Entrevista
por Javier García Fernández
Jesús Cosano es artista, escritor, investigador, conferenciante y organizador de actividades de difusión cultural. Ha sido director de la Fundación Luis Cernuda de Sevilla entre los años 1987-1995. Desde hace varias décadas ha investigado la relación entre África y Andalucía dando lugar a decenas de actividades culturales, encuentros musicales, publicaciones y en los últimos años, dos libros publicados con la editorial Aconcagua, dos volúmenes de la colección Los Invisibles.
El primer volumen, Hechos y cosas de los negros de Sevilla fue publicado en 2017, y el segundo, tiene por título, Las negras de la Inmaculada y ha sido publicado en 2019. En sus obras nos relata, nos descubre toda una memoria de población negra en España y especialmente en Andalucía, destacando en su primer volumen la ciudad de Sevilla. Se trata de una población, la afroandaluza, los negros y negras de Andalucía, que hasta ahora había sido ignorada, obviada e incluso negada.
Pregunta: Muy buenas Jesús, muchas gracias por concedernos esta entrevista para nuestro monográfico Miradas decoloniales al Caribe afroandaluz. Tú mismo ya conocías esta idea, desde la que también has proyectado tus libros y tus propuestas. ¿Que nos podrías decir de este concepto, de esta nueva manera de mirar los mundos que se dan encuentro en este Gran Caribe afroandaluz”?
Respuesta: Hola Javier, sí, sí. Son muchos años trabajando en algo que está englobado en ese concepto: “El Caribe afroandaluz”. Llegar a conocer los trabajos de Antonio García de León fue clave para mí, como lo fue conocer los trabajos de otros grandes sabios que sacaron a la luz las culturas de los pueblos negros de América: Fernando Ortiz y Lidya Cabrera en Cuba, o Gonzalo Aguirre Beltrán en México. Fueron esos grandes pensadores de América los que nos ayudaron a descubrir a los andaluces nuestra historia más reciente. Como decía Santiago Auserón, para conocer África que está solo a doce millas de Andalucía, hemos tenido que viajar más de 10.000 km. Llegar justamente a ese “Caribe afroandaluz”.
Ellos nos enseñaron, nos abrieron los caminos y nos hicieron ver la descomunal importancia de las culturas que millones de africanos capturados como esclavos en su continente de origen, fueron aportando a ese gran caldero que formaban los pueblos de la Península Ibérica, Portugal y España, y los que, con esa presencia africana, formaron América: el indio, el blanco y el negro.
P: ¿Por qué crees que México ha llegado hasta Andalucía? ¿Para estirar su propia forma de ver el Caribe?
R: Como un proceso natural de un país normal que trata de explicarse en el mundo con todos los ingredientes que lo configuran, incluido el negro y sus culturas. Lo que es increíble y sin duda escandaloso es que los gestores de España de todos los tiempos y poderes: eclesiásticos, políticos, económicos…, aún no sepan que España, Andalucía, tienen que acometer ese recorrido con urgencia. Si como hombre de poder eres tan ruin que ocultas, escondes parte de tu historia, o te ocurre algo peor, la desconoces, la ignoras, este país anda mal, sólo le queda lo peor, la patética cara del imperio español.
P: Para aterrizar en tu trabajo de investigación, antes de hincar el diente a tus libros, durante décadas has estado en el mundo de la cultura, organizando eventos, acercando culturas y abriendo espacios para ese diálogo entre culturas. Como bien has señalado en varios lugares, también has sido colaborador de Santiago Auserón, Kiko Veneno, Raúl Rodríguez.
R: Si, mi vida profesional ha sido la de productor, creador y gestor cultural. La dirección de la Fundación Luis Cernuda desde los años 1987 hasta 1995 fueron quizás los años que más marcaron mi trabajo. Fueron los años donde se crearon los primeros encuentros de El son Cubano y el Flamenco, el Festival de Jazz de Sevilla, la creación del teatro de la Maestranza, la Expo 92, el Festival de Itálica de danza, etc.
