Singularidad es básicamente una paradoja, un quiebro de la lógica de proceso en una determinada secuencia de datos o acontecimientos.
Un ejemplo común en astrofísica son las ecuaciones de la relatividad general de Schwarzschild, quien llegó en sus cálculos a la singularidad en la dimensión del espacio-tiempo de Einstein, prediciendo así la existencia de agujeros negros. Allí, la materia se comprime hasta ocupar una región inimaginablemente pequeña, cuya densidad en su interior resulta infinita; todo aquello que cae dentro del horizonte de sucesos es tragado por un punto sin retorno. Ni siquiera la luz puede escapar a este fenómeno, en este punto las leyes de la física no se cumplen, la flecha del tiempo se detiene o incluso podría ser en dirección inversa.
Una de las teorías sobre el surgimiento del Universo propone que su origen proviene de un agujero negro, es decir, de una singularidad en el espacio-tiempo. De ese modo se estarían produciendo constante e infinitamente nuevos Universos (artículo V).
Otro sentido de la singularidad es el referido a la evolución humana. Al aplicar las matemáticas se llega a un punto paradójico en el que la gráfica resultante rompe la progresión lógica de una determinada función.
La megahistoria profundizó sobre la cuestión desde diferentes ángulos, estableciendo determinados eventos evolutivos clave. La diversidad de puntos de vista en estudios realizados independientemente resultó un ser un enriquecimiento y una reafirmación de la teoría. De estos estudios surgió el argumento de un punto de bifurcación evolutivo o singularidad, así como su posible datación temporal.
Diversos estudiosos observaron diferentes hitos evolutivos (anexo). Entre ellos Ray Kurzweil sitúa el punto de singularidad en 2045, Richard L Coren en 2140, etc. Más allá de la datación y de los diversos puntos de vista sobre los acontecimientos históricos, a modo de resumen sobre la cuestión de la singularidad, nos centraremos en uno de estos estudios: el trabajo de Alexander Panov “¿Punto de bifurcación evolutivo?” [1]
Transiciones de fase de Alexander Panov
No es difícil advertir que la duración de las épocas históricas (intervalos de tiempo entre las transiciones de fase) se va acortando progresivamente. Este fenómeno es la manifestación del conocido efecto de “aceleración del tiempo histórico”. Esta aceleración tiene diversas manifestaciones y un modo de dar a este concepto una forma cuantitativa es estudiar la secuencia de revoluciones planetarias.
Resulta que el intervalo entre revoluciones no sólo se acorta, sino que, a lo largo de la secuencia, se acorta en la misma proporción, gestando así una progresión geométrica. Esto nos da una secuencia de puntos que cuentan con la propiedad de aproximarse a una constante de magnitud. Lo cual significa que diferentes tramos de la secuencia pueden ser obtenidos uno de otros (con cierta aproximación) mediante una simple compresión o estiramiento. Como si esto no fuera sorprendente, la constante de magnitud abarca, no sólo toda la historia humana o, separadamente, las transiciones de fase de la biosfera, sino toda la evolución del sistema-planeta a lo largo de aproximadamente 4.000 millones de años; incluyendo la evolución puramente biológica y la evolución social, como una misma cosa. Así, la historia social resulta una continuación directa, en magnitud constante, de la evolución biológica.
Surgimiento de la vida en la Tierra / procariotas. 4*109 años.
Crisis del oxígeno o Revolución Neoproterozoica / vida aeróbica / eucariotas. 1,5*109 años.
Explosión Cámbrica / vertebrados / comienza la Era Paleozoica. 590-510*106 años.
Comienzo de la Era Mesozoica / Revolución de los reptiles. 235*106 años.
Comienzo de la Era Terciaria o Cenozoica / Revolución de los mamíferos y aves. 66*106 años.
Comienzo del Neogeno / Revolución hominoide. 25-20*106 años.
Comienzo del Período Cuaternario (antropogeno) / primeros homínidos. 4,4*106 años.
Olduvai / homo hábilis / Revolución paleolítica. 2,0-1,6*106 años.
