La muerte de George Floyd no sólo ha provocado protestas generalizadas sobre la brutalidad de la policía contra los afroamericanos, sino que también ha reavivado el debate sobre la violencia de la esclavitud y el colonialismo, y ha dado lugar a acciones de ataque contra sus símbolos. En los Estados Unidos, las estatuas de los generales de la Confederación han sido derribadas, removidas o cubiertas con escritura. En el Reino Unido sucedió con los de los traficantes de esclavos y los políticos, incluyendo a Churchill, acusado de ser racista. En los Países Bajos, los manifestantes pidieron que se retirara la estatua de un funcionario de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales y en Bélgica la protesta se centró en los monumentos dedicados al Rey Leopoldo II. Los manifestantes denuncian que el soberano sigue siendo honrado como benefactor, con calles que llevan su nombre y estatuas en muchos espacios públicos de Bélgica y también del Congo, a pesar de las atrocidades cometidas contra el pueblo congoleño.

Hablamos de ello con Valentin Mufila, un músico originario del Congo que ha vivido en Italia durante años y que conoce a fondo la historia africana. Una historia borrada por el colonialismo para justificar las atrocidades y el saqueo sistemático de las riquezas de los pueblos presentados como salvajes para ser civilizados, tema sobre el que ha escrito numerosos artículos para Pressenza.

¿Qué valor simbólico, espiritual y social tienen para ti estas acciones contra las estatuas de personajes como el Rey Leopoldo II de Bélgica?

En la cultura africana los símbolos son importantes y tienen un fuerte valor espiritual. En las sociedades iniciadoras todo tiene sentido. Nada se hace por casualidad. Ocurre con máscaras, banderas, estatuas y demás. A nivel espiritual para los africanos, las máscaras son un símbolo de culto, no un objeto de museo, aunque algunas tienen un valor artístico.

Los monumentos tienen un valor y una carga similares; por eso es tan fuerte y conmovedor para mí ver a jóvenes africanos y belgas unidos en el rechazo del pasado simbolizado por los monumentos dedicados al Rey Leopoldo II. Este es uno de los efectos beneficiosos de la inmigración, que ha creado lazos y construido amistades entre ellos.  Ver caer los monumentos del Rey de Bélgica me da la idea de que algo muy fuerte está sucediendo en un nivel concreto, espiritual, social e histórico. Es la caída del símbolo espiritual del poder colonial.

Y esto me lleva de vuelta al profeta congoleño Simon Kimbangu, según el cual una liberación espiritual era necesaria primero para la liberación del pueblo africano.

Como dije, las banderas también tienen un valor simbólico: la del Estado Libre del Congo creado tras la Conferencia de Berlín en 1884/85 – de hecho, un dominio privado del Rey Leopoldo – tenía una estrella amarilla en un campo azul. La estrella simbolizaba el genio occidental que vino a traer la salvación y la civilización a la oscuridad africana representada por el azul. En 1960, tras la independencia, los padres fundadores con Lumumba dejaron la bandera tal como estaba, pero le añadieron una diagonal roja como símbolo del sufrimiento y sacrificio de los mártires congoleños.

¿Han tenido repercusiones estas protestas en el Congo?

He llamado a amigos y familiares en el Congo, pero lamentablemente el 90% de la población es pobre, no tiene electricidad ni conexión a Internet y por lo tanto no podía seguir lo que pasaba. Hay que decir, sin embargo, que la destrucción de las estatuas de Leopoldo II no es algo nuevo para nosotros: ya ocurrió en los años 70 con Mobutu, cuando el país se llamaba Zaire, como una oportunidad para eliminar los símbolos de la opresión sufrida por nuestro pueblo, por ejemplo, el enorme monumento al rey en la Estación Central de Kinshasa.

Además, la campaña de Mobutu «Retorno a la Autenticidad» tenía como objetivo volver a los valores anteriores a la llegada de los colonizadores y borrar la imaginación belga dentro de nosotros – los belgas seguían siendo los modelos a seguir. Por primera vez tuvimos la posibilidad de no llevar más nombres cristianos y occidentales, sino congoleños.