Años después, de forma privada y junto a Santiago Auserón, Gualberto García, Kiko Veneno y otros amigos de aquí y de Perú y Cuba, creamos una Fundación cultural privada, Ceiba. En su corta vida hicimos realidad varios proyectos: por ejemplo, “La Fiesta del Cajón” con Susana Baca de Perú, Gualberto de “los Smash” y Diego de “Los Delincuentes”. Editamos la revista “Palabras de la Ceiba”. Homenajes en Cuba a Lázaro Ros y Benny Moré, etc.
Sí, he tenido la gran suerte, el privilegio de estar enriqueciéndome desde mis primeros años juveniles con el cariño, el talento y la amistad de personas claves en la cultura de esta tierra. Mi rebeldía juvenil y mis pésimos resultados escolares hicieron que mis padres me dijeran: “no quieres estudiar, pues muy bien a trabajar”. Y me enviaron a un pueblo de la provincia de Huelva cerca de Portugal, Villanueva de los Castillejos, a la construcción de un canal (acueductos y túneles), que llevaría agua del Guadiana a la zona industrial de Huelva. Allí siendo casi niños, nos conocimos Santiago Auserón y yo. Su padre era el topógrafo de la empresa que me enseñó ese oficio. Hoy seguimos con esa amistad. Poco tiempo después, en la misma tierra mágica del Andévalo, la fortuna me hizo conocer a otras dos enormes personas, los que serían los padres del gran Raúl Rodríguez: Juan y Maribel. Y un poco después, en los años ochenta a Kiko. Durante un tiempo Kiko trabajó en la Fundación Luis Cernuda de Sevilla en la que yo estaba y después participó en el nacimiento de la Fundación Ceiba.
Compartimos trabajos comunes a lo largo del tiempo y yo continué y continúo aprendiendo y enriqueciendo de los trabajos y la humanidad de todos ellos. Y hoy mucho más. A ese ramillete de arte se unió el joven maestro y “hermano” Raúl Rodríguez. A Raúl y a mí no nos unió un tres (instrumento musical cubano) cualquiera, fue el tres de El Guayabero. Ese músico grande de Cuba al que Santiago llamaba “el Bob Dylan en castellano”. Fue en un pueblito de la provincia de Sevilla donde su madre, Maribel, “Martirio”, llevó a su hijo a que viera unos conciertos que yo organizaba: Los primeros Encuentros de “El son cubano y el flamenco” que se hicieron en el mundo. Era el año 1994. Desde aquellos Encuentros viene nuestra amistad y la pasión de Raúl por el instrumento, el tres cubano hoy convertido en “tres flamenco”, gracias a sus trabajos y descubrimientos.
P: Al igual que a Antonio García León, ¿ha sido la cultura la que te ha llevado, la que te ha movido a investigar y escribir sobre la relación entre África y Andalucía?
R: Sin duda. Esos años de “juventud rebelde” fuera de la familia me permitieron enriquecerme en la lectura. Era pésimo estudiante, pero me gustaba leer. Y tenía algunos libros, casi todos prohibidos entonces. A casa de mis tíos y mis padres llegaban clandestinamente las primeras publicaciones de la Casa de las Américas en los inicios de la Revolución cubana, principios de los años setenta del siglo XX. Yo me llevaba al pueblo algunas de ellas. En los primeros años de nuestra juventud, Santiago, los amigos en el pueblo y yo leíamos a Nicolás Guillén, Leopoldo Seda Senghor, Aimé Cesaire entre otros. Eso y la música, la negra que el padre de Santiago tenía (su trabajo anterior en la base americana de Zaragoza llenó su casa de sonidos negros), y la que yo llevaba, “Farewell Angelina” de Joan Báez, Raimon, Dylan, George Brassens, Eric Burdon and the Animals, Paco Ibáñez…, fueron alimentando esa primera etapa de nuestras vidas.