Shell / homo erectus / poblamiento de Europa y Asia. 0,7-0,6*106 años.
Achel / homo sapiens arcaico. 0,4*106 años.
Mustie (revolución cultural de los neanderthales) / homo sapiens. 150-100 mil años.
Revolución del paleolítico superior / Revolución cultural de los cromagnones / homo sapiens sapiens. 40 mil años.
Revolución neolítica. 12-9 mil años.
Revolución de las ciudades / comienzo del Mundo Antiguo. 4-3.000 A.C.
Edad del Hierro / Época de los imperios / Revolución de la Era Axial. 800-500 años A.C.
Final del Mundo Antiguo / comienzo del Medioevo. 400-630 D.C.
Primera Revolución Industrial / comienza la Edad Moderna. 1450-1550.
Segunda Revolución Industrial / máquina de vapor, electricidad. 1830-1840.
Revolución Informática / comienza la época postindustrial. 1950.
Crisis y caída del bloque socialista / Globalización Informática. 1991.
Hay que considerar que han pasado 30 años desde el estudio de Panov y se habrá de seguir cotejando con el momento presente y los posibles escenarios futuros que hoy se visualizan, pero en cualquier caso la teoría sobre la singularidad no es coyuntural sino que resulta cada vez más consistente, a partir de su amplitud.
Panov se refiere a la constante α=2,67±0,1 denominada régimen de aceleración de magnitud constante.
El régimen de aceleración de magnitud constante lleva a una conclusión inesperada pero completamente inevitable: del modo como se ha desarrollado en el transcurso de 4.000 millones de años, desde la aparición de la vida en la Tierra hasta nuestros días, la evolución puede prolongarse sólo un tiempo finito; es más, estamos ya muy cerca del punto final de esta constante de magnitud de la historia planetaria.
La evolución del sistema-planeta cuenta con una dirección completamente definida, tiene carácter “vectorial”. Lo más importante, en todo caso, es que la evolución hasta el momento se ha producido en la dirección de una progresiva complejificación de la estructura y alejamiento del estado de equilibrio termodinámico.
A la existencia de un límite en la secuencia de transiciones de fase de la civilización humana prestó atención I. Diaconov, y le llamó punto de bifurcación o singularidad.
La velocidad de la evolución tiende a infinito a lo largo de una asíntota vertical.
En la proximidad del punto de bifurcación, la duración de las fases de desarrollo debe tender a cero y la cantidad de transiciones en la unidad de tiempo, a infinito.
El análisis numérico (extrapolación de la secuencia de transiciones de fase) muestra que el punto de bifurcación mencionado se encuentra en el año 2015, con un margen de error de 15-20 años, o sea, en el futuro cercano o incluso en el presente.
Panov también hace referencia al trabajo de Graeme Snooks para denotar que varios analistas con métodos parecidos obtuvieron un valor de α (régimen de magnitud constante) similar.
Snooks, analizando los cambios en la biosfera, propuso en 1996 un factor de aceleración igual a 3, para la duración de las “ondas de vida” estudiadas por él y la intensidad de estas ondas, expresada en los términos de biomasa generada por ellas. El factor 3 es muy próximo al obtenido por nosotros de 2,67±0,15.
De modo que, concluye Panov, posiblemente, cada uno de los métodos mencionados que conducen al concepto de magnitud constante de la evolución o a la existencia del punto de bifurcación, no sea absolutamente convincente. Pero el hecho de que diferentes autores lleguen independientemente a conclusiones similares, partiendo de consideraciones extremadamente diversas, hace considerar a la hipótesis de magnitud constante de la evolución y existencia del punto de bifurcación como suficientemente válida.
Este resultado es estable, aún dada cierta indefinición en la datación de estos acontecimientos. El límite de esta secuencia se encuentra entre los años 2000 a 2030.
¿Qué implica la singularidad?
