Por Gabriel Cifuentes
Son muchos los muertos en Colombia. En un país que no sabe sino hablar el lenguaje de la violencia y que hasta ahora aprendió el monosílabo “paz”, ver cómo diariamente asesinan a nuestros líderes sociales resulta como volver a naufragar en el silencio y la oscuridad de la guerra.
Con un grupo de columnistas, hemos acordado rendirles homenaje a esos ciudadanos olvidados que han perecido bajo el fuego acallador de los que se alimentan de la muerte. Resulta incomprensible cómo, según las mismas cifras del relator especial de las Naciones Unidas, Michael Forst, entre el 2016 y el 2019, hayan sido asesinados 339 líderes sociales. Y de acuerdo con la Defensoría, de enero a abril del 2020, otros 56. Es decir, en lo que va corrido de este año, en promedio hemos perdido un líder social cada tres días.
Resulta tan indignante como la muerte, empero, el silencio y la indiferencia. Es por eso que, dedicaré junto con otros valientes colegas, este espacio para recordar algunas de sus historias.
Raúl Buitrago Perdomo regresaba a su casa después de una de las largas jornadas de socialización a las que usualmente asistía en su calidad de vicepresidente de la Junta de Acción Comunal de la Fraguita, Caquetá. Dos hombres en moto, presuntamente miembros de las disidencias del frente 62 de las FARC, se acercaron a él y descargaron en su humanidad ocho disparos. Raúl cayó sin vida ese 29 de julio de 2018. La comunidad lo recuerda como su portavoz, en temas tan sensibles como la sustitución de los cultivos ilícitos y la oposición a los proyectos petroleros, los cuales, a su juicio, tenían impactos negativos en el medio ambiente. Como líder también participaba activamente en la Comisión Municipal de Planeación Participativa y en el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito.
El 8 de febrero de 2019, después de un extenuante día como jornalero en una de las fincas aledañas, José Alquímedes Moreno Ferrer regresaba a su casa en la vereda T-25 Los Patios, Catatumbo. Llevaba la comida para él y sus seis hijos. Sin embargo, y ante la mirada impotente de más de 40 pobladores, fue interceptado por dos hombres en moto. Bastaron 4 disparos para cegar la vida de un líder que alternaba su trabajo campesino con las funciones de delegado en la Junta de Acción Comunal en su vereda. José dejó así a su familia y también a una comunidad que no sólo lo llora, sino que ha quedado marcada por el terror de la sangre y el fuego.
Cansada de las bandas de extorsión y micro-tráfico en el barrio Virgen del Carmen en Quibdó, Felicinda Santamaría Mosquera, solicitaba constantemente la capacitación para su comunidad. Creía en la educación como la base de las oportunidades, cuya ausencia puede explicar la proliferación de la criminalidad y violencia en los territorios. Desde 2016, cuando se vinculó como presidenta de la Junta de Acción Comunal de su barrio, ubicado en la deprimida Comuna 2 de la capital chocoana, había vinculado a mujeres y jóvenes con el propósito de evitar que cayeran en los tentáculos del vicio y las economías ilegales que de él dependen. Su labor ya le había procurado amenazas, las cuales, como sucede con tantos otros miles de líderes, llegan a los oídos sordos de un Estado indolente que no es capaz de salvaguardar y proteger la vida de sus propios ciudadanos. Ese 3 de julio de 2018, mientras sus vecinos disfrutaban del partido mundialista entre Colombia e Inglaterra, Felicinda era atacada en la puerta de su casa. Su obra, su legado comunitario y la gente que pudo sacar de la trampa de la droga la recuerdan con cariño. Sin embargo, el vacío que deja no será sino el espacio donde se anide nuevamente la violencia.
#LaHuellaDeLosLíderes no es sino la ínfima expresión de un grito sordo en contra de la violencia, de la impunidad y de la indolencia. Recordar nos ayuda a pavimentar un camino que no conduzca al fracaso de la muerte. Que la vida fugaz de los líderes deje de ser esa cuota inalcanzable para que por fin nos rencontremos como sociedad.
*Abogado, columnista, ex secretario de Transparencia. Profundo demócrata y defensor de paz, creador y conductor del programa “Los mismos gatos”, y “La editorial”. Columnista de El Tiempo y La Línea del Medio.
Este artículo es parte de una serie escrita por columnistas colombianos, en memoria de los líderes sociales asesinados en su país. Lea otras columnas ya publicadas en Pressenza, en este enlace.