Vivimos una época violenta, muy violenta; quizás tan violenta como otras épocas, sin embargo, la diferencia radica en que la actual es una violencia estructural y mundial; que hasta la OMS retrata como “epidemia mundial” en muchos de sus variados informes de situación.
La reflexión sobre la violencia y la no violencia, como métodos de acción del ser humano en la modificación permanente de su medio personal y su medio histórico, es un reto fundamental que puede redefinir la ruta del ser humano en los momentos de crisis civilizatoria, como parece ser la que vivimos en el mundo pandérmico de hoy.
Aunque esto último se tratara de eventos recurrentes en la historia del ser humano en su propósito de superación del dolor y el sufrimiento que su organización social determinara en cada momento, para superar los obstáculos o las situaciones del medio que le sometían; en las últimas decisiones civilizatorias, parece que la humanidad decidió la violencia como su método para dirimir diferencias y para completar sus deseos actuando sobre otros, en un intento de despojo de la propia intencionalidad de sus semejantes.
“La violencia en el hombre, movida por los deseos, no queda solamente como enfermedad en su conciencia, sino que actúa en el mundo de los otros hombres ejercitándose con el resto de la gente”. La curación del sufrimiento, Silo, 1969. Lo que nos permite comprender que ese comportamiento recurrente has formado parte del desarrollo de la conciencia humana en los últimos milenios.
Esto que puede ser superado por el cambio en la intencionalidad del ser humano, se manifiesta de diferentes formas en los difíciles procesos de avance de la conciencia humana, en su dirección de superación del dolor y el sufrimiento en las diferentes sociedades que hemos creado a lo largo de la historia.
Podemos imaginar al Mahatma Gandhi, luchando como el mismo lo decía en su mundo interno por superar la violencia que existía en el fondo de su corazón, para poder lanzar su propuesta de transformación social la “Satyagraha”, que fue su metodología de desobediencia civil no violenta, con objetivos ético-políticos soportados por una fuerte identidad espiritual.
O podemos imaginar a Martin Luther King Jr., preparando su proclama “Yo tengo un sueño” en un momento histórico, que requería del lanzamiento retórico de su mensaje por la defensa de los Derechos Civiles, para dar un giro en esa lucha crucial para transformar la sociedad racista en que vivía.
Comentar y proponer opciones a la violencia del ser humano, se vuelve un acto complejo por la profundidad de la reflexión personal sobre el contexto de la violencia personal y de los procesos sociales en la actualidad.
Cuando presenciamos los alucinantes debates sobre una vacuna y quién la produce y cuánto cuesta a los que no puedan pagarla, estamos frente a un dilema de cinismo y destrucción de la vida en una condición anti humanista, o de un sencillo avance hacia una nueva sensibilidad humana, cuando se logra cambiar la dirección del dinero como instrumento de la violencia o de la no violencia.
Pero se vuelve un nuevo acto de reflexión sobre el momento actual y la constante de violencia que tiñe de dolor y sufrimiento a amplias capas de la sociedad humana y sume a millones en un mundo sin salida y sin futuro.
Navegamos desde la experiencia personal en un intento para lograr un penetrante análisis de las condiciones del medio social y los factores generadores de violencia, que nos aseguren una ruta para vencer esta al parecer ineludible ruta de la violencia como razón de ser del ser humano.
Quizás la evolución humana ha tenido distintas formas y métodos de desarrollo, donde muchísimos autores e investigadores científicos han coincidido que la violencia ha sido parte de los distintos contextos históricos y sociales. Quizás solo diferenciada en las distintas fuerzas que la aplican o en las tecnologías de aplicación de esa violencia, que poco a poco se fue consolidando como una cultura y como un indeseable mecanismo de apropiación de una parte o de la totalidad del todo social.
También arengaba y hacía su reflexión sobre la violencia epocal nuestro maestro Silo, Mario Rodríguez, hablándole a las piedras en la cordillera de los Andes, y decía que: “Debes distinguir dos tipos de sufrimiento. Hay un sufrimiento que se produce en tí merced a la enfermedad (y ese sufrimiento puede retroceder gracias al avance de la ciencia, así como el hambre puede retroceder, pero gracias al imperio de la justicia)”. Silo, La Curación del Sufrimiento, mayo de 1969
Y de esta forma se adelantaba en las épocas desde hace 51 años, describiendo el entramado de la violencia que se cernía sobre el siglo XX de esta civilización, que se acercaba de forma veloz a convertirse en planetaria.
La gravedad de las crisis sucesivas en diversas áreas del quehacer humano, mostraban el rostro de la violencia en todas las esferas de la vida del ser humano, que parece no querer mirar la violencia en sí mismo en su mundo interno, en su quehacer cotidiano y en la dificultad para comprender por qué la ejerce sobre sí mismo y sobre los otros seres humanos que rodean su vida.