Con 19 años decidí dejar el trabajo y el pueblo y volver a estudiar en Sevilla. En ese proceso de maduración de las cosas que había leído, las músicas que había escuchado y mi creciente afición a la música flamenca me hizo preguntarme algo que me llamó muchísimo la atención, la ausencia de las historias y culturas de los negros africanos en las diversas teorías que se manejaban sobre los orígenes del flamenco. Negros y mulatos que en grandes cantidades llegaron como esclavos a España y durante más de trescientos años, murieron, nacieron y se mezclaron aquí, en la Península Ibérica. ¿Cómo era posible, me preguntaba, que las obras de Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Góngora, los entremesistas del Siglo de Oro estuvieran cargadas de esas historias de personajes negros que vivían entre nosotros (moriscos y gitanos también, pero mayoritariamente negros), que entre otras cosas destacaban por sus cantes, bailes y toques de guitarra, como era posible decía, que entre todos esos estudiosos y todas las teorías sobre los orígenes del flamenco, prácticamente nadie ponía encima de la mesa todo ese enorme protagonismo de músicas y danzas negras que justamente se hacían en Andalucía y España en todas las épocas anteriores al nacimiento del flamenco?
Esa primera inquietud me fue llevando a ir descubriendo cada vez más evidencias. Durante años fui acumulando muchísima documentación. Hoy una parte de ese proceso de investigación está viendo la luz a través de la colección de libros que llamamos: Los Invisibles.
P: En tu primer libro de la colección “Los Invisibles”, Hechos y cosas de los negros de Sevilla, despliegas una nueva presencia, antes negada, la de una importante población negro-andaluza, afroandaluza. Junto a otros colegas, investigadores y músicos tú has sido pionero en destacar el papel de los negros y de la cultura africana en el Flamenco. ¿Cuál es para ti la pata negra del Flamenco? ¿Cuáles han sido las reacciones? ¿A qué nos convoca esta reflexión sobre la aportación negra y africana al flamenco?
R: Bueno, yo me he limitado a contar lo que dicen los documentos. Mi aportación con este trabajo multidisciplinar ha sido sacar a la luz el protagonismo que los negros tuvieron tanto en los comienzos del flamenco como en su desarrollo posterior. En mis trabajos hablo de los negros que eran los protagonistas desde las primeras danzas que se hacían en la península desde sus inicios hasta el nacimiento del flamenco. Es decir, durante más de trescientos años. Los negros de España protagonizaban: el guineo, la zarabanda, la chacona, el zarambeque, el zumbé, el zambapalo, el cumbé, el paracumbé, la gayumbá, el dengue, el manguindoy, el ye-ye, el tango, la rumba, el fandango, el zambapalo, el zorongo, el canario, la gatatumba, la cachucha… Y hablo en mis trabajos de las letras de ida y vuelta (letras que ya se hacían en España muchos años antes de que se denominaran así, de que existieran en el flamenco los llamados cantes de ida y vuelta). Letras que los negros y mulatos cantaban en las calles, iglesias y plazas andaluzas. Letras y cantes que nos contaban historias de idas y vueltas de las tres orillas; las tres orillas, digo bien. Aquí igual que se ha silenciado la historia del negro en España, siempre se ha olvidado La orilla negra, la orilla atlántica del continente africano. Pero los documentos sí nos hablan y nos dicen que eran músicos negros los que sí hablaban de las tres orillas. En uno de esos documentos, de mediados del siglo XVII, cantaban dos negros en la puerta de una iglesia en una de esas ciudades andaluzas lo siguiente:
“…Yo le cantaré, / yo le arrullaré, Yo le entonaré, / un tonillo que traigo/ Con musiquilla de Santo Tomé Negro 2. Cállate tú, que yo le canto mejor que tú, Otro tonillo que traigo Con musiquilla de Veracruz Que zambacatú que zambacaté Cozuzu, cuzuzu, /que somos parientes Del niño Jesús… (1).
En otro de otra ciudad andaluza en las mismas fechas se dice:
Atención, que un Navío, Que de las Indias llegó, Unos Negros han entrado, Músicos de gran primor. …Venid junto a mí: Cantemos Tonadas Del Zocototin (2).
Y hablo en mis trabajos de un negro que fue muy importante en los inicios del flamenco el negro Meric:
“…En obsequio a muchos aficionados, CANTARÁ POR LO FLAMENCO Dicho mulato merece oírse, según opinión de quien lo entiende… (3)”.