En Bélgica el colonialismo es todavía un tema tabú en las escuelas y en el Congo había que estudiar la historia de los reyes belgas. ¿Qué papel puede desempeñar la educación para ayudar a los europeos y a los africanos a superar el pasado?

Volviendo a las manifestaciones, es muy importante ver que los jóvenes educados para considerar a Leopoldo II como un padre fundador, un constructor, un reformador, un benefactor, se niegan ahora a llevar la carga de un pasado de esclavitud y colonialismo y reconocen que en realidad fue un tirano. Estos jóvenes quieren construir nuevos puentes con el Congo; no quieren olvidar el pasado, sino abrir esta página oscura y aprender de ella para cambiar las cosas y evitar repetir los errores cometidos.

En todo Occidente estos temas siguen siendo tabú. La muerte de Floyd ha sacado a la luz páginas ocultas de racismo y colonialismo no sólo en África, sino también en América del Sur, Australia y otros lugares.

En Bélgica, el diputado de origen togolés Kalvin Soiresse Njall está haciendo un gran trabajo en Bélgica para asegurar que, en las escuelas, universidades y la educación en general sepamos lo que pasó y cuáles son las consecuencias que todavía están presentes hoy en día. La verdad debe ser estudiada: Bélgica se ha enriquecido con la sangre de los congoleños y nuestra historia se ha borrado, como si todo comenzara con la llegada de los colonizadores. Como si no hubiera habido reinos, monedas, un sistema político y legal como en todas las civilizaciones. Todo esto no se estudia en las escuelas. Y también hay que estudiar la oscura historia de muchos países africanos, con sus dictadores, muertes y tragedias. Este trabajo debe hacerse no sólo en las escuelas, sino también en el arte, la música, la cultura. La educación y la memoria histórica son muy importantes.

¿Podrían estas acciones, en tu opinión, sacudir la conciencia de los occidentales y los africanos sobre lo que realmente fueron la esclavitud y el colonialismo e iniciar un amplio debate sobre ellos?

Eso espero. Como africanos estábamos un poco perdidos; los trágicos acontecimientos en los Estados Unidos nos están dando una bofetada. Hay un punto muy importante del que me gustaría hablar: muchos africanos no han podido estar de luto por sus seres queridos asesinados por los colonizadores y sus descendientes no tienen entierros que honrar. Me refiero, por ejemplo, a los reyes que no quisieron someterse a Leopoldo, cuyas cabezas cortadas fueron encontradas en un importante museo de Bélgica. Así que aquí, también, la recuperación de la memoria es fundamental.

¿Cómo se puede llegar a abordar el tema central de la enorme reparación que Occidente aún debe a África y a todos los demás países despojados y colonizados?

No tengo una solución mágica, pero creo que es necesario volver una vez más al tema del «derecho a saber», permitiendo a los historiadores el acceso a los archivos de los países colonizadores, por ejemplo. Y añadiría el derecho a recuperar nuestro muy rico patrimonio artístico y cultural, como Benín hizo con Francia.

Hablando de compensación económica, se debería crear una comisión para identificar los daños causados, y luego llegar a acuerdos bilaterales claros para tomar un nuevo camino, a partir de nuevas bases. África necesita una compensación, no nuevas deudas. Por supuesto, no me gustaría ver a un país quebrar porque está arruinado por eso, pero creo que la gente puede organizarse, puede hablar y puede identificar varias posibilidades.

No me gusta oír a alguien disculparse por tantas atrocidades. Es un muy poco; pedir perdón es mejor, pero no tiene por qué limitarse a las palabras. No conozco las cifras exactas, pero algunos dicen que la riqueza acumulada por Bélgica con la sangre de los congoleños equivale a casi 100 mil millones de euros. Pero, sobre todo, creo que necesitamos actos muy fuertes de reconciliación reconociendo el pasado.

El ser humano está hecho de luz y sombra. Comete muchos errores, pero también puede aprender de ellos, cambiar y traer luz, amor y hermandad para construir un futuro más bello y justo.


Traducido del italiano por Estefany Zaldumbide