La humanidad se encuentra en el momento actual en una situación de pre-crisis (1991). Por muchos parámetros, la crisis en curso nos recuerda a las sucedidas anteriormente. Tiene lugar el agotamiento de recursos en el nivel actual de desarrollo del sistema y la crisis ecológica; prácticamente, la destrucción del medio ambiente. Pero esto ha sucedido también anteriormente: es suficiente recordar la crisis del oxígeno, que llevara a la revolución neoproterozoica, o la crisis de recursos del paleolítico superior, que condujera a la revolución neolítica. La ola ingobernable de terrorismo, a su vez, representa una manifestación de la crisis del balance tecno-humanitario, lo que recuerda a la situación en vísperas de la revolución de las ciudades. Sin embargo, es evidente que la crisis esta vez coincide, aproximadamente, con el momento de culminación del atractor de magnitud constante de la evolución planetaria. Por ello, la crisis evolutiva que se aproxima, evidentemente no es una crisis evolutiva habitual como las muchas habidas en la historia del sistema-planeta. Es la crisis total de un camino evolutivo de 4.000 millones de años. Puede afirmarse que es una crisis del carácter crítico mismo de la evolución precedente, una crisis de crisis. Es difícil hacer pronósticos precisos del desarrollo futuro de la civilización, pero hay un pronóstico que parece completamente inevitable: en un futuro visible finalizará el efecto de aceleración de magnitud constante del tiempo histórico, expresado en términos de la secuencia de transiciones de fase, ya que nos encontramos en las proximidades del punto en el cual esta velocidad debería ser formalmente infinita.
El atractor de la evolución, a tal punto cuenta con un aspecto no casual, que es razonable suponer que está vinculado a los mecanismos fundamentales de la evolución (esto se confirma con las ideas de G.Snooks. De aquí se desprende que junto con la finalización del atractor de magnitud constante, todo el carácter de la evolución del sistema-planeta, incluyendo tal vez sus fuerzas motoras, debe transformarse profundamente. La historia debe pasar a través del punto de bifurcación y continuar por un camino completamente nuevo. Nuestro análisis fenomenológico no nos da posibilidad de predecir cómo será ese camino. Este análisis predice, no tanto qué pasará, sino que define algunas limitaciones en las posibilidades de predicción, en el sentido que muestra qué es lo que no puede ser: no puede ser que, en adelante, continúe la aceleración exponencial de la evolución.
Es destacable que, debido a los procesos de globalización de la crisis sistémica que se avecina, vinculada al paso a través de la singularidad, la civilización humana se verá obligada a superarla como un todo. O bien la supera, como sistema único, o bien le espera una catástrofe global. Esto diferencia notablemente el mecanismo de superación de esta crisis de singularidad respecto de las crisis civilizatorias anteriores. En aquellas, la evolución siempre tuvo la posibilidad de sacrificar a los subsistemas no suficientemente flexibles de la civilización y, aprovechando la diversidad excedente, transferir el liderazgo a los subsistemas más progresivos. Se puede afirmar que, alcanzando el punto de bifurcación, el nivel de selección se traslada desde lo intraplanetario a lo galáctico y a partir de ese momento, comienza la competencia de la Tierra con otras civilizaciones cósmicas. Aquí no estamos hablando de encuentros directos entre civilizaciones, pero el futuro (o ¿tal vez ya existente?) medio cultural galáctico (si tal cosa en general es posible) estará conformado por aquellas civilizaciones cósmicas que lograron superar el punto de singularidad.
Post-singularidad
Si bien varios analistas llegaron a la misma conclusión sobre la previsible aparición de un punto de singularidad en la evolución, al pensamiento científico no le resulta estimulante aventurarse en hipótesis sobre un escenario prácticamente inconcebible. En contraste, la nueva transición de fase debe haber comenzado en el momento actual en la forma de diversidad excedente de la etapa anterior.
La mayor dificultad esta puesta en el matiz de que se trata de una etapa hacia un salto no equiparable a las anteriores revoluciones, cuyo significado es la culminación de todo el proceso evolutivo desde la formación del planeta.
En 2006 Alexander Panov participó en un ciclo de conferencias que recoge el Anuario del Centro de Estudios Humanistas de Moscú [2]. En su ponencia el científico abordó algunos planteamientos referentes a la post-singularidad.
