Por Carlos Villacís Nolivos
Si algo tuvieron en común tanto expositores como asistentes a un conversatorio virtual sobre el Estado, es que todos llegaron a similar conclusión: la institucionalidad pública que el mundo requiere para la etapa de reconstrucción es totalmente distinta a la que actualmente existe.
¿Cómo debe ser ese Estado? Para encontrar respuestas, el colectivo político Humanistas organizó un conversatorio el pasado 31 de julio, transmitido vía zoom y Facebook desde Quito (Ecuador) por algo más de dos horas. Allí, tres panelistas expusieron sus puntos de vista sobre el tema titulado Un nuevo paradigma del Estado: Javier Tolcachier, investigador del Centro Mundial de Estudios Humanistas; Hernán Reyes, docente universitario y experto en Comunicación Política; y Rafael Monsalve, integrante del colectivo político organizador del encuentro. Aquí sus postulados.
Tolcachier: el Estado debe cuestionar la concentración de la riqueza
Sus reflexiones llegaron desde la ciudad de Córdova, Argentina, y tras un breve recorrido por los orígenes de la actual maquinaria estatal, a la que define como defensora de la propiedad privada, colonialista y patriarcal, se concentró en darle forma al Estado Humanista. Este ejercicio, en su opinión, no es tarea fácil, porque requiere cambiar los lentes a través de los cuales vemos el mundo.
“Pensar en un nuevo modelo de Estado no es un desvarío trasnochado sino una necesidad, pero no es sencillo por la resistencia de lo que está y se opone a lo nuevo. Nuestro modo de ver se ha forjado en tiempos de estados centralistas y nos cuesta pensar fuera de esa lógica”, señaló quien es uno de los referentes intelectuales del Movimiento Humanista en el mundo.
Puso fecha de inicio al actual Estado: la revolución independentista de los Estados Unidos de 1776 y la Revolución Francesa de 1789. Desde allí salieron los moldes que fabricaron los actuales estados, pero que lastimosamente no se tradujeron en instituciones más justas. “La esclavitud recién fue abolida por la mitad del siglo siguiente, y las mujeres tuvieron que esperar un siglo más, hasta mediados del siglo XX, para participar plenamente de la vida política y social”, señaló.
En el camino entre el surgimiento del actual Estado y su presente crisis, sucedieron varios acontecimientos que Tolcachier resume en dos momentos: los intentos de colonización y despojo de Latinoamérica y el Caribe por parte de los Estados Unidos y los proyectos constitucionales de albores del siglo XXI. De esta última etapa rescata las Constituciones de Bolivia, Ecuador y Venezuela, porque “se asientan en principios de autodeterminación, de paz y de justicia social”.
Pero vino la ofensiva neoliberal de los últimos años y ahora la pandemia del coronavirus con su estela de muerte, desempleo y crisis económica generalizada. En este panorama, Tolcachier propone ir más allá, hacia un nuevo Estado, algunas de cuyas características serían:
- El Estado debe poner en duda y contrarrestar firmemente la concentración de la riqueza.
- Redistribuir la riqueza sin revanchismo desde la exigencia de reparación histórica.
- Desmonopolización de la comunicación.
- Pasar del Estado detentor del monopolio de la violencia al Estado conciliador y mediador.
- Transformar las actuales fuerzas armadas en cuerpos de paz. Promover el desarme progresivo y estrategias de protección civil no violentas.
- Inclusión de la diversidad como principio.
- Desde la interculturalidad forjar una nueva identidad común, con paridad entre culturas.
- Construir una identidad latinoamericana y caribeña como base de una nación regional. Luego avanzar hacia la Nación Humana Universal.
- Descentralización profunda con transferencia real de poder a la base social.
- Forjar la alianza público-comunitaria.
“De este modo, el Estado no será una camisa de fuerza limitante a la que los seres humanos deben obedecer, sino la expresión misma de la intencionalidad humana que va manifestando su íntima necesidad de evolución a través de la dinámica histórica”, concluyó.
Hernán Reyes propone un Estado basado en los derechos humanos
“Si la izquierda no es humanista, no es izquierda”. Con esta frase, el catedrático universitario empezó sus reflexiones sobre el papel del Estado en medio del azote de una pandemia que ha dejado al descubierto la profunda crisis en que se encuentra el capitalismo y su variante neoliberal.
“El Estado está mostrando dos rostros opuestos que develan lo que en algún momento Boaventura Do Santos planteó como esta contradicción del Estado moderno, entre su misión emancipadora respecto al Estado monárquico anterior y su capacidad regulatoria y controladora de la sociedad, que es la cara siniestra y oscura de la modernidad occidental y del capitalismo”, dijo.
