En 1960, 17* países africanos se independizaron. En el continente, las esperanzas son grandes. Pero el contexto internacional impondrá sus restricciones: el neocolonialismo, la Guerra Fría, la globalización neoliberal pesarán en los nuevos Estados mientras el continente enfrenta un crecimiento demográfico muy fuerte y una urbanización descontrolada.
De los últimos sesenta años, ¿qué balance podemos sacar en estas condiciones? ¿La independencia ha cumplido sus promesas? ¿Cómo ha cambiado la situación política y económica? ¿Cómo han cambiado las sociedades civiles? ¿Han encontrado su lugar las mujeres y los jóvenes?
Pressenza se reunió y entrevistó a Amzat Boukari-Yabara, médico de la Escuela de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales, historiador y activista panafricano.
Continuamos esta tercera parte enfocándonos en el tema de la sociedad civil.
*Dahomey (ahora Benin), Haute-Volta (ahora Burkina Faso), Camerún, Congo-Brazzaville, Congo-Kinshasa, Costa de Marfil, Gabón, Malí, Madagascar, Mauritania, Níger, Nigeria, República Centroafricana, Senegal, Somalia, Chad, Togo.
A menudo hablamos del dinamismo de las sociedades civiles africanas. Los partidos políticos, los sindicatos, las iglesias, las asociaciones, los artistas e intelectuales han hecho realidad, mediante su movilización, las demandas de independencia.
¿ En estos sesenta años, cómo se han transformado estas sociedades civiles? ¿Cuál es la situación hoy en día?
Activas en las luchas de descolonización a través de las redes estudiantiles o intelectuales, las sociedades civiles reaparecen en el contexto de la transición a un sistema multipartidista que ha permitido la alternancia. Paradójicamente, en los años 90 y 2000, los regímenes africanos continuaron siendo dominados por una gerontocracia que se preocupaba muy poco de las quejas de los jóvenes. Los campus universitarios se convirtieron en lugares de intenso debate para los jóvenes empobrecidos quienes cada vez están más inclinados a valerse por sí mismos. Las sociedades civiles pueden ocuparse, por una parte, de los desfavorecidos que se organizan precisamente como una contrasociedad, y por otra, de las organizaciones que no encuentran un lugar en el marco de las instituciones tradicionales. Los sindicatos, las organizaciones tradicionales, los medios de comunicación, los intelectuales y artistas, los religiosos y muchas otras categorías sociales integrarán este campo de la sociedad civil, que es, debe decirse, bastante débil. Este campo no está estructurado por ideologías, pero está ganando terreno en el abandonado por las ideologías, especialmente el marxismo.
Tras el final de la Guerra Fría, parte de la sociedad civil también se encuentra en el altermundialismo al invertir en los problemas socioeconómicos y culturales vinculados a la globalización. Bamako, Túnez o Nairobi presentan ediciones del Foro Social Mundial. Además, se están produciendo movilizaciones ciudadanas contra las políticas neoliberales y para denunciar las políticas de austeridad promovidas por las instituciones financieras internacionales. Figuras como la ex ministra de cultura de Malí, Aminata Dramane Traoré, por los asuntos económicos, o la ganadora del Premio Nobel de la Paz de Kenia, Wangari Mathaai, por los asuntos ambientales, aparecen como iconos de esta lucha. Otra corriente de la sociedad civil está comprometida con el concepto mucho más liberal de la buena gestión pública, se trata de asociaciones que desempeñan un papel de vigilancia o de despertar de la conciencia ciudadana, a menudo haciendo hincapié en las libertades y la ampliación de los derechos sociales. La sociedad civil, ya sea en una línea altermundialista o igualitaria, tiene vínculos con las diásporas.
De hecho, ante la reducción de la libertad de expresión, las quejas africanas encuentran mayor acogida entre las diásporas de los países occidentales, en las que se pueden movilizar con mayor libertad de expresión y crítica de las potencias africanas. A nivel de partidos políticos y figuras de la oposición, algunos viven en el exilio dentro del continente africano, pero para las antiguas colonias francesas, París se convierte en el lugar de retiro, a veces con estatus de refugiado.
