La inhumanidad de un sistema que ha priorizado el dinero y la acumulación de la riqueza en manos de muy pocos por sobre el bienestar de las poblaciones, está poniendo en riesgo la disponibilidad de agua potable y aire puro, la fertilidad de la tierra, el equilibrio climático, la biodiversidad y, por lo tanto, la vida humana misma en nuestro planeta. Por ello se encontraros hoy numerosas personalidades y expertos que han venido tomando conciencia de esta realidad y están dispuestos a asumir un compromiso de transformación. Un compromiso activo para luchar noviolenta y conjuntamente por la defensa del Agua, la Tierra, el Clima y la Diversidad en cada uno de los países de Nuestramérica y en todo el mundo. Para que superada esta pandemia, en la sociedad humana ya nada vuelva a ser igual. Para que esta verdadera catástrofe planetaria se convierta en el preludio de un nuevo amanecer, el de un mundo más humano, justo y solidario.
Hoy 5 de junio 2020 -Día Mundial del Medioambiente- tuvo lugar este Foro Mundial Virtual, en el que se expresaron públicamente muchas posiciones y se hicieron explícitos compromisos. Publicamos acá las palabras que pronunciara Ainhara García, Miembro de Fridays For Future en España:
«Hola a todas las personas que me estéis escuchando. Lo primero, gracias por dejarme participar en este foro, que como muchos otros es tan importante para compartir espacios con personas con las que nunca los compartirías en otras circunstancias, pero que ahora (más que nunca) están unidas por una causa que engloba todas las causas. La justicia ecosocial.
Me presento, mi nombre es Ainhara, tengo 19 años y nací en una pequeña ciudad del norte de España, que a diferencia del tan extendido estereotipo de lo calurosa que es España, mi ciudad es bastante fría. Me pasé los inviernos de mi infancia abriéndome paso entre murallas de nieve para poder llegar al colegio, esta nieve era de las cosas que más feliz me hacían en el mundo. En abril, llegaban las lluvias, lluvias que inundaban todas las carreteras y te hacían odiar a los coches que sin pensar en los peatones, cruzaban los sucios charcos a toda velocidad, mojándonos enteras. Y cuando la lluvia se mezclaba con viento, uy, entonces sí que era difícil caminar, y por las calles solo se veían pequeñas personas agazapadas dentro de sus chubasqueros. Los veranos eran mejor que en otros sitios de España bajo mi punto de vista, pues no hacía tanto calor, y a pesar de que a nadie le gustaba eso, para mí era un respiro poder disfrutar y recorrer en bici mi ciudad sin morirme de calor. A pesar del tiempo loco, no sabíamos lo que teníamos, no sabíamos que dentro de lo cabía, el clima era estable.
Probablemente un día vi la nieve cuajar por última vez y no lo supe, un verano fue el último con temperaturas normales y yo no supe que a partir de entonces se volvería una época tan calurosa comparada con lo que era. Las plantas empezaron a alterar sus ciclos, y ya no sabemos cuándo es verano, otoño o primavera. Y la única razón por la que en primavera los campos son verdes es por la lluvia, que ahora sé apreciar como un regalo, pues no todos los territorios tienen la misma suerte.
Las estaciones en mi ciudad ya no son lo que eran. Aunque de momento, estamos bien ya que somos de las más afortunadas por seguir pudiendo vivir en las condiciones en las que vivimos.
Hace poco más de un año, surgió un movimiento de jóvenes llamado Fridays For Future, jóvenes que por primera vez en mucho tiempo habían creado una plataforma para luchar contra la crisis climática, para que sus voces fueran tomadas en cuenta en esta sociedad adultista que basa el valor de tus ideas según la edad que tienes. Una sociedad en la que la generación que vino antes que la nuestra no hizo todo lo que debería, no se informó todo lo que debería para hacerle frente a esta emergencia climática que estamos viviendo. Y nos hemos visto obligadas a hacer algo al respecto.
El 15 de marzo del año pasado, surgió un grupo de este movimiento, Fridays For Future, en mi ciudad, y unos meses más tarde me uní a lo que pasaría a formar parte de mi vida diaria, mi trabajo a tiempo completo, mis amigas. 2019 ha sido un año intenso, un año lleno de movilizaciones por el clima, el año en el que la COP25 al final, y lamentablemente a costa de silenciar al pueblo chileno, se celebró en España. Tuvimos poco más de un mes para preparar todo lo que teníamos en mente, y el 6 de diciembre, con nuestras compañeras de Chile al frente, tuvimos la manifestación ecologista más multitudinaria y diversa de la historia de nuestro país. Fue en la cumbre social, la cumbre paralela que se celebró para visibilizar y hablar de los temas realmente importantes, donde fui realmente consciente de todo lo que el norte global le debe al sur global.
