“Antropólogos, sociólogos, historiadores y medios, los saharauis claman vuestra conciencia en visibilizar y tratar en los foros internacionales este violento culturicidio que el régimen de Marruecos practica contra el patrimonio cultural saharaui”.
Bahia M. Awah
Debo señalar que este tema es hoy preocupación de investigadores saharauis, mauritanos y de académicos occidentales que trabajan en el continente africano.
En el pueblo saharaui “Hay un sello característico en aquellos semblantes que refleja con bastante claridad la diferencia de pueblos, individuos y hasta familias”. (Bonelli, Emilio 1887: 124-125)
La poesía saharaui en hasanía es un registro esencial, donde los eruditos y poetas aclaran y resuelven con argumentos sus particularidades históricas que los diferencian de las culturas vecinas, sobre todo, su abismal diferencia con la de Marruecos. Así lo afirmaba en verso el poeta y erudito nacional saharaui Beibuh Uld Biddi Uld El Hach (1929-2017)
(…) La fisonomía nos separa de ellos, / los atuendos nos separan, / el ajuar nos separa, / y la lengua nos separa/ y de ellos nos aleja (…)
Esta temática, la he titulado “Culturicidio de la ocupación militar, caso Sahara Occidental”. Pero no sin antes aclarar algunos aspectos relacionados con esta categoría, culturicidio, que la antropología entiende en su concepto académico como etnocidio. La expresión “culturicidio” aún no está definida ni incorporada al registro académico como flagrante violación de los derechos culturales y de identidad que se comete en conflictos bélicos. Algunos investigadores antropólogos usan culturicidio como análogo del genocidio en el contexto cultural, como en casos sucedidos en la época de los regímenes militares en Guatemala, Argentina y actualmente en la excolonia española el Sahara Occidental, sobre todo en la parte del territorio que Marruecos ocupó militarmente desde 1976. “Si una cultura está sometida a un dominio absoluto de otras sobre ella, puede quedar herida, o deformada, o incluso desparecer”. Lo advertía el novelista, ensayista y dramaturgo keniano Ngugi Wa Thiong´o en su libro “Desplazar el centro. La lucha por las libertades culturales”.
Entiendo que los intelectuales saharauis del exilio debemos partir del discurso de nuestros referentes eruditos africanos y dejar que nuestra acción militante se nutra de su pensamiento. Es decir emprender la resistencia a la condenación, como nos apela Wa Thiong´o en «El papel de los intelectuales». O en su libro “Descolonizar la mente”. En este contexto de violación contra la cultura el pensador africano nos dice que “La receta para la cura más adecuada depende de un análisis riguroso de la realidad”. Y en este trabajo parto de este planteamiento en el que Ngugi nos insiste en la rigurosidad. Y el erudito y poeta saharaui Badi Uld Mohamed Salem, (1936-2019) nos lo reitera en esta frase cuando quiere afirmar sobre un hecho expuesto al debate y que necesita de rigurosidad. “Que Dios me deje sordo si en algún momento he escuchado algo sobre ello”. El rigor en la historia y sus hechos es fundamental para los eruditos y sabios saharauis.
Respecto al uso del término culturicidio, consulté con mi director de tesis, el profesor Juan Carlos Gimeno, sobre este emergente concepto en el lenguaje de la antropología, que está buscando su espacio para ser verbalizado como tal en los eventos académicos y tratado en diferentes contextos culturales. Y me aclaró que, “Independientemente de la cuestión teórica o disciplinar hay un elemento muy importante que es la recepción normativa de estos términos en el derecho internacional y la posibilidad de utilizarlos para la denuncia y la defensa de pueblos, comunidades y colectivos particulares”. Y evidentemente es lo que me ha llevado a este tema que está en debate entre los saharauis dispersos entre la ocupación, el exilio y la diáspora. Gimeno me aclaró también que el “genocidio es un término que se usa para el culturicidio, siempre tratando de delimitar las características de genocidio que hace que una experiencia particular sea definida con este término”.
Por otra parte, en mis indagaciones sobre el concepto he leído que el culturicidio es un debate dentro de los efectos de la violencia en Guatemala y en Argentina. Y con estos antecedentes me he situado en el contexto para poder tratar la categoría etnocidio en un contexto cultural violentado, que en este caso afecta a la cultura afro-árabe-senhaya del pueblo del Sahara Occidental, que vive desde 1976 bajo una administración militar marroquí, de cultura opuesta e impuesta a la suya.
Cuando trabajaba el texto leí un artículo del cineasta y político argentino Jorge Edmundo Coscia, quien desempeñó el cargo de Secretario de Cultura de Argentina. Ese artículo fue publicado en septiembre de 2011 bajo el título de “El culturicidio en Argentina” y aquí Jorge Coscia usa el término para denunciar la hegemonía cultural. Y cito este fragmento de su texto:
“No podemos negar que no puede haber políticas culturales exitosas en países que fracasan, países que no logran encontrar un destino de autonomía, de justicia, un destino, en definitiva, contenedor de la vida de la gente que son esencialmente vidas culturales”. Y concluye afirmando que “la hegemonía cultural es la madre de todas las hegemonías”.
