Apenas terminado el confinamiento impuesto por la pandemia, en Ámsterdam se ha comenzado a adoptar el modelo llamado «dona» o doble círculo, para intentar reparar la situación en la que ha quedado la economía, pero en base a un criterio diferente, basado en el equilibrio con el planeta.
Mientras en la capital holandesa todavía se hacen muchos esfuerzos para mantener a los ciudadanos sin riesgos, los funcionarios municipales y la economista británica Kate Raworth, miembro del Instituto de Cambio Ambiental de la Universidad de Oxford, han estado diseñando la forma cómo la ciudad se podrá reconstruir en un contexto post-Covid-19.
Han considerado que la crisis actual se debe principalmente al apego global al crecimiento económico y a las leyes de la oferta y la demanda propias del neoliberalismo, y propuesto para este nuevo modelo ideado por la economista Raworth una guía de lo que puede ser para los países, ciudades y personas prosperar en equilibrio con el ecosistema planetario.
Se basa en el libro más vendido de Raworth en 2017: «Doughnut Economics: Seven Ways to Think Like a 21st Century Economist», que ha sido leído por numerosísimas personas y ha sido descrito por el columnista de The Guardian, George Monbiot, como una «alternativa innovadora a la economía del crecimiento».
El anillo exterior de los dos círculos concéntricos, representa el límite ecológico trazado por los científicos del sistema planetario. Marca los límites que la humanidad no debería sobrepasar para evitar dañar al clima, los suelos, los océanos, la capa de ozono, el agua dulce y la abundante biodiversidad.
Entre los dos anillos está ubicada la zona en la que se satisfacen las necesidades de todos y también del planeta. El anillo interno está definido por las necesidades individuales de sobrevivencia y bienestar para cada ser humano (alimentación, vivienda, salud, educación, trabajo, información, desplazamiento, comunidades, etc..)
El modelo ha sido formalmente adoptado por el municipio de Amsterdam como experimento para definir las decisiones de política pública, siendo la primera ciudad del mundo en hacer tal cosa.
«Creo que puede ayudarnos a superar los efectos de la crisis», dijo la Vicealcaldesa de Ámsterdam, Marieke van Doorninck, quien participó con Kate Raworth en una entrevista con The Guardian a través de Skype antes del lanzamiento. «Puede parecer extraño que estemos hablando del período posterior al coronavirus, pero como gobierno tenemos que planificar… Es para ayudarnos a no recurrir a mecanismos fáciles».
«Cuando tenemos que preocuparnos por el clima, la salud, los trabajos, la vivienda y el cuidado y las comunidades, ¿hay un marco teórico que pueda ayudarnos con todo eso?» Raworth dice. «Sí que lo hay, y está listo para implementarse.»
La premisa central es simple: el objetivo de la actividad económica debería ser satisfacer las necesidades básicas de todos los habitantes de la ciudad, pero dentro de los medios que permite el planeta. Kate Raworth redujo el modelo para proporcionar a Ámsterdam un «retrato de la ciudad» que mostrará dónde no se satisfacen las necesidades básicas y dónde se sobrepasan los «límites planetarios permitidos». Muestra cómo los problemas están interrelacionados.
Por ejemplo, las necesidades de vivienda de los residentes están cada vez más insatisfechas, ya que casi el 20% de los inquilinos de la ciudad no pueden cubrir sus necesidades básicas después de pagar el alquiler, y sólo el 12% de los aproximadamente 60.000 solicitantes de una vivienda social, tienen éxito.
Una solución podría ser la construcción de más viviendas, pero el modelo de Raworth para Ámsterdam destaca que las emisiones de dióxido de carbono de la zona están ya en un 31% por encima de los niveles de 1990. Las importaciones de materiales de construcción, alimentos y productos de consumo desde fuera de los límites de la ciudad contribuyen con el 62% de esas emisiones totales.
Van Doorninck señala que la ciudad deberá regular esto para asegurar que los constructores usen materiales que, en la medida de lo posible, sean reciclados y de base biológica, como la madera. Pero el enfoque del modelo también anima a los responsables políticos a cambiar sus puntos de vista.
«El hecho de que las casas sean demasiado caras no sólo tiene que ver con que se construyan muy pocas. Hay mucho capital que fluye por todo el mundo tratando de encontrar una inversión, y ahora mismo el sector inmobiliario se considera la mejor manera de invertir, lo que hace subir los precios», dice.
«Este nuevo modelo no nos da las respuestas, sino que nos aporta una forma de mirar, para que no sigamos moviéndonos con las mismas estructuras que antes».
El puerto de Ámsterdam es el mayor importador de cacao en grano del mundo, principalmente desde África occidental, donde la mano de obra suele ser muy explotadora.
