Por Rodrigo Arce Rojas*

Como ya se ha expresado reiteradamente las palabras importan (Arce, 2019a, 2019b, 2020). Las palabras en buena cuenta revelan historia, marcos epistemológicos y ontológicos, paradigmas, pero además constituyen una poderosa fuerza con la que se modela la realidad.

Entre los múltiples términos del desarrollo que tenemos que revisar quiero destacar en esta oportunidad dos términos centrales: la palabra recursos y la palabra manejo. Ambas palabras legitiman la ontología disyuntiva que separa el ser humano de la naturaleza y una visión antropocéntrica y utilitaria de la naturaleza (Mastrangelo, 2009). Con la palabra recursos valoramos solo aquello que nos es útil y pierden tal condición cuando dejan de sernos útiles reforzando la idea de su carácter descartable. Con la palabra manejo, cuya concepción deriva de un enfoque mecanicista, se da la idea de gobierno, de control, de sometimiento.

Si recuperamos una ontología de la continuidad en la que nos reconocemos como naturaleza e incorporamos una relación respetuosa entre el mundo humano y el mundo no humano, aunque ambas pertenecientes a la misma comunidad de la Madre Tierra, entonces podemos apreciar que los términos tienen serias dificultades, consecuentemente tienen que ser revisadas.

Una primera propuesta sería que en vez de hablar de recursos naturales podamos hablar de “las bondades de la naturaleza” para describir la situación de generosidad y desprendimiento de la Madre Tierra para sus constituyentes humanos. A su vez hablar de bondades de la naturaleza implica una relación afectiva que plantea se devuelva con la misma actitud de reciprocidad y respeto. De esta manera reforzamos la idea de correspondencia mutua contraria a la relación de dominio, opresión, sumisión. Cuando se habla de recursos naturales como concepto de supremacía humana nos sentimos con libertad para cosificar la naturaleza y legitimar su aprovechamiento o incluso su explotación. Podremos hablar de aprovechamiento sustentable o incluso de conservación de los recursos naturales, pero siempre desde una óptica antropocéntrica y utilitarista. Algunos dirán que es imposible que nos desprendamos del carácter antropocéntrico y utilitarista pues el fin supremo es satisfacer las necesidades de los seres humanos. El problema con ello es que nos sentimos los amos y señores para disponer sobre la vida y el destino de los seres no humanos. Hablar de recursos naturales no nos ayuda a poner de relieve el valor intrínseco de la vida. Los seres no humanos son valiosos simplemente porque son expresiones de vida más allá de cualquier interés humano. Lo importante es recuperar el sentido de comunidad de vida al cual todos pertenecemos como miembros de la gran familia de la Madre Tierra.

Hablar de bondades de la Madre Tierra podría generar acusaciones que estamos haciendo una propuesta antihumanista producto de una biofilia exacerbada e insensata. Nada más lejos de la realidad. Primero porque la biofilia habla de la vida en general y no está sesgado únicamente a la vida silvestre. Tampoco implica que dejemos de intervenir la naturaleza para nuestras necesidades básicas, pero es una invitación para hacerlo con respeto, con cuidado, con permiso. Implica también hacer uso del mejor de nuestros conocimientos (científicos y tradicionales), hacerlo con ética, con un auténtico sentido del cuidado muto. En algunos pueblos indígenas del Perú, y del mundo, ya lo hacen de esta manera y hablan de la “crianza mutua” es decir la Madre Tierra nos cría y nosotros criamos a la naturaleza. En esta misma perspectiva se encuentra la afirmación de los pueblos indígenas que dicen “la tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la tierra” (Van, 2003). Cambiamos la arrogancia por humildad, el sometimiento con mutua liberación y florecimiento.

