POEMA
Debimos romper las casas
debimos salir corriendo
las paredes nos seguían por la ciudad
supimos volver al monte.
Nos esperaba el lugar
de una llanura sin nombre
y mil nombres que nombrar.
Quisimos adjetivar de colores los sentidos
para empezar a bailar
en un prado renacido de alegría y amistad.
Éramos rayo chiquillo jugando por las laderas
sin mayor necesidad
que la de dar al ocaso sus hogueras
y reír y cabalgar.
Pues torpeza es y desgracia
que al volver la vista atrás
ya se alejaron las velas
y queda: la oscuridad
Habiendo aprendido, el llanto
nada cura
ni sana la vacuidad de lo inmediato
en su confundido afán.
¡Hay un Plan!
Y el alegre en su sonrisa lo señala
cuando al mirar más allá
nos invita generoso a abrir las alas.
¡Todos podemos volar!