Desde el equipo del aprendizaje intencional de Copehu en Buenos Aires contactamos a la doctora en Enseñanzas de las Ciencias y divulgadora científica argentina, Liliana Lacolla, para consultarle su opinión acerca del aumento de fake news, desinformación y desconocimiento en relación a temas científicos en el contexto actual de la pandemia de coronavirus, donde por ejemplo afloran remedios “milagrosos” como el clorito de sodio como cura mágica.

La necesidad de estar alfabetizados en ciencias y tecnología
en épocas de Covid 19

Liliana H. Lacolla
Dra. en Enseñanza de las Ciencias

El concepto de “cultura general” es bastante vago e impreciso, ha variado a lo largo de las épocas y las comunidades en la cuales se aplica. No hace demasiado tiempo se consideraba que una persona era culta si era capaz, por ejemplo, de decir cómo se llama Bizancio en la actualidad, indicar el nombre del presidente o ministro de algún remoto país, revelar qué estudia la Etnografía o dónde fue asesinado el presidente John F. Kennedy. En la era de Internet ya no es tan frecuente escuchar hablar de la importancia de que alguien tenga una amplia cultura general, quizás porque se cree erróneamente que es suficiente con tener a mano toda la información que antes estaba restringida a los grandes centros del saber para ser culto. Sin embargo, actualmente pensar en una persona con cultura general es pensar en la manera en que este individuo logra estructurar sus ideas de forma coherente, a partir de las referencias que pudiera establecer, para entender el mundo con un mejor criterio. En otras palabras, la perspectiva que logramos construir de nuestro entorno y de los acontecimientos que en él suceden exige un pensamiento crítico que, con base en la gran cantidad de información disponible, nos permita valorar los hechos y sostener nuestras ideas apoyadas en argumentos válidos.

Como ya se ha dicho, el campo de conocimientos que un ciudadano debería poseer y saber aplicar ha ido variando a lo largo de la historia y es diferente en distintas culturas. Si nos centramos en la civilización Occidental, estos saberes son determinados por cada sociedad e impartidos por medio de instituciones educativas de todo tipo. En tal sentido, la cultura general hoy en día incluye la necesidad de que los ciudadanos se encuentren científicamente alfabetizados. La alfabetización científica se considera actualmente una prioridad de la educación, un factor esencial del desarrollo de las personas y de los pueblos, tal como surge de la Conferencia Mundial sobre la Ciencia para el siglo XXI que se llevó a cabo en Budapest en 1999 cuando se acordó que “…la enseñanza de las ciencias y la tecnología es un imperativo estratégico […]. Hoy más que nunca es necesario fomentar y difundir la alfabetización científica en todas las culturas y en todos los sectores de la sociedad”. Y estas palabras son entendibles si se considera que estamos inmersos en una sociedad cada vez más atravesada por conocimientos científicos y tecnológicos a los cuales debemos no sólo entender, sino que muchas veces debemos ser capaces de tomar decisiones que los involucran. Como ciudadanos activos, todos necesitamos tener la capacidad de implicarnos en discusiones públicas acerca de asuntos importantes que se relacionan con la ciencia y la tecnología, como son entre muchos otros, los alimentos transgénicos, el control de fertilizantes, el cambio climático, la irradiación de alimentos, el calentamiento global, etcétera.

A modo de ejemplo de la influencia que podemos tener los ciudadanos en cuestiones científicas recordemos, por ejemplo, que en Europa los alimentos transgénicos han sido objeto de grandes debates y el peso de la opinión pública influyó en la obligación de incluir información en las etiquetas cuando se comercializa este tipo de alimentos modificados. De esta manera los ciudadanos pueden optar por consumirlos o no. Movimientos similares se producen actualmente en Latinoamérica, en donde ciudadanos de muchas comunidades son capaces de esgrimir evidencias científicas que muestran riesgos e impactos generados por cultivos transgénicos sobre el ambiente, la biodiversidad, las especies y variedades nativas y sus impactos socioeconómicos. De esta manera pueden incidir en la toma de decisiones políticas sobre la implementación de dicho tipo de cultivos.