Nuestra educación al completo está basada en el colonialismo, la historia de nuestros países es una historia de sangre, sufrimiento, discriminación y opresiones hacia otros países y los colectivos racializados y marginalizados. Nos contaron que Europa era EL continente, que América se descubrió, nos enseñaron a mirar la estatua de Cristobal Colón como un salvador, y nos contaban con orgullo como los barcos que Colón utilizó en su primer viaje al “nuevo mundo” fueron españoles. Esos barcos con madera recién producida, que llevaron armas, enfermedades, sangre y sufrimiento a América.
De niña mis profesoras me enseñaron a querer a todo el mundo fuera cual fuera su color de piel o su origen, me criaron con principios multiculturales, basados en el respeto y el amor al prógimo. Pero nunca, nunca, me explicaron como el racismo era un complejo sistema de diferentes niveles políticos y sociales que se transforma en una insidiosa enfermedad cultural. Tan insidiosa y traicionera que no importa que en tu vida no discrimines activamente a otras personas, porque vives en un sistema cuyas instituciones se sostienen sobre una opresión indiscriminada hacia comunidades racializadas, un sistema que coloca las contaminantes y dañinas producciones de las grandes empresas multinacionales y transnacionales en países del sur global para que nosotras podamos consumir el producto sin tener que ver de dónde ha venido. Un sistema que valora algunas vidas por encima de otras y que se basa en la manipulación y la mentira para convencernos de que todo va bien. De que nuestras riquezas son fruto directo de nuestro esfuerzo, de que las personas que tienen menos lo tienen porque no se han esforzado o porque han entrado en conflictos ajenos a nosotras.
Nunca me enseñaron a relacionar, nunca me enseñaron a señalar al verdadero problema, no me enseñaron a entender. No me contaron las razones por las que mi país es rico. Porque nunca les interesó.
Y es ahora cuando miles de jóvenes en Europa empiezan a darse cuenta de que nos han criado sobre una mentira, una mentira de rosas y sábanas aterciopeladas, nos han criado bajo la falsa creencia de que consumiendo y obedeciendo sin cuestionar somos felices, y que pensando no llegaremos a ningún lado, de que luchando por un cambio somos histéricas, surrealistas. ¿Cómo vas a acabar con tantas injusticias? “No vas a conseguir nada”, “tu lucha es en vano, ya no hay nada que se pueda hacer”. Argumentos derrotistas, gente cansada, gente sumisa y un pueblo ignorante; eso es en lo que nos han convertido.
Infravalorándonos, a todas, es como están encendiendo nuestra mecha. Nuestro instinto.
Porque ahora sabemos, sabemos lo que está pasando, sabemos nuestra historia, sabemos lo que no quieran que sepamos, y cada día sabemos más, cada día luchamos más, cada día somos más, y no nos vamos a quedar calladas, porque sabemos que no todas las personas en este mundo pueden luchar en iguales condiciones. Sabemos que las consecuencias de esta crisis climática, de este sistema podrido, afectan más a algunas comunidades, sabemos que cada semana matan activistas como nosotras, sabemos lo que está pasando en Venezuela, Chile, Argentina, Colombia, Brasil, El Congo. Sabemos que nos están asesinando.
Sabemos, pero nunca entenderemos lo que es estar en su lugar. Por y para ello, estamos aprendiendo de muchas de vosotras, estamos entendiendo, estamos amplificando las voces de aquellas comunidades a las que no se les escucha, porque no podemos permitir que todo esto siga pasando. Somos conscientes de que si queremos acabar con estas injusticias y luchar contra la crisis climática, hay que derrocar las instituciones que siguen manteniendo y perpetuando las mismas. Que este sistema tiene que cambiar, que esto es algo que nos incumbe a todas y que estamos aquí para apoyarnos.
A las personas jóvenes que están luchando por sus derechos, por la vida en esta tierra, quiero decirles en nombre de mis compañeras en España que contáis con nuestro apoyo incondicional. Que es necesario que nos unamos y que estamos juntas en esto. Porque los que llevan los hilos de esta situación quieren dividirnos, quieren engañarnos, quieren ocultarnos las consecuencias de nuestro salvaje sistema. Pero las redes se tejerán, les guste o no, porque estamos aquí para quedarnos; y no habrá transición ecológica si no se dejan de violar los derechos humanos en tantos lugares, no habrá energías renovables si eso implica seguir explotando terrenos de otras, cuerpos de otras; no habrá productos alternativos y sostenibles si su producción se lleva tantas vidas por el camino; no habrá justicia climática si no hay justicia social.
