Por: Alfredo González Núñez
Aakatshi wawala (Ha fallecido nuestro hermano). Rosangela, con voz firme, anuncia ante sus hermanos y familiares el fallecimiento de su hermano Reinaldo después de una larga enfermedad que finalmente lo llevó a la muerte, de inmediato todos acuden al interior de la casa construida de barro, donde yace su cadáver para llorarlo profundamente, expresando entre voces y lágrimas; palabras de despedida y deseos de un buen viaje hacia jepira, el lugar de los muertos wayuu en espera de su nuevo ciclo.
La muerte para el pueblo indígena wayuu
Consiste en el abandono del cuerpo por el alma, es decir que el alma se va de la parte física representada por la carne (Eiiru’ku) e inicia el viaje hacia la tierra de los muertos (Jepira) sitio donde habitan los ancestros wayuu desde el principio de la existencia. La muerte implica un conjunto de ceremonias y rituales que son realizadas antes, durante y después del acto fúnebre, y que revisten gran importancia para las familias, pues la persona fallecida las observa desde un plano desconocido para los que aún viven.
Es habitual que los Wayuu antes de morir le hablan a sus familiares e hijos sobre cómo desearían que fuera su funeral, y estos, para honrar la memoria de la persona, cumplen sus deseos cuidadosamente ya sea para que el ahora yoluja no se moleste y tome represalias en contra de ellos. La muerte y las ceremonias asociadas a ella es también una demostración de la grandeza del clan, así como un evento para el reencuentro entre familiares que no se comunican constantemente.
Carmen Laura Paz Reverol, antropólogo y miembro de la etnia, explica: “con la muerte, los wayuu afirman su sentido religioso, su concepción de la muerte más allá de la vida. Cuando un wayuu muere, el aa’in o alma abandona definitivamente el cuerpo, en este instante éste pasa al mundo de los yoluja y se dispone a partir a Jepira. La aa’in más que alma es la fuerza vital, que se sitúa entre el pecho y el corazón. Durante la vida, la aa’in puede separarse del cuerpo y ausentarse cuando él o la wayuu sueña, pero también se aleja cuando la persona se enferma y la ooutsü wayuu (Curadora) debe buscarla mediante sus espíritus auxiliares”
El sabio escritor wayuu Ramón Paz Ipuana en su obra Ale´eya define a yoluja como “el espíritu de los muertos desde hace mucho tiempo desaparecido del mundo terrenal, son las sombras de los wayuu muertos, espíritus que deambulan por los lugares que son su dominio, estos yoluja toman diferentes formas para asustar e infundir miedo, el ánimo de los wayuu siempre está a la expectativa de cualquier animal, ruidos, silbidos, sombras, voces, presencia repentina de una serpiente, personas extrañas, cantos de aves entre otras manifestaciones que pueden ser portadores de malos augurios, todo depende del momento en que se encuentre ese espíritu bien sea en la noche, en la soledad del monte, en el cementerio, en los días nublados, en los atardeceres brumosos, en los eclipses de luna y sobre todo en el campo onírico del sueño”
Rosangela con mucha conciencia de su rol vital como generadora de vida y también por su relación con lo permanente y lo estático sabe que el cumplimiento de los ritos y ceremonias propias en el velorio de su hermano Reinaldo, permitirá no solo un buen viaje a jepira de su amado hermano sino la continuación y reproducción de los factores culturales vinculados a la muerte, los saberes y la cultura misma dentro de su clan Ipuana (Grupo clanil, representado por un tótem) para las futuras generaciones. Con la fortaleza que debe desarrollar en un evento que puede involucrar al mismo tiempo tristeza, culpa, frustración, dolor e impotencia sino también, la más importante, la demostración viva ante los clanes de la sociedad wayuu, de cuanto arraigo y observación tiene su grupo clanil por los valores y significados cosmogónicos del viaje de sus seres queridos a jepira.