Pero la necesidad de estar científicamente alfabetizados también se pone de manifiesto en nuestra vida cotidiana, por ejemplo, cuando intentamos entender un gráfico que acompaña una noticia sobre la liberación de CO2 por combustión en diferente tipo de motores, cuando queremos interpretar la factura de energía eléctrica de nuestro hogar, cuando leemos en algún material acerca de la “dieta alcalina” que pretende ser científico que el jugo de limón tiene pH básico, o cuando tomamos la decisión de dejar abierta la entrada de aire en un ambiente calefaccionado con combustibles fósiles, entre otros muchos ejemplos.

Las curas milagrosas

Muchas son las curas milagrosas que han aparecido a lo largo de las décadas ante la falta de respuestas de la ciencia a algunas enfermedades. En general sus creadores tienen diferentes intereses, entre los que predominan los económicos que son largamente cubiertos por la distribución y venta de sus “remedios” tanto como por la cantidad de visitas o de likes que consiguen en sus páginas. Estos personajes se aprovechan de la necesidad de creer en estas curas que tienen muchas personas, posiblemente también de sus dificultades para acceder a tratamientos y medicamentos costosos y de la falta de pensamiento crítico en materia científica que se constituye en el caldo de cultivo que abona estosmitos.

Por ejemplo, es muy conocida la llamada Solución Mineral Milagrosa (MMS), así nombrada en un libro publicado en 2006 por el estadounidense James Humble (1), quien además es el fundador de la Iglesia Génesis II de Cura y Sanación de la cual se autoproclamó Obispo. Algunos mal pensados dicen que «Tuvo que crear una iglesia para seguir distribuyendo su remedio y tener protección legal en su país». Además de todos estos llamativos hechos, resulta muy curioso que los “testimonios” que son utilizados para promocionar esta solución aseguren por ejemplo que “me curó la alergia al polen y a los gatos” o que“tiene resultados milagrosos contra el SIDA”. Y además sus promotores afirman que esta solución cura enfermedades tan disímiles como el cáncer, la malaria, el herpes, la artrosis, el asma, la diabetes, la hepatitis, los catarros y el acné. Como si esto fuera poco, también se resalta su efectividad frente al autismo. Si buscamos investigaciones médicas o científicas que avalen estas afirmaciones no encontraremos nada que las confirme: no existen referencias de fuentes científicas que avalen la información, no se mencionan publicaciones científicas acerca de los efectos de la supuesta “medicina” que se hayan llevado a cabo siguiendo protocolos de investigación adecuados. Todo esto, sumado al extraño hecho de que una misma sustancia pueda actuar de manera satisfactoria frente a todos estas afecciones, nos hace pensar que algo no es del todo cierto. Todo esto dicho sin ánimo de descreer de curaciones milagrosas que pudieran haber ocurrido por objeto de la Fe, como podrían considerarse algunos casos relacionados con el Santuario de la Gruta de Lourdes y el agua del manantial que allí surge. Aunque “la Fe puede mover montañas”, no resulta válido atribuir iguales condiciones a una solución por el solo hecho de llevar la palabra Milagrosa en su etiqueta.

Cuando profundizamos un poco en el componente principal de esta solución MMS encontramos que se trata de clorito de sodio al 28%. Es decir, una solución que contiene 28 partes de clorito de sodio y el resto de agua. Si nos interesamos en saber las propiedades químicas de este compuesto fácilmente encontramos que por ser oxidante se utiliza principalmente para el blanqueo de textiles y también de la pulpa de papel. Además se lo utiliza para la potabilización de agua, en las plantas de tratamiento que proveen este elemento a la población. Es decir, que sin necesidad de ser expertos en fórmulas y propiedades de las sustancias químicas, podemos realizar una búsqueda criteriosa para interiorizarnos del origen de la MMS, su composición y las propiedades de sus componentes. Como afirmamos anteriormente, la información está ahora al alcance de la mano de toda la ciudadanía, y es la llamada alfabetización científica el medio necesario para combinar los ingredientes que nos lleve a sacar conclusiones científicamente correctas. Y esta necesidad de pensamiento crítico es mayor aún si la llamada cura milagrosa reaparece en época de pandemia.

