021.
A medida que el Reino Unido abandone el mercado único y la unión aduanera, será necesario que haya controles aduaneros entre el Reino Unido y la UE. También será necesario que haya controles entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte, ya que esta última cumplirá de forma predominante las normas de la UE sobre mercancías, al menos inicialmente.
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Debido a esta dinámica inversa en la que el Reino Unido se aleja de su relación altamente integrada con la UE, gran parte de las negociaciones se centran en cómo minimizar los trastornos causados por la nueva posición del Reino Unido como tercer país. Claramente, un comercio continuo sin aranceles ni cuotas será de gran ayuda. Sin embargo, para la UE esto no puede ofrecerse sin la garantía de que sus empresas no se encontrarán en desventaja para cuando el Reino Unido obtenga la autonomía normativa.
La UE no quiere que el Reino Unido sea capaz de ofrecer una ayuda estatal más generosa a las empresas, pues esto le permitiría reducir la industria europea. También quiere que ambas partes se alineen en materia de seguridad social y protección del medio ambiente. Estas son las áreas donde la UE tiene altos estándares, y su preocupación es que cualquier reducción en el Reino Unido les dará a las empresas británicas una ventaja competitiva. El Reino Unido, sin embargo, no está dispuesto a comprometerse.
No hay un acuerdo al estilo canadiense
A diferencia de otras negociaciones, en las que las soluciones a los impases suelen encontrarse en acuerdos previamente concluidos, estas conversaciones no pueden recurrir a los precedentes del pasado. Aunque la UE ha ofrecido a otros países un acceso a su mercado casi libre de aranceles y contingencias sin exigir los mismos compromisos en condiciones de igualdad. Entre estos países se encuentran Japón, Canadá y Singapur, pero no hará lo mismo con el Reino Unido. Ello se debe a que la ambición general de esos otros acuerdos era avanzar hacia la convergencia reglamentaria. El Reino Unido, en cambio, está buscando la divergencia normativa.
Además, el volumen de comercio entre la UE y el Reino Unido es tal, que cualquier recorte de las empresas de la UE se sentirá con fuerza. Por consiguiente, los negociadores se enfrentan al reto de encontrar una solución a esta situación única de dos socios comerciales que se alejan cada vez más el uno del otro.
Tienen apenas unas pocas semanas para encontrar una solución. Caso contrario, no habrá un escenario de negociación. De acuerdo con los requisitos de la OMC, se aplicarán aranceles y contingencias a las mercancías que crucen la frontera en ese entonces. Los controles fronterizos deberán llevarse a cabo por ambos lados y la carga administrativa para las empresas se incrementará significativamente.
Se necesitará un avance sustancial cuando los negociadores se reúnan la próxima semana para evitar tal escenario.
Beth Daley / Editora y Directora General
Traducción del inglés por Alanissis Flores