Con el carácter fuerte pero noble que caracteriza a Rosangela seca sus lágrimas con su amplio pañuelo y ordena a sus familiares a cesar el llanto, a no hacerlo hasta el momento previsto para ello (achecheraa aa’in) y les solicita abandonar la vivienda ya que debe iniciar los ritos y ceremonias propias para el buen inicio del viaje de su hermano Reinaldo, quien en vida fue un fiel y digno representante de su clan. Los familiares salen entonces uno a uno hasta los espacios del Luma (Enrramada). Únicamente quedan acompañando a Rosangela su hermana Isabel y sus sobrinas, hija del difunto; Rosa y Flor. Inmediatamente proceden a acomodar el cuerpo de Reinaldo en el mismo chinchorro donde falleciera y en la cual permanecerá por unas dos horas. Rosangela indica a sus sobrinas que a partir de ese momento ya no será pronunciado el nombre de su hermano sino se referirán a él con el término muliashii , son abiertas las ventanillas y puertas de la casa, es acomodado el cadáver en posición recta y luego las mujeres abandonan el aposento para que pueda darse el asalijaa o akotchaja nüisee (Recogimiento de pasos, huellas y pertenencias personales así como la despedida de los seres queridos por parte del yoluja del fallecido).
Luego, Rosangela y sus sobrinas se reúnen en la luma con el resto de la familia (padres hermanos y sobrinos inmediatos) para organizar la logística de las costumbres que demanda la cultura para la ceremonia de los funerales, la cual incluye nombrar los emisarios que deberán partir de inmediato a dar aviso del hecho a los familiares extensivos, parientes (O´upayuu) y amigos del clan y adquirir los insumos necesarios que requiere un funeral que dura entre tres y cuatros días.
Transcurrido unas cuantas horas, ya preparadas para el momento, Rosangela y sus sobrinas regresan al aposento donde yace el cuerpo de muliashii cierran ventanas y puertas e inician el lavado del cuerpo del difunto (o´ojinnüshi), primero con agua jabonosa, después enjuagado con agua mezclada con ramas de Kapuchit (Olivo). Con mucho cuidado empiezan por la cabeza, las extremidades, las partes íntimas (Se evita contacto directo y para ellos se utiliza una tela o paño) luego proceden a colocar la vestimenta mortuaria, previamente adquirida para el momento, Flor hija menor del muliashii no puede contener la tristeza y sede a las lágrimas y su tía con bondad le dice: “Hija, aprieta tu corazón (Puchechera pa´in tachonchon), ahora llorarás a tu padre, debemos continuar para que pueda partir como debe ser”. A esta demanda, Flor obedece de manera pasiva y respetuosa. El cadáver no es calzado para que no se ate a la tierra y quede vagando en el plano de los seres vivos. Rosa y Flor disponen el cuerpo del difunto en la posición que permite a Rosangela suministrarle oralmente el chirrinchi para embalsamar el cuerpo (Licor producto de la caña de azúcar), con el fin de que éste no se descomponga rápido y pueda durar el tiempo del velorio previsto por la familia.
La autopsia es un procedimiento no aceptado en la cultura wayuu, por la sacralidad que representa el cuerpo como parte de la familia. El cuerpo y los huesos deben estar completos para el momento del entierro, esto como una garantía del bienestar del yoluja en su nueva dimensión, así como la continuidad y pervivencia terrenal de su clan en el tiempo.
El agua residual del baño, que es recogido, posteriormente es depositada en un hoyo cavado en la parte posterior de la vivienda al pie de un árbol y con lo sobrante del enjuague y las ramas de Kapuchit Rosangela y sus sobrinas se bañan entre sí y se restriegan el cuerpo con las hojas para evitar que el yoluja del fallecido quiera llevarlas al viaje.