Noticias que son fakenews

El término fake new no es nuevo, pero en esta época en que todos esperamos una solución a la pandemia que nos aqueja las falsas noticias han tomado mucho vuelo. A veces se escudan en supuestos especialistas que las avalan, aunque como hemos visto es fácil desnudar, si nos dedicamos a investigar un poco, el absurdo de las afirmaciones que suelen contener. También es sencillo descubrir que cuando se afirma que tal o cual científico avala sus beneficios, el citado científico no han publicado este tipo de comunicaciones y a veces ni siquiera se ha enterado de su supuesta autoría.

En general estas publicaciones se basan en algunos argumentos válidos, los cuales combinan con otros totalmente carentes de validez de manera tal que las conclusiones o afirmaciones a las que arriban son falaces aunque pueden parecer sólidos para un lector desprevenido. A modo de ejemplo, volviendo sobre el tema de la llamada “dieta alcalina” cuyas conjeturadas bondades pululan por todo tipo de redes sociales como si fueran verdades científicas, fácilmente podemos encontrar fallas en la construcción del mensaje. En esta época, la noticia se ha actualizado, afirmando que la dieta alcalina es una manera de prevenir el coronavirus y luego se sugieren una serie de alimentos que deberíamos consumir por tener carácter básico. A continuación se incluye en primer lugar el limón, del cual no sólo se informa que es un alimento básico, sino que su pH es 9,9. Si investigamos en cualquier página oficial relacionada con la Química encontraremos que el pH del jugo de limón tiene un valor aproximado a 2 (es decir, es ácido), con lo cual es evidente de que la afirmación de que “ingerir alimentos alcalinos como el limón es útil para combatir el coronavirus, ya que provocaría que nuestro cuerpo se alcalinice” no es válida por la falsedad de la cual se parte en una de sus premisas. Para completar la información, podemos leer que cuando se han consultado sobre este tema, los científicos afirman que cambiar el pH de nuestro organismo mediante la dieta no es posible (2) como lo afirman esas publicaciones, ya que hasta pequeños cambios en el pH podrían poner en riesgo nuestra vida. Justamente para evitar estos cambios nuestro organismo dispone de varios mecanismos que nos ayudan a mantener el equilibrio de pH necesario para la vida, como por ejemplo la capacidad reguladora de la sangre o las funciones respiratorias y renales.

El dióxido de cloro

Otra “noticia” que afortunadamente ya ha sido analizada y desmentida por algunos equipos de investigadores que se ocupan de las fakenews (3) es la que ahora relaciona la prevención del coronavirus con el dióxido de cloro, sustancia íntimamente relacionada con la citada MMS.

El dióxido de cloro es un producto de la descomposición del clorito de sodio (que ya mencionamos en la composición de la MMS), es un gas tóxico cuya inhalación puede generar edema pulmonar, broncoespasmos y neumonitis, entre otras complicaciones respiratorias como la bronquitis crónica.
Cuando el dióxido de cloro se disuelve en agua, esta solución se suele utilizar como agente antimicrobiano para lavar frutas y verduras, en el agua de procesamiento de aves de corral y en también en el proceso de potabilización.

Analicemos entonces esta propiedad. Cuando se pretende desinfectar una superficie que pudiera estar contaminada por virus y bacterias es sabido que se recurre a diferentes sustancias, la más simple es la solución jabonosa con la que también se recomienda lavar frecuentemente nuestras manos. Los virus poseen una membrana o capa exterior que los protege y las moléculas de jabón pueden penetrarla de forma que esta bolsa se destruye y el virus se inactiva. De manera similar el alcohol también puede romper la membrana externa de los virus, por lo cual se ha extendido su uso doméstico (diluido o en gel) y también con el mismo fin frecuentemente se recurre a soluciones cloradas (en general lavandina o hipoclorito de sodio) para la eliminación de virus y bacterias en diferentes superficies.