Está claro que el paso a través de la singularidad de la historia significa la superación de una serie de profundas crisis ante todo de origen tecnogénico. Entonces, si estas crisis verdaderamente serán superadas, de la ley de balance tecno-humanitario [3] se desprende que las reacciones conservativas de la humanidad deberán realizar un salto colosal, relacionado con la contención cultural de la fuerza destructiva de las tecnologías. Si esto no sucede, la humanidad simplemente no estará en condiciones de superar la época de singularidad y, de un modo u otro, encontrará el modo de autodestruirse. A ese fuerte incremento de las contenciones culturales de la acción destructiva de las tecnologías, en el curso de la superación de las crisis de la época de singularidad lo llamaremos humanización post-singular.
No es difícil imaginar al menos algunas de las reacciones conservativas que pueden ser vinculadas a la categoría del humanismo post-singular:
1- Deberán ser trabajados mecanismos muy efectivos de contención de la agresión directa; en caso contrario, la civilización se autodestruirá como resultado de los conflictos internos, relacionados con el déficit creciente de recursos no renovables y el crecimiento simultáneo de la efectividad de la fuerza del armamento.
2- La civilización deberá superar dentro de sí el egoísmo corporativo o estatal y elaborar un pensamiento planetario, ya que los procesos de crisis cerca de la singularidad tienen una magnitud sustancialmente planetaria y pueden ser superados solamente por los esfuerzos conjuntos de todos, mediante el logro permanente de compromisos.
3- En relación con el agotamiento de los recursos no renovables deberán realizarse poderosos mecanismos culturales de contención del consumo material.
4- El crecimiento de la conciencia ecológica deberá llegar a convertirse en un instinto social ecológico.
Ahora quisiera llamar la atención hacia una particularidad del humanismo post-singular. Curiosamente, ya hoy la humanización de la civilización terrestre, en el proceso de mantenimiento del balance tecno-humanitario, encuentra una manifestación directa en la relación de la humanidad con el cosmos.
Un colega de Alexander Panov era Akop Nazaretián, el cual participo también en el mismo Seminario en la URAP. Traemos también aquí algunas de sus conclusiones.
Los cálculos más recientes demuestran que la fase bifurcación al del desarrollo de la civilización humana todavía no ha terminado, pero tocará a su fin en las próximas dos o tres décadas. Así es que la próxima generación tendrá que determinar si la civilización de nuestro planeta será de las que continúen la evolución cósmica o de aquellas que servirán de material de desecho de la Historia Universal.
La misión de supervivencia de la civilización humana consiste en lograr adaptar psicológicamente a la humanidad a los nuevos potenciales tecnológicos. La cuestión principal de nuestra época es si a la humanidad le alcanzará el tiempo para superar la necesidad infantil de “tutela sobrenatural” y madurar, antes de que su extinción sea inevitable; si los seres humanos aprenderán a comportarse según el principio de la solidaridad no-conflictiva (¨nosotros¨ sin ¨ellos¨). Esto depende de muchos factores, entre ellos – la eficacia de la enseñanza tolerante y multicultural, y el desarrollo del pensar crítico paliativo. Un papel muy grande en este sentido lo ejercen los movimientos sociales internacionales que, con su acción, ayudan a superar las fronteras geográficas y psicológicas entre los seres humanos. Un ejemplo notable de tal movimiento es la Internacional Humanista.
Diversidad excedente
En el momento de la transición de fase, el factor decisivo en muchos casos resulta ser la así llamada diversidad interna excedente del sistema. Se entiende por diversidad interna excedente a aquellas formas de organización que no juegan un rol estructurador significativo en el sistema-planeta y no dan ventajas evolutivas notables en la etapa de desarrollo en curso. Sin embargo, al momento de iniciarse la crisis evolutiva, precisamente algunas de estas formas de diversidad interna excedente dan la respuesta adecuada a la crisis y se convierten en el nuevo factor estructurador para la etapa de desarrollo siguiente. En esencia, esto no es otra cosa que una de las formas de realización del mecanismo de selección.[4]
Desde la escala de lo humano, lo sustancial es entonces aquello que no ocupa un lugar central en la actualidad sociopolítica, sino aquello que es aparentemente irrelevante y en gran medida desapercibido. Por lo tanto, es difícil de apreciar con significado pleno; podemos ver algunos aspectos: tal vez la revolución cuántica, la vida artificial, o los esbozos para establecer una nación universal, pero estamos lejos de una comprensión global sobre el significado del cambio que ya ha comenzado a gestarse.