Rosangela y sus colaboradoras proceden a envolver el cuerpo del difunto dentro de un nuevo shein especial, diseñado y bordado especialmente para la ocasión (Manta funeraria que acompaña y cobija al difunto durante su viaje, al mismo tiempo que evita que sus restos óseos no se esparzan). Luego cuelgan el chinchorro mortuorio donde colocan el cadáver cubierto y, con ayuda de los varones más cercanos, lo trasladan a la enramada donde será velado por varios días. Con este procedimiento se da formalmente inicio a los actos o momentos del velorio.
Carmen Laura Paz nos refiere “Cuando ya el cuerpo está listo se dispone el velorio y pueden llorar, se les avisa a los parientes y allegados. La gente acude al velorio por compromiso y por sentido de reciprocidad. En el primer velorio está presente la comensalidad con el sacrificio de ganado por parte de los dolientes. Estos animales le darán sustento al difunto y no llegará con las manos vacías a la nueva morada en Jepira.
Es costumbre de los wayuu repartir entre los dolientes, no parientes del difunto, los animales sacrificados; esto significa una compensación a los familiares no cercanos, es decir, los o´upayuu y amigos del muerto por las lágrimas y el dolor que sienten ante su partida. Es necesario aclarar que, aunque en los velorios se acostumbra sacrificar ganado de la propiedad del muerto o de algún familiar a fin de dar la compensación a los familiares y dolientes, la costumbre también establece que los parientes y familiares directos del muerto no prueben de dicha carne; “hacerlo sería como consumir la carne del muerto, es pülasu” (Prohibido). Se necesita sacrificar muchos animales para distribuirlos entre la gran cantidad de asistentes para garantizar el sustento durante los días del velorio. Para el antropólogo wayuu Wilder Curvelo Guerra: “Hay un principio de solidaridad y retribución que permite desarrollar estrategias grupales que garantizan el cumplimiento de este tipo de organizaciones tribales, que sirven como eficaces mecanismos de redistribución, el ganado circula reforzando lazos vitales de solidaridad y reciprocidad entre los distintos grupos matrilineales wayuu”. Se les designa como “jikiira wayuu” que constituyen la ofrenda de todos los animales que se donan y sacrifican en el velorio, estos animales deben consumirse prontamente porque representan los animales que acompañan al muerto que viaja a Jepira para que tenga una estancia agradable y no pase ninguna necesidad. El muerto o yoluja necesita como los vivos, agua, animales y atención de los parientes sobrevivientes. Esto quiere decir el sacrificio periódico de un animal considerado de sangre caliente, como un ganado vacuno u ovejuno. La gallina es considerada de sangre fría y no es valorada para este tipo de ofrendas a los familiares fallecidos.
Rosangela y toda su familia, como anfitriones del velorio deben atender a los asistentes que viajaron horas y hasta días de distintos territorios de la Guajira y hasta más allá garantizando una logística grande que al mismo tiempo se constituye en un homenaje a la memoria de su hermano, su excelente desarrollo y gestión será garantía de su buen viaje a jepira.
Es el tercer día del velorio, Rosangela, quien el día anterior había estado con algunos de sus varones en el cementerio familiar (Amuuyuu) llevando leña, agua, animales para el sacrificio y disponiendo el espacio para el momento del enterramiento de su hermano, procede a reunir a la familia inmediata para organizar el traslado del cuerpo; es un momento importante ya que se define las quienes cargarán el cuerpo del fallecido hasta su última morada así como el itinerario del cortejo que en este caso deberá hacer parada en la casa materna de los hijos del fallecido, quienes esperan junto a su familia clanil el cuerpo de su padre donde será velado parte del día y una noche para finalmente ser llevado al cementerio para su exequias.
Hay ciertas señales o significaciones que se develan camino al cementerio. Los Wayuu creen que si el cuerpo se hace pesado para el traslado o si pasa algún inconveniente durante el mismo, las personas que están cargando o trasladando no son las que debieran. O es que falta hacer un recorrido por los sitios donde vivió la persona fallecida. Si en el camino al cementerio viven familiares con los cuales el/la muerto/a vivió y compartió, es necesaria una escala en las respectivas casas de dichos parientes.
