Gripesita. Un resfrío. Yo con mi pasado de atleta. Y qué me importa! La histeria de la prensa para desestabilizar mi gobierno.
Esa es sólo una de las docenas de bestialidades pronunciadas por Jair Bolsonaro, presidente de Brasil. Mi amigo me llama: enciende la televisión. La enciendo. Ayer, después de tener fiebre, fue al hospital militar. Hoy se anuncia el resultado. Positivo. El resfriado también lo agarró. A él, que dijo frente a los montones de muertos en las fosas comunes, qué me importa!… Ahora está en la televisión, sin máscarilla, diciendo que está bien, que no es nada serio, que pasará, que nos veremos en una semana y adiós a todos.
Pero ahora mismo nadie se atreve a reírse. Los medios de la oposición, los medios alternativos, están haciendo reportages de las noticias. Están esperando. Los médicos explican en la televisión por millonésima vez cómo funciona el virus, sus síntomas, su curso, sus complicaciones, como si estuviéramos en los primeros días de la pandemia.
Las calles están llenas de gente, que viaja diariamente a su trabajo, en las tiendas, restaurantes, centros comerciales, todo abierto como si nada hubiera pasado. Como si no fuera nada. No es nada. Nada. Como si no fuera nada.