No habrá, y no dejaremos que la haya. Porque se vienen tiempos díficiles, muy difíciles, pero lucharemos unidas, y hasta el final.
La crisis climática sigue siendo una realidad, pero no podemos olvidarnos de que ahora, estamos viviendo otra crisis (directamente relacionada con las fallas del sistema y la crisis climática). Hay un virus que está recorriendo todos los rincones del mundo y acabando con vidas allá por dónde pasa. Estoy hablando de la pandemia del covid19 (coronavirus). Sé que esto no está relacionado con lo que venía a contar, pero creo que es importante hablar de ello como persona que lo ha vivido.
Cuando empezó aquí, no nos la tomábamos enserio, las medidas tampoco se tomaron todo lo rápido que deberían. En menos de 2 semanas ya había cientos de muertos, la cifra subió a miles, y nuestro sistema sanitario se vio colapsado con casos de personas enfermas por coronavirus. Personas de todas las edades, pero sobre todo personas de la tercera edad, personas con asma u otros problemas respiratorios, personas vulnerables a enfermedades, personas que viven o trabajan en la calle, etc.
Las ciudades cerraron sus fronteras, la cuarentena empezó, la indiferencia del principio se convirtió en miedo y se pudo visibilizar lo mejor y peor de nuestra sociedad. Todos los días, personas gritaban con odio y señalaba a la gente que sentían como una amenaza, algo terrible, pero las comunidades también empezaron a unirse, se crearon redes ciudadanas de vecinas para ayudar a las más vulnerables, miles de personas se pusieron a tejer mascarillas para hacer frente a las carencias de recursos, todos los días a las 8 salíamos a los balcones a aplaudir a las personas que trabajaban en primera fila frente al virus (médicos, enfermeras, auxiliares, trabajadoras de supermercado, limpiadoras, cuidadoras, etc.). Aquellas personas que arriesgaban sus vidas y su salud por trabajar a diario expuestas al virus. Nuestro sistema sanitario colapsó, los turnos de trabajo de personas sanitarias pasaron a ser tan largos que apenas podían descansar. Muchas murieron trabajando, con mucho cansancio, mucho esfuerzo y mucha presión, viviendo situaciones terribles dentro de los hospitales. Y es a estas personas a las que les debemos todo. Porque esta crisis ha demostrado lo importantes que son los servicios públicos, y el trabajos de estas personas.
Casi 30 000 personas han muerto solo en España, con medidas que dentro de lo que cabe no han estado tan mal, con un sistema de salud público que cubre a todas las personas en este país, con los recursos médicos que tenemos como país desarrollado, con uno de los mejores sistemas sanitarios de Europa.
Estamos poco a poco saliendo a las calles, con restricciones y cuidado, mascarilla a todas horas y manteniendo distancias de seguridad (2 metros). La crisis económica que se viene va a ser una de las peores que hemos vivido en la historia, nuestra generación se va a pasar años pagando la deuda que se viene encima. Y dentro de lo que cabe, estamos bien.
Ahora, en Latinoamérica está empezando, incluso hay quienes niegan la existencia del virus, quienes la subestiman. Escuchadme, si ha sido y es tan terrible aquí, imaginaros lo que sería en un país con menos recursos, con un sistema de salud privado, con economías basadas en trabajos de calle (donde estás expuesta a todo). Mirad lo rápido que está subiendo en Brasil el número de muertos, en EEUU ya llevan 100 000 muertes.
Por favor, tomad mi palabra, no subestiméis al virus, porque se viene una masacre. Actuad, luchad por las medidas necesarias AHORA, antes de que sea demasiado tarde, pensad en vuestros familiares más mayores. Mi abuelo murió de coronavirus y no hubo camas en el ala de cuidados intensivos del hospital para él, no tuvo la oportunidad de ser siquiera tratado. No pudimos despedirnos, no pudimos celebrar un entierro de más de 3 personas. Murió solo, sin la gente a la que quería a su lado.
Sed consecuentes, sed fuertes, y no infravaloréis lo que puede hacer un virus en un sistema corrompido y roto desde hace mucho tiempo.
El coronavirus es real, el coronavirus mata, el coronavirus actúa muy rápido, muta, y solo, repito, SOLO, se derrota con ciencia y medidas a la altura de la situación.
Muchas gracias!»