Siempre que se propone alguna medida social que implique algún “gasto”, aparecen inmediatamente los neoliberales y temerosos de turno diciendo que “no hay dinero”. Tal parece el mayor problema de nuestra sociedad: la falta de dinero… Pero, perdón, ¿dónde falta dinero? Sin duda que hay personas a las cuales los recursos económicos apenas les alcanza para vivir, o ni siquiera eso, pero también es cierto que hay sectores sociales donde el dinero sobra. Y cuando decimos “sobra”, es exactamente eso lo que queremos decir: sobra.

En realidad, el problema de cómo se financia la RBU es un problema puramente técnico. Lo importante es ponernos de acuerdo en poner en marcha esta iniciativa, y una vez logrado esto, será muy fácil acordar cómo financiarla. Pero vivimos en una dictadura de la economía, y por tanto no podemos ignorar una pregunta que preocupa a algunas personas: ¿quién paga la RBU?

En los últimos 12 años, desde que estalló la última crisis financiera mundial, mientras se han recortado servicios públicos en la mayoría de los países, y particularmente en los más ricos, afectando a las capas más pobres de nuestras sociedades, el número de millonarios ha crecido en inversa proporción. Esto seguramente no ha sido casualidad sino el resultado específico de las medidas tomadas, pero esa es otra historia. De momento, nos quedamos con que cada vez hay más ricos en el mundo, a pesar de las crisis que ocurren en el sistema, ya que éstas afectan siempre a los más humildes.

Por tanto, obtener “parte” de ese dinero, de los más favorecidos, para financiar una RBU que beneficie a la inmensa mayoría de la población, parece algo sensato, factible y justo. Los economistas que hay detrás de la propuesta de la RBU ya han explicado en detalle cómo se podría financiar, así que me remito a ellos para los datos concretos. En todo caso, todas las distintas formas que se proponen coinciden en una redistribución de la riqueza mediante la recaudación fiscal.

Dicho en términos simples, se trata de aumentar los impuestos a los que más ganan, para redistribuir esa riqueza entre la mayoría de la población mediante la RBU. En las propuestas hechas, aproximadamente el 10% que más gana perdería una parte de sus ganancias, mientras que el 80% que menos ingresos tiene saldría beneficiado. Los que está entre el 10% y el 20% con más rentas, quedarían más o menos igual que ahora (pagarían algo más de impuestos, pero eso sería compensado con el cobro de la RBU, que recordamos es para todas las personas).

Además de esta financiación mediante subidas progresivas de impuestos, la RBU se beneficiaría del recorte en otras prestaciones sociales que serían reemplazadas, incluyendo el gasto burocrático que implican los subsidios condicionados. Finalmente, los Estados podrían revisar sus prioridades, y desviar fondos que actualmente se destinan a armamentismo, por ejemplo, a la financiación de la RBU.

El dinero es resultado del trabajo de toda la sociedad, y la RBU pretende repartirlo atendiendo a esta realidad histórica. Ha llegado la hora de la RBU.

Este artículo continúa una serie que intentará explicar brevemente distintos aspectos de la propuesta de la Renta Básica Universal (RBU). Para ver toda la serie de artículos publicados sobre este mismo tema, pulsar aquí.