La casi perversa visión o sesgo del análisis introspectivo, que hacía pensar a millones que la violencia no era parte de su vida, sino de la de otros a muy larga distancia de su cotidianidad, dificulta que estos seres puedan contribuir en la superación de la violencia planetaria.
Y contribuyeron de muchas formas en la constante de crecimiento de la violencia en muchos puntos del planeta y en la vigencia de un sistema perverso de la cultura y la configuración de una imagen natural del ser humano, capaz de ejercitar la violencia y justificarla como modo de vida y de acción en el mundo.
“No hay falsas puertas para acabar con la violencia. ¡Este mundo está por estallar y no hay forma de acabar con la violencia! ¡No busques falsas puertas! No hay política que pueda solucionar este afán de violencia enloquecido. No hay partido ni movimiento en el planeta que pueda acabar con la violencia. No hay falsas salidas para la violencia en el mundo…”
Volvía a recitar casi con indignación el maestro Silo, para decir claramente en 1969, que era muy difícil que la humanidad con los mismos instrumentos jurídicos, políticos y sociales, que caracterizan a este sistema que determina la humanidad, pudiera solucionar con la violencia. Esto si no se asume como una tarea militante, de denuncia permanente y con disposición real de superar la violencia como instrumento de solución en las relaciones entre los seres humanos en su individualidad y su comportamiento social.
No hay forma de acabar con la violencia si no cambia el sistema, si no lo cambiamos como una decisión radical de la humanidad para trabajar todos los seres humanos, en un acto civilizatorio de respuesta a la ruta suicida que llevamos en el momento actual.
Esta época para la humanidad parece convertirse en una sucesión sin pausa entre guerras, hambrunas, amenazantes pandemias, destructivas crisis económicas, incontrolables líderes capaces de oprimir teclas que dirigen impersonales drones o misiles contra poblaciones y naciones enteras, hasta la inmensa capacidad destructiva contra la naturaleza y el planeta, solo para producir opulencia para unos y hambre para miles de millones.
Y se vuelve alucinante la violencia del sistema, cuando los millones de migrantes, pobres desplazados y mujeres agredidas, no parecen comprender el origen de la violencia que los ubicó casi irremediablemente en esa postración, para justificar una vez más el origen de esa violencia abrazando valores y creencias justificadoras de semejante destino manifiesto.
Por eso no hay partido, ni sistema, ni movimiento capaz de resolver el acertijo de la violencia del ser humano, porque se debe disponer de valentía y de reflexión en el interior de cada ser humano, como opción y decisión de superarla para alcanzar un nuevo tipo de vida en el ser humano, tanto en ese mundo interno como en sus relaciones sociales.
Y esa será la esperanza constante, la de cambiar el sentido histórico de la vida en el planeta y de la vida de cada ser humano, que podrá ocurrir si millones tomamos la decisión de cambiar la ruta en los momentos de cercanía a los abismos y amenazas de extinción, como parece que nos encontramos en este momento de tanta violencia.
Por lo que cuando ocurren semejantes momentos de comprensión de lo ineficaz de las soluciones violentas como las que usamos en los últimos milenios de historia humana, porque que cuando nos acercamos a esta posible transformación como humanidad en ruta hacia una nación humana que se hizo mundial; entonces sí podremos sumarnos como solución no violenta ante tanta violencia y recitar con el maestro Silo en sus palabras en la primera celebración anual de “el Mensaje de Silo”:
“Estamos al final de un obscuro período histórico y ya nada será igual que antes. Poco a poco comenzará a clarear el alba de un nuevo día; las culturas empezarán a entenderse; los pueblos experimentarán un ansia creciente de progreso para todos entendiendo que el progreso de unos pocos termina en progreso de nadie. Si, habrá paz y por necesidad se comprenderá que se comienza a perfilar una nación humana universal”.
Y prosigue en el mismo fragmento: “Entre tanto, los que no somos escuchados trabajaremos a partir de hoy en todas partes del mundo para presionar a los que deciden, para difundir los ideales de paz en base a la metodología de la no violencia, para preparar el camino de los nuevos tiempos”.
Nuevos tiempos que sí parecen acercarse sí son parte de la construcción y del aporte de cada persona en la superación del dolor y el sufrimiento en uno mismo y en los demás; por lo que la superación de la violencia como instrumento de opresión de unos sobre otros, parece ser la clave de esta nueva construcción.
Y finalmente en esa aguda capacidad humana de adaptarse y transformarse a sí mismo, como una habilidad social en la dirección de sobrevivir como especie superando lo peor de sí misma como especie; le permitirá al ser humano como una decisión colectiva abrir las ventanas para que “el clarear del alba de un nuevo día”, ingrese al corazón de cada persona y cada habitación e ilumine el buen vivir al que todos y todas aspiramos en estos nuevos tiempos que se vislumbran.