Visualizar la diversidad excedente del momento actual equivale a captar la nueva transición de fase que llevará implícito el punto de bifurcación.
A la hora de pensar la magnitud del cambio ha sido recalcada ya la idea –de Panov, Snooks, Akop y otros– de que este cambio supone un salto de escala de toda la evolución planetaria (una variación de la constante α), lo cual es precisamente lo que se define como singularidad.
En este mismo sentido apunta la estructuración de la mecánica histórica que propuso Mario Rodríguez Cobos (Silo): generación, momento, época, edad, civilización, periodo. En las fases del periodo Silo establece tres estadios: materia y vida indiferenciada, historia humana y supraconciencia. El pensador enunció también diversas leyes y principios actuantes en el proceso evolutivo, los cuales encajaban con las conclusiones de la megahistoria, aportando además un enfoque y un método de estudio al tema.
Barajando futuribles, en lo referente a los enunciados de Nazaretián respecto a resolver el nuevo desbalance tecno-humanitario se podría interpretar como buenas noticias los propósitos de desarrollo de inmensos proyectos tecnológicos, para los que se necesita de toda la implicación internacional que sea posible, aunque estemos simultáneamente inmersos en la primitiva confrontación. Idea que se ve ejemplificada en ambos sentidos en la cita del artículo de El País “Aquí empieza la revolución cuántica”.
China ya ha anunciado que quiere ser el líder cuántico en 2035 y está trabajando en una red de comunicación impenetrable de la que ya ha hecho las primeras pruebas. Los movimientos chinos han puesto muy nerviosos a algunos senadores estadounidenses, que han empujado al Gobierno de Donald Trump a realizar sus propias inversiones. “De la misma manera en que las armas atómicas simbolizaron el poder en la Guerra Fría, las capacidades cuánticas definirán posiblemente la hegemonía en nuestra economía cada vez más digital, global e interconectada”, ha escrito el senador republicano Will Hurd en la revista Wired. [5]
¿Qué papel juegan los individuos?
Más allá de lo que hagan las grandes potencias mundiales no está de más denotar el papel que tenemos los seres humanos individualmente (considerando el argumento de la diversidad excedente).
Los interesados en esta cuestión son mentes inquietas, no importa cuál sea su campo de actuación, ni su pedigree académico; se trata de ganar en nivel consciencia, de poder comprender cómo hemos llegado a este instante evolutivo presente tratando también de captar así el sentido que nos trajo hasta aquí a través de la atención en la observación.
Para ello, son de utilidad variadas técnicas de autoconocimiento y meditación, siempre que nos aclaren, lejos de la superchería mágica y el mercadeo, lo cual resulta a menudo un desvío y una pérdida de tiempo.
Traemos aquí lo escrito por Ortega y Gasset en 1925: …incapaz el espíritu de mantenerse por sí mismo en pie, busca una tabla donde salvarse del naufragio y escruta en torno, con humilde mirada de can, alguien que le ampare. El alma supersticiosa es, en efecto, el can que busca un amo. Ya nadie recuerda siquiera los gestos nobles del orgullo, y el imperativo de libertad, que resonó durante centurias, no hallaría la menor comprensión. Al contrario, el hombre siente un increíble afán de servidumbre. Quiere servir, ante todo: a otro hombre, a un emperador, a un brujo, a un ídolo. Cualquier cosa, antes que sentir el terror de afrontar solitario, con el propio pecho, los embates de la existencia.[6]
Aspiramos entonces a una inspiración profunda, a una comprensión lúcida. Inspiraciones que aparecieron en pensadores obsesivos a lo largo de la historia, a veces repentinas, a veces soñadas… Cuando ocurren estas comprensiones es como si su sentido viniera del futuro en un momento en el que el pensador está suspendido, en situación de equilibrio y, de pronto, surge el fenómeno de una comprensión súbita; anécdotas históricas dan cuenta de ello.