En Francia, la sociedad civil africana representa a cientos de organizaciones, algunas de ellas se movilizan en torno a cuestiones de soberanía o a asuntos muy concretos como la liberación del ex presidente de Costa de Marfil, Laurent Gbagbo, la denuncia de la guerra y de las violaciones cometidas en el este del Congo, el llamado a la expulsión de las bases militares extranjeras francesas e internacionales, la oposición a las constituciones modificadas, la confiscación de los procesos electorales, cuestiones de soberanía como el franco CFA, etc, son tantas las cuestiones que están en juego. París es, en todo caso, la capital de la sociedad civil africana y en ella se celebran regularmente numerosos foros políticos, sociales, económicos y culturales. A esto hay que añadir la labor de las asociaciones francesas como Survie, que desempeñan un papel importante para alertar a la opinión pública sobre las prácticas que se están llevando a cabo en Françafrique [1].
Si bien los partidos políticos y los sindicatos han perdido parte de su atractivo ideológico, las asociaciones se han hecho cargo de sectores a menudo abandonados por el Estado (educación, salud, cultura…) o abiertos a la privatización. Los artistas e intelectuales siempre han jugado un papel vanguardista o movilizador en las luchas anticoloniales y, luego, progresistas. Además, junto con los movimientos ciudadanos, son los actores más destacados de las demandas sociales y políticas de África en la actualidad. Las sociedades civiles operan hoy en día en redes, a nivel nacional, regional o internacional, junto con ONG o fundaciones internacionales que a veces son criticadas por sus agendas ocultas. Las redes sociales también permiten conectar los espacios de lucha, preparar movilizaciones contra los cambios en las constituciones, contra la confiscación de las elecciones, contra la corrupción, el saqueo de las materias primas o las guerras, pero también contra la presencia del ejército francés.
Una de las organizaciones que trabajan en estos temas en Senegal, por ejemplo, es el Frente para una Revolución Antiimperialista Popular y Panafricana (FRAPP), también conocida por su eslogan más directo: «¡France Dégage!» (Francia desvinculada). Las acciones, por ejemplo, estarán dirigidas a las grandes empresas francesas que están matando el comercio local, pero también a todos los hechos de injusticia en torno al precio de las necesidades básicas, el agua y la electricidad. El movimiento toma medidas directas y su figura más conocida, Guy Marius Sagna, es arrestado regularmente por las autoridades.
Hay otros movimientos de la sociedad civil que han obtenido victorias concretas: el movimiento “Y’en à Marre” (Estamos hartos) se movilizó contra la imposición por la fuerza de Abdoulaye Wade durante las elecciones presidenciales de 2012 y está trabajando en la producción de un «nuevo tipo de senegalés». En Burkina Faso, el Balai Citoyen desempeñó un papel central en la caída de Blaise Compaoré. Otros movimientos como Filimbi o el Lutte pour le changement (LUCHA) están activos en la República Democrática del Congo (RDC).
Estas organizaciones de la sociedad civil también forman una constelación que está directa o indirectamente vinculada a fundaciones internacionales que promueven una agenda para el cambio social sin ningún cuestionamiento real de las estructuras neocolonialistas, como la moneda (salida del franco CFA) o la defensa (expulsión de bases militares extranjeras). El ámbito de estas organizaciones de la sociedad civil se preserva por el hecho de que estos temas esenciales están a menudo ausentes de las campañas electorales que movilizan alianzas etnorregionales o cálculos políticos más que visiones reales de la sociedad.
Notas
[1] La expresión «Françafrique» se usa comúnmente para designar todas las relaciones políticas, diplomáticas, económicas, militares, culturales entre Francia y sus antiguas colonias en África subsahariana desde 1960 y la independencia oficial. Los críticos de «Françafrique» califican estas relaciones como neocoloniales.
Serie completa: Hace 60 años, la independencia africana. ¿Qué balance se puede hacer?
- Una democracia inacabada
- La dependencia económica, todavía
- Sociedades movilizadas
- Una juventud bajo presión
- Las mujeres en el corazón de la emancipación
Traducción del francés por Maria Paula Alvarez