La semana pasada escribí una columna sobre lo que entendía por espíritu republicano. Lo hice a partir de dos ejemplos de las más altas autoridades del país (Chile) que lo contradicen flagrantemente: el de la cotización de productos gourmet para los menús en la casa de gobierno en medio de una pandemia que tiene al país en una dolorosísima encrucijada, y el funeral de un familiar del presidente en el que no se respetaron los protocolos establecidos por el propio gobierno.

Solo incluí dos botones de muestra, los más recientes, pero no los únicos. Si la columna la hubiese escrito esta semana tendría que haber agregado otro botón: el de la salida del presidente para comprar vino en medio de la cuarentena.

Como nunca antes, la columna desató controversia. Uno de mis lectores la catalogó como uno de mis peores artículos expresando “¡Qué limitada tu visión de la izquierda que defiendes! El caviar (jamás demostrado) de La Moneda importa tan poco ante lo que se pide en la búsqueda de soluciones país, como el funeral de Bernardino Piñera, donde además no se violó protocolo de salubridad alguno (el ataúd estaba sellado por lo que era dable levantar la tapa que separaba al medio del difunto por un grueso vidrio). Ustedes han caído en la más pedestre forma de hacer oposición, quizás porque no saben dónde están parados”.

No dejó de sorprenderme tan drástico comentario, razón por la cual, por tratarse de un amigo, solo atiné a responder “¡Veo que te saqué de las casillas, lo siento!”.

Al respecto es importante aclarar que lo expresado en la columna no tiene nada que ver con visiones de izquierdas y derechas. El espíritu republicano lo puedes encontrar tanto a uno como al otro lado, en mayor o menor grado, así como ninguna de las dos visiones está exento de carecer de él. No defiendo visión de izquierda alguna, por el contrario, una visión de la derecha que sí tiene espíritu republicano, la que está asomándose tímidamente luego de décadas de oscurantismo. Es la derecha republicana que se desprende de la dictadura para sumarse al proceso de recuperación de la democracia en la segunda mitad de la década de los 80 de la mano de Hugo Zepeda, Julio Subercaseaux y Armando Jaramillo.

El lector, objetor de la columna, agrega que tanto el caviar como el funeral importan poco frente al problema que enfrenta el país. Ese es el punto: es de mal gusto que las más altas autoridades estén implicadas en cotizar productos gourmet para sus menús con medio país sumergido en cuarentenas y participando en un funeral, violando sus propios protocolos –el que establece un máximo de participantes-, cuando el común de los mortales no puede hacerlo. ¡Vaya ejemplo el que nos están dando! Y después las máximas autoridades nos reclaman cuando los chilenos de a pie no acatan las disposiciones y restricciones que las circunstancias están exigiendo.

Si la columna la hubiese escrito esta semana tendría que haber agregado otro botón de muestra: la compra del presidente en un local de venta de vinos en el sector oriente de la capital del reino en medio de la cuarentena vigente en distintas partes del país. En vez de dar el ejemplo, vuelve a dar el contraejemplo. Vergonzoso.

El Ministro de Salud, Enrique Paris, quien lleva poco tiempo en el cargo, no se corrió ni le hizo el quite cuando se le observó el hecho, delatando un espíritu republicano digno de resaltarse. Afirmó que “Como se dice, el rey o la máxima autoridad en este caso, debe dar el ejemplo. Se lo decía Julio César a su mujer: no solo hay que serlo, sino que parecerlo”. No creo que París esté defendiendo visión de izquierda alguna. Sostuvo también que “A lo mejor el presidente se va a molestar, pero lo voy a decir: creo que hay que medir la consecuencia de los actos”. No está haciendo otra cosa que resaltar la importancia del espíritu republicano.

No se trata de que la máxima autoridad del país no pueda cotizar productos gourmet, ni pueda participar en un funeral, ni pueda comprar vino, aún en circunstancias excepcionales. Legalmente puede hacerlo por ser lo que es, la máxima autoridad, nadie discute eso. Puede, pero no debe. De eso se trata.

Pero no hay caso: la mona por más que se vista de seda, mona queda.

 

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