Otra gran fuerza que puede ser movilizada es la fe en el futuro. El tema de la fe es esencial en el pensamiento científico. Esto quedó claro durante el siglo XX, cuando la ciencia comenzó a resultar muy poco intuitiva. Sin fe en las teorías más increíbles, no hubiera sido posible desarrollar las grandes máquinas de investigación y experimentación que hoy se despliegan a lo largo del planeta y fuera de este (artículo I).
Con un planteamiento algebraico simple podemos barajar la hipótesis: a = z o a ≠ z. Una de las dos es correcta. La fe consciente no es muy distinta, en cuanto que hay que apostar por una formulación y realizarla. Nos dará z o no z. ¿Hay una intención evolutiva en el Universo? ¿Es el ser humano susceptible de ser iluminado? Esto necesita ser planteado y experimentado.
Una cosa sería lograr un estilo de vida más o menos correcto, solidario, compasivo, altruista, armónico y feliz como un gran logro de la humanidad, y otra, afrontar con valentía la necesidad de ser iluminados por el propósito creativo del Universo. Posiblemente lo uno no se podrá sin lo otro, así que sería más bien un proceso simultáneo.
En el famoso mito de la caverna Platón describió que solo podríamos ver las sombras de la realidad, pero la humanidad deberá tratar de salir de ese mundo de sombras y atreverse a abandonar su cueva mental primitiva, señaló el filósofo.
Sobre la fe dice Silo: En la etapa de la cual hablamos, la preocupación está puesta en conocerse a sí mismo, es conocer la propia máquina como condición previa para más tarde poder dejar de ser una máquina.
Y para sentar las bases de qué implica esto de la fe, dice…
Si he acostumbrado mi mente a desechar el análisis de un fenómeno aislado, desconectado de aquellos otros que lo explican.
Si he comprobado experimentalmente la interconexión de fenómenos y la necesidad de comprenderlos de acuerdo a su posición en una estructura general.
Si entiendo que un sistema cualquiera se comprende teniendo en cuenta el medio en que se desenvuelve, el sistema mayor que lo alimenta y uno menor que recibe del mismo.
Si he comprobado ciclos de una planta que nace, crece y decae, y he relacionado esos ciclos con mis propios ciclos, relacionando velocidades y utilidades.
Entonces diré que comienzo a usar mi forma de pensar relacionante. Y entonces me preguntaré por qué estoy en el Camino. Por qué yo estoy en esta fecha y en este ciclo. Entonces relacionaré grupos y acontecimientos, con la etapa histórica en que vivo, entonces los fenómenos que ocurrirán no se me presentarán aislados como al hombre común, sino relacionados. Esta relación será el hilo de la madeja. La madeja descubrirá el Sentido. [7]
Anexo
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[1] Alexander Panov. ¿Punto de bifurcación evolutivo? 1991. Instituto de Astronomía – Univ. Lomonosov – Moscú
[2] Organizado por el Seminario del Centro Interuniversitario de educación humanitaria en filosofía comparada de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos – URAP, el Centro de Estudios Humanistas de Moscú y la Fundación Pangea de España. Violencia y tolerancia: historia, actualidad y perspectivas. Anuario CEH Moscú 2006.
[3] El concepto de balance tecno-humanitario pertenece a Akop Nazaretián, señala Panov, desarrollado en su libro Futuro No Lineal.
[4] Alexander Panov. ¿Punto de bifurcación evolutivo? 1991. Instituto de Astronomía – Univ. Lomonosov – Moscú
[5] El País 21-06-2020. Aquí empieza la revolución cuántica.
[6] José Ortega y Gasset. Epílogo sobre el alma desilusionada.
[7] Silo. Charla sobre la fe. 1968
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Máquinas del tiempo II: Bajo los astros
Máquinas del tiempo III: La incertidumbre
Máquinas del tiempo IV: Desajustes en el transcurrir