De otro lado, la idea de manejo tiene como concepto subyacente el dominio con la finalidad de simplificar, controlar y sacarle el mejor provecho que en buena cuenta implica que se convierta en contribución al crecimiento económico. Durante mucho tiempo nos ha parecido lo más normal y racional que así sea. Pero el problema es que con este acercamiento de simplificación de ecosistemas y agrosistemas nos concentramos en el producto a obtener y no valoramos el valor intrínseco de la vida de lo que estamos manejando. Lo controlamos en la medida en que mantenga su capacidad productiva para incrementar rendimientos a favor del interés humano y por eso fácilmente hablamos de productividad y competitividad minimizando el valor de la vida. Incluso apelamos al concepto darwiniano que en la propia naturaleza las relaciones de competencia son las que priman y triunfa el más fuerte. Nos olvidamos que la selección natural no es la única fuente de evolución y que las relaciones colaborativas y mutualistas son muy importantes para el desarrollo de la vida presente y futura. La mejor demostración de ellos es que nosotros mismos, cada uno de nosotros, somos una cooperativa de vida en la que el ser humano, las bacterias y los virus trabajamos colaborativamente para hacer posible la vida humana: Somos holobiontes (Maldonado, 2016).

Amparados por el utilitarismo y la economía conocemos de fisiología, de edafología, de genética y muchas otras materias no tanto por el interés genuino de la vida sino por la motivación que nuestros avances implicarán el desarrollo de productos, el crecimiento de las industrias y el crecimiento económico, pero nos olvidamos del valor intrínseco de la vida. Es entonces que tenemos que recuperar nuestra capacidad de asombro frente a la vida para valorarla, para respetarla. Solo lo que se admira se respeta, se cuida, se ama. Pero no basta decir burlonamente “naturaleza te respeto” sino demostrarlo tangiblemente, con acciones. Devolver bondad con bondad. ¿Nos hemos dado cuenta que tenemos que revisar nuestra relación con la naturaleza?

Referencias:

Arce, R. (6 de marzo de 2019). Las narrativas en la gestión de paisajes forestales sostenibles. (Mensaje en línea). Recuperado de https://www.servindi.org/actualidad-noticias/06/03/2019/las-narrativas-en-la-gestion-de-paisajes-forestales-sostenibles

Arce, R. (31 de marzo de 2019). El papel de las palabras en el mundo del desarrollo. (Mensaje en línea). Recuperado de https://www.servindi.org/actualidad-opinion/31/03/2019/el-papel-de-las-palabras-en-el-mundo-del-desarrollo

Arce, R. (8 de marzo de 2020). Rol del lenguaje en la formulación de las alternativas al desarrollo. (Mensaje en línea). Recuperado de https://www.servindi.org/actualidad-opinion/08/03/2020/rol-del-lenguaje-en-la-formulacion-de-las-alternativas-al-desarrollo

Arce, R. (6 de julio de 2020). Los límites de la razón pura. (Mensaje en línea). Recuperado de https://www.servindi.org/actualidad-opinion/06/07/2020/los-limites-de-la-razon-pura

Maldonado, Carlos Eduardo (2016). Hacia una antropología de la vida: elementos para una comprensión de la complejidad de los sistemas vivos. Boletín de Antropología Universidad de Antioquia, 31(52),285-301. [fecha de Consulta 2 de agosto de 2020]. ISSN: 0120-2510. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=557/55749412019

Mastrangelo, A. V. (2009). Análisis del concepto de recursos naturales en dos estudios de caso en Argentina. Ambiente & Sociedade, XII (2),341-355. [fecha de Consulta 2 de agosto de 2020]. Recuperado de https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=317/31715780008

Van, Juan (2003). La economía andina de crianza; actores y factores meta-económicos. Revista de Ciencias Sociales (Cl), (13),66-73. [fecha de Consulta 2 de agosto de 2020]. ISSN: 0717-2257. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=708/70801306

 

*Doctor en Pensamiento Complejo por la Multidiversidad Mundo Real Edgar Morín de México. Magister en Conservación de Recursos Forestales por la Universidad Agraria La Molina, Perú.