Cuando el poder quiere dominar un pueblo política, geográficamente y borrarle como identidad cultural, lo primero y más eficaz que le aplica es la destrucción de sus particularidades culturales, desnudarle de su esencia cultural en el sentido de Ngugi wa Thiong´o: “En el continente negro empezamos a entender que el poder colonial real no consistía en los cañones de la primera mañana sino en lo que seguía a los cañones. Y detrás de ellos venía la nueva escuela”. Marruecos tras la retirada de España eliminó todos los colegios bilingües hasania-español que habían en el territorio e impuso su nuevo diseño de neocolonización, escuelas donde predomina la dariya marroquí y la lengua francesa. Y esta política de marroquinización hizo que empezarán a erosionarse la lengua saharaui, hasania, y el español, como legado lingüístico heredado de un siglo de convivencia cultural.
Así Marruecos empezó la práctica de la neocolonización y la ocupación en el Sahara Occidental, borrando lenguas y moldeándolas a su concepto de marroquinidad cultural. El caso que se da en el Sahara Occidental es atípico, porque Marruecos ha sido colonizado por Francia y tras su independencia comete la atrocidad de convertirse en reproductor de la practica colonial en el continente que sus pueblos predican doctrinas de descolonización y anticolonialismo en todas sus formas.
La identidad cultural saharaui comienza a configurarse desde el siglo XI cuando aparece el primer verso en hasania. Y se consolida a finales del siglo XVII tras la guerra Shar Bebba[1] de 1466 a 1674 entre las tribus árabes Beni Hasan venidas a África desde la península arábiga y la confederación bereber africana Maquil en su simbiosis de senhaya, zenata, lemtuna, mezaba y zenaga, que habitaban el territorio mucho antes de la invasión árabe al norte de África.
Las dos culturas, la senhaya africana y la árabe se mezclaron, convivieron y de este mestizaje cultural nació la lengua saharaui y mauritana, hasania, con su muy marcada y distinguida literatura e idiosincrasia social, con notorios rasgos que las distinguen del entorno geográfico africano y árabe.
Respecto a estas particularidades visibles de la identidad cultural saharaui y mauritana, si nos remitimos a finales del siglo XIX encontramos uno de los primeros testigos occidentales que remarcaron los rasgos diferentes de esta cultura con respecto a las otras vecinas. Me refiero al expedicionario colonial español Emilio Bonelli (1854-1926) en su viaje al territorio del Sahara Occidental en 1887. Cito un fragmento de su texto:
“Esa raza varonil, sagaz é (sic) inteligente, más altanera cuanto mayor es su decaimiento, y que, no obstante la mezcla consiguiente de individuos de diversas tribus y comarcas, conserva inalterables los caracteres generales con que se la conoce en el orden sociológico. No se encuentra en el Sahara el mismo tipo que en la Tunicia, Trípoli, Argelia ó Marruecos, con los cuales podríamos comparar sus habitantes. Hay un sello característico en aquellos semblantes que refleja con bastante claridad la diferencia de pueblos, individuos y hasta familias. (Bonelli, 1887: 124-125)
Las tesis marroquíes sobre el territorio y sus habitantes intentan tergiversar la historia y exponen que el Sahara Occidental y Mauritania no son más que la prolongación de la cultura marroquí en otros tiempos, mucho atrás. La cita de Bonelli refuta ese planteamiento marroquí inargumentable. Y el tratado sociológico del sabio saharaui Chej Mohamed El Mami (1792-1865), Qitab Albadia, también lo refuta categóricamente en un pasaje de la obra, cuando afirma: “Somos un pueblo nómada que vive situado entre el Reino Ismaelí (en referencia a Marruecos) y el país Albisyabilla” (en referencia al Imperio de Mali) en Rio Senegal.
Estoy hablando de la identidad cultural saharaui en su actual situación, expuesta a erosionarse a la fuerza, ser absorbida o destruida por la cultura marroquí, impuesta desde 1976 a la población autóctona de sociedad bidan de los territorios ocupados.
Este tema no es la primera vez que ha sido tratado por académicos de las ciencias sociales como denuncia dentro del contexto de etnocidio o culturicidio. El profesor en derecho constitucional Francisco José Palacios de la Universidad de Zaragoza, en un artículo publicado en marzo de 2011 titulado “Sahara y Palestina: Olvidados etnocidios en un siniestro simulacro de soluciones”, afirma que:
La Resolución 1514 de la ONU que data de 1960 y contempla los derechos políticos y culturales indica que: “La sujeción de pueblos a una subyugación, dominación y explotación extranjeras constituye una negación de los derechos humanos fundamentales, es contraria a la Carta de las Naciones Unidas y compromete la causa de la paz y de la cooperación mundiales”.
