El 5 de mayo de 1981, murió el líder independentista irlandés, Bobby Sands, como resultado de una huelga de hambre, que duró 66 días. Los detenidos del Ejército Republicano Irlandés (IRA) exigían que en las cárceles británicas se les tratara como presos políticos, negándose a vestir los uniformes de presidiarios. Ante la intransigencia del gobierno de Margaret Thatcher, el líder del IRA sería el primero en iniciar una huelga de hambre, al que le siguieron progresivamente otros 9 patriotas irlandeses, que también fallecieron.
La Primera Ministra Thatcher sostenía que “el problema irlandés” y las acciones del IRA eran un asunto interno de Irlanda del norte y nada tenían que ver con política. Según la Mandataria, los rebeldes, no podían denominarse «prisioneros políticos», sino eran delincuentes y por tanto presos comunes. En cambio, los presos del IRA sostenían que ellos eran políticos independentistas. Por tanto, no eran presos comunes y, en consecuencia, no podían vestir el uniforme carcelario, porque el origen de sus delitos residía en causas políticas.
La Thatcher fracasó en su intento de criminalizar a los prisioneros y, por el contrario, con la finalización de la huelga de hambre, el octubre de 1981, los prisioneros habían acorralado al gobierno británico. La excarcelación de todos los prisioneros y las comisiones de la verdad que se constituyeron tuvieron su origen en aquel 1º. de marzo de 1981, en el que Bobby Sands rechazó por primera vez la comida. Sands había mostrado al mundo entero su patriotismo y dignidad.
El mismo camino ha seguido el Machi, Celestino Córdova, condenado a 18 años, por un ataque incendiario, con resultado de muerte del matrimonio Luchsinger Mackay. El Machi se encuentra en un estado crítico, después de 100 días en huelga de hambre. Celestino Córdoba ha solicitado cambiar su pena por arresto domiciliario, con el fundamento que el Estado chileno debe respetar el Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes, que afirma que «deberá darse preferencia a tipos de sanción distintos del encarcelamiento (a los miembros de pueblos originarios)».
Ante su inminente fallecimiento, el Machi Córdova se despide diciendo “Solo espero que al Estado de Chile le sigan exigiendo de todas las formas devolver nuestro territorio ancestral mapuche y la deuda histórica con todos los pueblos originarios y exigir no realizarme autopsia después de mi muerte”. Y termina señalando, “Será un orgullo dar la vida por mi pueblo mapuche”
El Estado de Chile, y todos sus gobiernos, han seguido un camino equivocado sobre “el problema mapuche”. La tensa situación que actualmente se vive en la Araucanía es consecuencia de los abusos, discriminación, injusticias y robo de tierras que ha sufrido el pueblo mapuche. Y, la responsabilidad principal le cabe al Estado de Chile que en el siglo XIX decidió, a sangre y fuego, colonizar la Araucanía. Luego, para empeorar más las cosas, durante la dictadura de Pinochet, las forestales, con subsidios del Estado, destruyeron los ecosistemas de la tierra mapuche, plantando pinos y eucaliptos, que empobrecieron aún más a su pueblo.
La solución al “conflicto mapuche” no radica en el poder judicial. El despojo de tierras exige restitución y frente al racismo la respuesta es un estado plurinacional y multicultural. La protesta, las huelgas de hambre y la violencia en la Araucanía no se detendrán mientras no se llegue a un acuerdo político entre chilenos y mapuches.
Bobby Sands y Celestino Córdova tomaron la decisión de sacrificarse por la libertad e independencia de sus naciones. La valentía y patriotismo de ambos contrasta con la intransigencia de instituciones y políticos que con completa insensibilidad los conducen a la muerte. Sin embargo, esa intransigencia, junto a la escasa disposición a negociar, cierran los caminos del entendimiento, lo que acrecienta la violencia, tanto de los rebeldes como del Estado. Así sucedió en Irlanda del norte y, así, está sucediendo en la Araucanía.