La expansión inédita del virus ha modificado el paisaje mundial con encierros y cuarentenas masivas, lo que ha devenido en una crisis económica dantesca y en la radicalización de múltiples patologías sociales, lo que ha confrontado al Estado con su manera de enfrentarlas. “El Estado es un ente viviente, no es algo que gobierna o ejerce autoridad per sé de manera estática. No hay que olvidar que el Estado es una organización que está al servicio del capital”, agrega. Esto explica por qué en medio de la presente crisis económica y social, el Estado haya configurado su discurso alrededor de la austeridad, inclinando la balanza de su acción en favor del capital por sobre la vida.
En este contexto, Reyes sugiere un giro radical al Estado pospandemia con acciones como:
- Reconstruir una mirada crítica a la idea de normalidad
- La prioridad deben ser los derechos humanos, sobre todo el de la vida.
- El Estado debe aplicar una visión neocomunitarista y promover una economía social.
- Construir un saber crítico con apoyo del Estado, que rebase los marcos de preocupación por las condiciones materiales de vida, y que redimensione y resignifique lo que es la vida humana.
- La necesidad de superar esta cultura civilizatoria antropocéntrica respecto a la naturaleza.
- Volver a enfocar la mirada en las transformaciones societales en su conjunto.
- Desmontar el mito principal del capitalismo actual: la tecnoglobalización.
“El Estado es transformable y perfectible pero con un paradigma cualitativamente distinto del actual. Para reinventar el Estado y para eso no basta voluntad política ni la lucha decidida desde la sociedad, hace falta también la modificación de los sentidos comunes”, sentenció.
Rafael Monsalve: Urge terminar con la separación entre Estado y sociedad
Para el publicista colombiano residente en Guayaquil y militante de Humanistas, el problema fundamental del actual Estado es la profunda división que se ha ido construyendo entre el aparato estatal y la ciudadanía. Esta lógica hace ver al sector público como una entidad totalmente autónoma respecto a la sociedad, volviéndolo ajeno para el ser humano y sus necesidades. “El Estado actual no es la organización de toda la sociedad sino de una parte de ella. Se convierte en un aparato del que se adueña una minoría y así domina y controla al pueblo que lo constituyó”, aclara.
A partir de esta falacia –como Monsalve la llama- se crea otro relato que se expresa en el juego jurídico de la representatividad, donde la gente delega su poder a personas que incluso terminan alineándose con el poder. “Con esto, el Estado tiene el poder de regular el comportamiento de todos los individuos y de cualquier organización dentro de sus fronteras”, señala. A partir de allí existe una relación contradictoria entre ese Estado separado y la sociedad.
Ante esta situación, la pregunta obligada es qué hacer. Para responderla, Monsalve acude al pensamiento de Mario Rodríguez Cobos, conocido como Silo. “Una minoría social se ha tomado el todo social dando lugar a la fundamental contradicción que da paso a la violencia, generando dolor y sufrimiento. Desde allí surge la contradicción entre intencionalidades humanas contrapuestas”, dijo.
En medio de esa lucha entre intenciones contrapuestas, Monsalve apuesta por construir un Estado a escala humana. Esta institucionalidad –sugiere- deberá reemplazar al Estado republicano heredado de la Revolución Francesa y borrar esa ficticia separación respecto a la sociedad. Recomienda:
- El Estado pone al ser humano como valor y preocupación principal.
- El Estado debe cuidar y proteger todas las formas de vida.
- Debe propiciar el desarrollo del conocimiento sin límites, respetando toda creencia.
- Debe otorgar lo necesario para vivir a todo ser humano, por el simple derecho de haber nacido.
- Producción y trabajo funcionan para satisfacer las necesidades humanas y alcanzar la felicidad.
- Un Estado sin fuerzas armadas ni bandas criminales que las sustituyan.
- Para elaborar un Estado así se necesita construir organización desde la base social, en barrios, comunidades, recintos o cantones, según la organización territorial de cada país.
Para concluir, Monsalve recomienda aprender de otras experiencias: “De los estados actuales, me llamaron la atención tres: Islandia, Buthán y Cuba. Buthán porque cambió el concepto del PIB por el principio rector de alcanzar la felicidad; Islandia porque consulta constantemente al pueblo; y Cuba porque pese a todos los problemas que tiene, toda la gente se siente parte del Estado”.