Y de otro negro que bailaba los tangos ñáñigos: Lázaro el negro. Por cierto, a Federico García Lorca lo mataron muy poco tiempo después de que él volviera de Cuba. En ese viaje, Federico asistió a un “plante ñáñigo”. Su íntima amiga Lidya Cabrera, la gran mujer que fue destacadísima estudiosa de las culturas negras en Cuba lo llevó. El enorme poeta a su vuelta de Cuba traía además de todos los sones cubanos (él fue el primero en introducir el son cubano en España, se los había aprendido en Cuba y en el barco de vuelta a España; no paraba de tocar al piano los sones cubanos junto a su amigo el musicólogo Adolfo Salazar), las ideas de trabajos, proyectos nuevos sobre los negros en Cuba… Nunca los pudo hacer, lo mataron antes. Quizás toda la historia de la música popular española habría cambiado con ese, “Ritmo Perdido”, (4) que Federico traía de Cuba en su cabeza. En mi libro Las negras de la Inmaculada describo algo de Lázaro el negro y la vida de algunos negros ñáñigos (5) que fueron apresados por los españoles y conducidos a presidios en África, Ceuta, Fernando Poo, cuando luchaban por la libertad de Cuba. Y hablo de María Martínez, la negra cubana que vivía en Sevilla y dicen que le tocaba la guitarra al mismísimo Planeta. Y hablo del negro Aquilino que tocaba el saxofón por lo flamenco abarrotando las plazas de toros de toda España. De esos y muchísimos otros documentos hablo en mis trabajos. Documentos que nos van evidenciado de que aquí ha ocurrido algo importantísimo que nadie nos contó: que los negros son, el eslabón olvidado, en las músicas y danzas de nuestro país.
P: En tu segundo libro Las negras de la Inmaculada nos hablas del papel de la mujer negra en la Sevilla y la Andalucía de los siglos XVI y XVII. ¿Cuál ha sido para ti el papel de las mujeres negras esclavas en la Historia de Andalucía?
R: Bueno yo lo que hago en mis libros es sacar a la luz las historias de mujeres mulatas y negras que son muy poco o nada conocidas. Todo muy documentado. Esa es mi aportación fundamental. Para eso se ha creado la colección Los Invisibles: para hacer visibles a la inmensa mayoría de los ciudadanos, la historia de las mujeres y hombres negros y mulatos de esta tierra.
En ese sentido yo he puesto en el libro los ejemplos de algunas de ellas. Las mujeres negras y mulatas de las que hablo son mujeres fuertes, inteligentes, mujeres que lucharon con bravura por su libertad y contra las injusticias de la sociedad en la que vivieron. Mujeres que se enfrentan a procesos inquisitoriales sorprendentes como el que sufrió Elena de Céspedes por haberse casado con otra mujer. Mujeres valientes, independientes, libres, mujeres cómo Leonor Rica, una mulata que bailaba, cantaba y tocaba la guitarra en las fiestas del Corpus y en otras fiestas no religiosas. Y debería ser muy, muy buena, ella y el grupo de negras y mulatas que la acompañaban, ya que en Sevilla las autoridades de la ciudad la contrataron durante veinte años ininterrumpidamente. Ella, directamente, sin intermediarios masculinos, negociaba sus cachets con las autoridades. Mujeres como Polonia “La Cimarrona”, que junto a otras 150 mujeres lucharon en Colombia contra los mercenarios españoles que querían volver a capturarlas para ser esclavas de nuevo…
P: En muchos sentidos, debido a estereotipos, a falta de información y a una visión muy interesada en que relacionemos a África con elementos problemáticos como “atraso, “subdesarrollo” o “pobreza”, hemos esencializado la relación entre esclavitud y negritud. Según esta relación los negros serían esencialmente esclavos y los esclavos esencialmente negros, pero tú en tus trabajos has rescatado otras figuras, otras trayectorias y otras miradas, por ejemplo el Negro Curro. ¿De qué trata este personaje?