El cuerpo de Reinaldo llega antes del mediodía al hogar de los Uliana, familia materna de sus hijos, es recibido con gran dolor y llanto por quienes se convirtieron en una parte importante para el fallecido en vida, los Uliana siempre prodigaron respeto y admiración por un hombre que sembró hijos entre ellos dando continuidad así a este importante clan de la Guajira. Rosangela deja aflorar sus sentimientos de gratitud ante los Uliana en nombre de su clan Ipuana, por el amor, cariño y respeto que profesaron como familia por su hermano, sellando al mismo tiempo un compromiso de hermandad y unión entre los dos clanes por la memoria de su hermano.
Al amanecer, luego del lloro de despedida donde todas las mujeres se colocan alrededor del cuerpo, lloran de manera profunda y sonora con la cabeza y rostros cubiertos por grandes y oscuros pañuelos (llantos que se convierten según las ancianas sabias wayuu, en la musicalidad que ambientara los pasos del yoluja en su largo viaje hacia jepira y no sienta la soledad de la muerte) se procede a iniciar el trayecto guiados por Rosangela hasta el cementerio familiar para su entierro.
El cementerio familiar está dispuesto en dirección este u oeste. Dependiendo de esta dirección el wayuu tiene su propio sistema de localización geográfica: arriba (wirnaje) es casi siempre donde sale el sol (Este) y abajo (wapuna) es hacia el oeste. Encontramos aspectos simbólicos de la sociedad en esta disposición, porque se tiene en cuenta que la tumba no puede estar dirigida en sentido al camino que comúnmente se transita. Se considera que, al hacerlo así, todavía van a morir personas detrás de la persona que se murió, porque ésta espera a un wayuu en el camino para llevárselo. Si la tumba está en posición “winnaje” arriba o hacia el este, la cabeza va hacia esta dirección y los pies hacia el oeste. Si la tumba está orientada hacia el oeste o del lado wapuna o abajo se introduce primero los pies y después la cabeza. “La tumba debe mirar a donde se esconde el sol o hacia el oeste” nos refiere Paz Reverol.
Los wayuu no abandonan sus muertos inmediatamente, es costumbre instalarse por varias semanas en el cementerio y después hacer acompañamientos periódicamente, preparar comida con carne de ovejo o de res. Si los abandonas suelen aparecer en sueños demandando comida y compañía. Siguiendo estas costumbres, Rosangela y una parte de la familia después del entierro del cuerpo de su hermano, despiden a los amigos y parientes lejanos que deben regresar a sus territorios con palabras de gratitud y proceden a instalarse en la enramada provista en el cementerio, donde pernoctarán por un mes aproximadamente hasta estar seguros que el yoluja de su hermano avanza a jepira con tranquilidad y satisfacción con su familia por el buen velorio realizado la cual sin duda lo hará saber a Rosangela a través de un sueño revelador.
Antes de regresar a su casa, Rosangela acude a la tumba de su hermano llevando una jarra de Uujolu (Chicha de maíz), producto que él apreciaba particularmente, y se lo ofrece reteniendo su sombrero, para evitar que la fuerte brisa se lo lleve, y expresa: “Me despido hermano, hemos cumplido contigo y con nuestros ancestros, te deseo un viaje lleno de encuentros con nuestro familiares fallecidos, cuida y bendice nuestro territorio, nuestro clan y nuestra familia, concédeme la sabiduría necesaria para dirigir los destinos de nuestro linaje ante tu ausencia como hermano mayor, así poder yo ahora, Rosangela tu hermana, tener la valentía, coraje y gallardía que requeriré para cumplir con lo que por designios de nuestra madre tierra me ha sido encomendada como mujer wayuu”
Rosangela inicia el regreso a su casa con el profundo compromiso que desde ya tiene de preparar la exhumación y segundo velorio de su hermano que marcará el inicio de su llegada a jepira y el ingreso definitivo al cosmos wayuu, y por ende, a la eternidad.