En el caso de la potabilización de agua el uso de productos clorados está largamente difundido, y consecuentemente en varios países se han llevado a cabo numerosos estudios para identificar posibles consecuencias sobre la salud que su uso pudiera acarrear. Vale decir que en todos estos casos mencionados la solución utilizada presenta una concentración mucho menor a la que se promociona como medicamento. En realidad, si el agua potable contiene más de 0,8 mg de dióxido de cloro en cada litro de agua (que provenga del proceso de potabilización) deja de ser considerada apta para el consumo por su carácter tóxico. En función de este criterio, podemos decir que la cantidad recomendada en el etiquetado del MMS es 200 veces superior a la ingesta diaria máxima mencionada.

Si por un lado podemos admitir que una solución de dióxido de cloro es capaz de matar microbios, tanto como la solución de lavandina que solemos usar con el mismo objetivo en nuestros hogares, ¿es válido creer que ingerir esta solución hará que se destruya el coronavirus que haya ingresado a nuestro organismo? Para responder deberíamos nuevamente recurrir a la información científica que nos dice, por ejemplo, que un virus es un agente infeccioso intracelular, es decir que se ubica en el interior de nuestras células cuando nos infecta. También que para poder sobrevivir y multiplicarse los virus necesitan de huéspedes vivos (humanos, animales) y que de otra manera no pueden hacerlo. Estos microorganismos, dentro de las células vivas del huésped hacen copias de sí mismos (se dice que se replican) y de este modo infectan todo el organismo y provocan la enfermedad. Ante una estrategia tan compleja, no parece válido creer que una solución similar a la lavandina sea capaz de penetrar a través de nuestro sistema digestivo sin dañarlo y de alguna manera llegar a las células infectadas para destruir al Covid. En este pensamiento mágico las moléculas de dióxido de cloro no serían “desintegradas” de ninguna manera en nuestro estómago, tal como ocurre durante el proceso digestivo con los alimentos que ingerimos, para llegar a las células del cuerpo que contienen el virus en plena tarea de replicarse a sí mismo y allí destruirlo.

Otras versiones del mecanismo por el cual esta mágica poción actuaría es la que establece que el dióxido de cloro “aporta oxígeno a los tejidos y a todos los líquidos del cuerpo”, absurdo que se combina con una frase correcta que afirma que nuestro cuerpo obtiene su energía de la combustión y que para esta combustión es esencial el oxígeno.

La combinación de ambas premisas nuevamente genera una afirmación totalmente falsa. Es cierto que si este peligroso gas se manipula en condiciones de alta concentración y presión puede reaccionar de manera explosiva produciendo entonces oxígeno gaseoso y cloro gaseoso. En el absurdo supuesto de que esta reacción se produjera dentro del organismo los beneficios que podría generar este aporte de oxígeno se verían neutralizados entonces con la presencia de cloro en estado gaseoso, sustancia altamente tóxica.

Sería largo y tedioso analizar y discutir acá todas las falsas noticias que circulan sobre las supuestas curas milagrosas para el Covid 19 y, como ya se ha mencionado, hay varios grupos de científicos y comunicadores que se ocupan de rastrear estas fake news y desmentirlas. El objetivo principal de este mensaje no es ese, sino insistir sobre la necesidad de fomentar en todos los ciudadanos el desarrollo de un pensamiento crítico que les permita, por ejemplo, analizar afirmaciones que pueden ser engañosas, la oferta de tratamientos médicos que podrían ser fraudulentos y publicidades que simulan ser científicas y se permitan dudar de lo que se dice. En otras palabras, tomar decisiones fundamentadas a partir de la gran cantidad de información disponible acerca de los acontecimientos que suceden en el mundo, hoy más que nunca nos exige tener un pensamiento crítico para justificar y argumentar nuestras acciones.

(1) En este libro Humble afirmaba que había sido enviado desde la galaxia Andromeda para salvar a la humanidad con su solución milagrosa.
(2) Miguel A. Lurueña, Dr en Ciencia y Tecnología de los alimentos en https://hipertextual.com/2015/11/dieta-alcalina
(3) Por ejemplo el grupo conocido como Ciencia Anti Fake News en https://www.telam.com.ar/notas/202007/495120-el-equipo-del-conicet-que-ya-desmintio-mas-de-cien-fake-news.html