R: Bueno, sobre la primera parte de tu pregunta en la historia de la humanidad y de España no sólo fueron los pueblos negros los esclavizados. Decía el historiador cubano José Antonio Saco en su obra Historia de la esclavitud que, “Grave error sería pensar que la esclavitud de los negros africanos comenzó con el descubrimiento del Nuevo Mundo. Muchos siglos antes del nacimiento de Cristóbal Colón ya había esclavos en Europa”. Por otro lado, tratar a un hombre como a un animal, situarlo en lo relativo al derecho, entre las bestias, al margen de la sociedad humana, son constantes en la historia de la esclavitud. Desde la antigüedad egipcia, griega o romana, pasando por la Edad Media europea y hasta la América del siglo XVI al XIX, permanece la práctica, el derecho y la teoría que rigen la esclavitud. Aristóteles en su Política, entre otras cosas decía: “Es necesario que haya seres inferiores que trabajen para la parte noble de la humanidad… Hay hombres, naturalmente esclavos, tan inferiores a los otros, como el cuerpo al alma, el bruto al hombre, instrumentos puestos por una especie de selección natural al servicio de la clase superior”. Juan Gines de Sepúlveda (1490-1573), sacerdote católico y uno de los tratadistas españoles de la época, dice en De la justa causa de guerra contra los indios: “que con perfecto derecho los españoles imperan sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo e islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio, virtud y humanidad son tan inferiores a los españoles como los niños a los adultos y las mujeres a los varones (…) Y estoy por decir que de monos a hombres…”. Otro cura, el fraile agustino Fray Martín Alonso de Córdoba (1460) llegó a decir que “los bárbaros vivían sin ley y que los latinos eran quienes tenían la ley, pues era ley de las naciones que los hombres que vivían y estaban gobernados por la ley habían de ser señores de quienes carecían de ella; por tanto, podían capturarlos y hacerlos esclavos, pues por naturaleza son esclavos de los sabios”.
En mi libro Las negras de la Inmaculada, en el relato XII, “El corral de los negros y el oro quiteño de sus vecinas”, explicando cómo le llegaban enormes cantidades de dinero a Teresa de Jesús desde América, dinero que la monja dedicaba a la compra de sus casas y conventos por España, Manuel María Polit, otro cura que era superior de los carmelitas en Ecuador, sin cortarse un pelo en su exposición, nos lo explica muy claramente:
“Cuánto consuelo nos da el recordar que la plata, llegada con el sudor y las fatigas de estos míseros indígenas recién conquistados, contribuyó eficazmente a una de las empresas que más habían de extender por el mundo el amor de Dios y de los hombres. ¡Sí, con oro americano, quiteño, se comenzó la reforma de la orden del Carmelo, y se fundó el primer monasterio de las descalzas carmelitas! (6)”.
Se puede decir más alto, pero no más claro. Finalmente, para ilustrar que eso de utilizar a los negros como instrumento de bienestar del blanco era práctica habitual en España, te dejo esta imagen (Imagen 1) del siglo XVI que incluyo en los relatos de mi libro Hechos y cosas de los negros de Sevilla.
Milagro de San Cosme y San Damián, relieve en madera, atribuido a Isidoro de Villoldo, siglo XVI. Museo Nacional de Escultura de Valladolid.
La imagen hace bueno el dicho “una imagen vale más que cien palabras”. El cuadro está en Valladolid, en el Museo Nacional de Esculturas. Es un bajo relieve en madera policromada y dorada. La imagen nos describe cómo San Cosme y San Damián, los padres de la medicina, curan a un hombre blanco cortándole la pierna a un negro vivo y sano que mira a los médicos horrorizado y con expresión de inmenso dolor. Como decía el profesor Baltasar Fra Molinero en el n.º 2 de la revista Palabras de la Ceiba: “el habitante negro en España en el siglo XVI es sólo un cuerpo reducido a la categoría de instrumento”. Con estos “mimbres” se fueron justificando las barbaridades cometidas por seres humanos contra otros seres humanos.
En cuanto a los Negros Curros debo decirte que no existe mucha información más allá de las litografías de Víctor Patricio Landeluze, algunas décimas, cuentos y canciones de tradición oral, las referencias literarias de algunos escritores cubanos costumbristas como Cirilo Valverde, Los Curros del Manglar de José Victoriano Betancourt, la obra de Francisco Calcagno, Los crímenes de Concha, y especialmente, las investigaciones del gran estudioso de la negritud, D. Fernando Ortiz que reflejó en su trabajo, Los Negros Curros. Los negros curros del Manglar (se llamaban así porque era una parte del barrio de Jesús María en las afueras de La Habana) fueron unos negros y mulatos originarios de Sevilla (en Cuba la voz curro/curra significa andaluz/andaluza, naturales de Andalucía). No eran esclavos. Eran negros horros (libres).