Como empresa privada independiente, se podrían rechazar esos productos y sufrir el impacto económico, pero al mismo tiempo casi uno de cada cinco hogares de Ámsterdam tiene derecho a recibir prestaciones sociales debido a sus bajos ingresos y ahorros.
Van Doorninck dice que el puerto está estudiando la forma de pasar de la dependencia de los combustibles fósiles como parte de la nueva visión de la ciudad, y espera que esto evolucione naturalmente hacia un debate más amplio sobre otros dilemas apremiantes que el modelo de Kate Raworth ha puesto en primer plano.
«Da espacio para hablar de si quieres ser el lugar donde se almacenan los productos producidos por el trabajo infantil o por otras formas de explotación laboral», dice.
La estrategia tiene por objeto reducir considerablemente el uso de nuevas materias primas y materiales y contribuir así a una ciudad sostenible. En los próximos años, la ciudad trazará un mapa de los diversos flujos de materiales, desde la entrada hasta el procesamiento, para conservar las valiosas materias primas. El objetivo es reducir a la mitad el uso de nuevas materias primas para 2030 y lograr una economía totalmente circular para 2050.
La Concejala de la Sostenibilidad, Marieke van Doorninck, dice: «Actualmente vivimos en un sistema económico que incinera productos y materias primas valiosas por considerarlos ‘desechos’. Gran error, dada la escasez de materias primas en el mundo. No es lo que queremos: nadie quiere vivir en una sociedad desechable. Tenemos que ver nuestra economía de una manera diferente: en la forma en que consumimos, producimos y procesamos. Si empezamos a procesar materiales y materias primas de alta calidad, podemos evitar que terminen como residuos. También tenemos que compartir más productos y repararlos, si sólo se rompe una parte. De esta manera, podemos preservar las materias primas que tanto necesitamos y reducir el consumo de energía».
La estrategia implementada en Ámsterdam contiene un gran número de medidas que las empresas, el municipio y también los ciudadanos tendrán que afrontar en los próximos cinco años. Los ciudadanos tratarán sus residuos de manera diferente y desperdiciarán menos alimentos, las empresas de construcción construirán con materiales sostenibles y el municipio comprará la mayor cantidad posible de productos usados.
Después del coronavirus tres cuartas partes de los ciudadanos de Ámsterdam están dispuestos a comprar menos artículos nuevos en beneficio del medio ambiente. Para facilitar un consumo diferente y menor, el municipio trabajará con las empresas, las iniciativas locales y las instituciones de conocimiento para establecer una infraestructura de subplataformas, tiendas de segunda mano, mercados en línea y servicios de reparación que funcione bien y sea accesible en un plazo de tres años.
La Concejal Van Doorninck termina diciendo: «Para asegurar que la reparación y la reutilización de los equipos realmente valga la pena, le hemos pedido al gobierno que cambie el impuesto sobre el trabajo por el impuesto sobre las materias primas y la energía. Esto hará que las reparaciones sean más baratas, mientras que la compra de un nuevo producto será más cara. También creará más puestos de trabajo en la industria manufacturera».
El experimento con el modelo de Kate Raworth se ha planificado por cinco años, para ser evaluado a fines del 2025. En los Países Bajos se bota a la basura un promedio de 41 kilos de alimentos por persona al año. Para combatir el desperdicio, el municipio ya comienza a trabajar con políticas dirigidas a sectores específicos como son los hoteles. También intenta disuadir a los ciudadanos de desperdiciar alimentos y el municipio se compromete a hacer llegar los excedentes a los habitantes de Ámsterdam que más los necesitan. Para el 2030, esto debería producir un 50% menos de desperdicio de comida.
Durante la producción de materiales para nuevas construcciones, como el hormigón, se libera mucho CO2. Además, los materiales no siempre pueden ser reutilizados cuando un edificio necesita ser renovado o demolido. Por eso la ciudad va a reforzar los requisitos de sostenibilidad en las licitaciones. La ciudad trabaja actualmente con empresas e instituciones en más de 200 proyectos que contribuyen a una economía circular. Por ejemplo, ya el municipio está llevando a cabo un proyecto piloto con la industria de la pintura y las tiendas de artículos usados para recoger la pintura de látex desechada y hacerla apta para la venta.
La organización municipal misma quiere reducir su consumo en un 20% para el 2030 y sólo recurrir a compras circulares. El municipio será el primero en mirar los consumibles y la disposición de los edificios municipales. De esta manera, el municipio quiere comprar menos productos nuevos centrándose en el uso, en lugar de la propiedad. «Los cambios empiezan por casa», dice la Consejal Van Doorninck.