Se distinguieron por el lenguaje particular que hablaban, sus vestidos y adornos; camisa blanca de cuello ancho, pantalones de campana, chanclas de cañamazo, de corte bajo con hebillas de plata, la chupa de olancito de cortos y puntiagudos faldones, sombrero de paja afarolado, gruesas argollas de oro en las orejas, anillos, pañuelo rojo en el cuello y en la mano entre el pañuelo, se escondía siempre un sin arruga, un jierro, (una navaja). Sus andares, cadenciosos, contoneándose, arrastrando mucho las chancletas y moviendo los brazos adelante y atrás.
Vocablos, maneras y formas de ser de los negros curros que recuerdan directamente los usados por los jaques, los hampones y pícaros sevillanos del siglo XVI y posteriores. Las voces y las maneras de la jerga curra que Lope de Vega, Cervantes, Quevedo y demás escritores del siglo de Oro escucharon en El Arenal y otros lugares sevillanos y andaluces donde tuvo su gloria “la picardía de los jaques”, los colegas de los negros que vivían en Sevilla y que, en Cuba, se convirtieron en los negros curros.
Por cierto, el músico Raúl Rodríguez en una de sus recientes producciones nos regaló una bellísima propuesta musical de tonadas nuevas, donde nos describe y recrea con rigor y brillantez el personaje de lo que fue El Negro Curro en su libro disco “Razón de son (7)”.
P: ¿Cuáles serán tus próximas publicaciones? ¿Ya tienen cuerpo los siguientes volúmenes de tu colección?
R: Si, quiero terminar en breve un trabajo que estoy haciendo sobre un importante número de villancicos de negros en España. Algo de ellos hemos comentado en esta entrevista. A la vez tengo iniciados los trabajos para los próximos tres libros de la colección Los Invisibles. Igual que ocurre en los primeros libros de la colección, hablaré de historias desconocidas de negras y negros en toda España y en los siglos XVII, XVIII y XIX. Y hablaré de importantísimos negreros que, como su dinero, ellos también se blanquearon.
P: Un saludo Jesús, muchísimas gracias por todo amigo.
NOTAS.
(1) Santo Tomé, África. Veracruz, América. Villancico que los negros andaluces cantaban en la puerta de la iglesia de El Salvador, Sevilla. El autor.
(2) Navío que vienen de las Indias con: Negros, músicos muy buenos, “de gran primor”. Que traen una tonada nueva: el Zocototin. Y la cantan y bailan los negros en Málaga, en el siglo XVIII. El autor.
(3) Diario El Guadalete, Jerez de la Frontera. 1874..
(4) Como el título de un libro imprescindible para conocer, “El influjo negro en la canción española”, el libro que recientemente escribió Santiago Auserón: El ritmo perdido.
(5) Se conoce por ñáñigos a los miembros de una cofradía secreta, Abakuá, formada por hombres negros de origen carabalí entre los esclavos que los españoles introdujeron en Cuba. Se sabe de una primera cofradía en el puerto habanero de Regla en el siglo XIX. Les dicen ñáñigos porque en sus ceremonias participa de forma destacada un personaje enmascarado conocido como íreme, ñaña, o ñáñigo, al que popularmente se le conoce como diablito que, con sus bailes y gestualidad al compás de los tambores y las músicas, representa a un ente sobrenatural que viene a la tierra para intervenir en las ceremonias abakuá.
(6) COSANO PRIETO, Jesús. Los invisibles vol. II: Las negras de la Inmaculada. Editorial Aconcagua, Sevilla, 2017.
(7) RODRÍGUEZ, Raúl. Razón de son. Folk. Música, 2014.
Esta entrevista fue realizada por el profesor Javier García Fernández en el marco de Las Primeras jornadas culturales del Caribe Afroandaluz en la Universidad de Granada. 25 de marzo de 2020.