¿Por qué entonces a la población saharaui que vive bajo ocupación marroquí no se le ha respetado ese derecho de existir culturalmente contemplado en la Carta Magna de las Naciones Unidas? ¿Se trata entonces de un etnocidio, culturicidio o genocidio cultural que el mundo y sus convenciones, tanto políticas como académicas, ignoran?
El pensador y académico Ngugi wa Thiong´o en su obra “Descolonizar la mente” cuando estudia las lenguas hegemónicas neocoloniales en África explica cómo el colonizador o el nuevo colonizador intenta destruir un pueblo y su cultura. Y cito sus palabras:
“El efecto de una bomba cultural es aniquilar la creencia de un pueblo en sus nombres, en sus lenguas, en su entorno natural, en su tradición de lucha, en su unidad, en sus capacidades, en último término, en sí mismos”.
Justamente, es esto, lo que pretende Marruecos con su política de culturicidio que practica en la parte anexionada del territorio saharaui. Y partiendo de este planteamiento de Ngugi, a continuación voy identificando aspectos principales de la cultura saharaui que en este caso son violentados por el régimen marroquí durante estos 42 años de administración de facto en el territorio.
Elaborando argumentos he recogido testimonios, imágenes cedidas por activistas culturales, pinturas realizadas por artistas saharauis, videos de testimonios recogidos por escritores, viajeros e investigadores. También he recopilado información aportada por miembros de la plataforma Defensores del Patrimonio Cultural Saharaui, que trabajan en los territorios ocupados. Este culturicidio hoy puesto en debate entre los saharauis abarca tanto el patrimonio cultural material como el inmaterial. El más afectado es el idioma hasania y sus oraturas (literaturas), vehículo principal de la identidad cultural saharaui. El hasania como lengua ya no se enseña en el colegio y es sustituida por la dariya, dialecto marroquí desde una edad muy temprana en las guarderías y los colegios que dirigen y gestionan colonos marroquíes.
Ngugi wa Thiong’o afirma que “El cañón violenta el cuerpo y la escuela fascina el alma”. La lengua hasania se ha quedado limitada exclusivamente en el ámbito familiar saharaui. ¿Y por qué? Y esta es la pregunta que le hice al presidente de la Asociación por la Conservación, Protección y Difusión del Patrimonio Cultural Saharaui, Bachri Uld Ben Taleb residente en los territorios ocupados. Cito textualmente su respuesta: “El maestro, el vendedor, el taxista, el policía, el gendarme, el frutero, el funcionario, el agente secreto hasta el barrendero, todos son colonos marroquíes organizados en torno a esta política de destrucción cultural. Esta invasión del espacio social impuesta desde 1976, te obliga a usar el que para ti era un registro extraño; y sin más te ves obligado a dirigirte a ellos minuto, hora, semana, día y año con su dariya. Y así están neutralizando el uso de hasania fuera de la casa. Están destruyendo poco a poco nuestra cultura con métodos desde la escuela y la guardería”.
La nomenclatura sobre cómo se construye el trinomio de apellidos saharauis, que es el puente genealógico que enlaza la persona con sus ancestros, fue eliminada desde 1976 por la administración marroquí. Lo que antes era Mohamed Uld Brahim Uld Salek, hoy es Mohamed “El Costurero o El Barrandero o El de Cabeza Grande”. En el caso de las mujeres, lo que era Sukeina Mint Yedehlu, hoy es Sukeina “El Idrisi”, y cito el caso de la hija del clásico de la literatura saharaui Yedehlu Uld Sid. A Sukeina, cuando fue secuestrada por los militares marroquíes en los años setenta, la administración marroquí le borró el apellido familiar saharaui y le impuso “El Idrisi”, apellido marroquí que no existe en la cultura saharaui.
El nexo que usa la lengua hasania para establecer la unión con la raíz familiar Uld para el masculino y Mint para el femenino fue amputado de la nomenclatura de construcción de los apellidos femeninos y masculinos saharauis. Esta violación del derecho cultural ha creado serios problemas para los saharauis de los territorios que ocupa Marruecos y que aún conservan sus documentos de la época de la metrópoli con sus verdaderos apellidos y su composición trinomial. Hoy para la administración española y sus juzgados estos ciudadanos saharauis cuando tramitan sus papeles en España ya son otras personas distintas a las que habían en sus apellidos originales saharauis, porque el documento marroquí que aportan solo le permite el nombre y un laghab, mote, impuesto por la administración.
En cuanto a las prácticas sociales, conocidas como Al Aaraf, caso la fiesta del bautizo, la fiesta del divorcio o la visita a las tumbas de los familiares, también son perseguidos por la administración de ocupación.
Tras los levantamientos saharauis del año 2005 en los territorios saharauis ocupados, la administración marroquí prohibió la visita a los cementerios porque esta práctica supone un tipo de resistencia pacífica antiocupación. Y es el caso de la tumba de Hafed Buyema, primera víctima asesinada en 1974 por el franquismo en El Aaiun. Marruecos prohibió el acceso a ese cementerio por las reiteradas veces que la tumba de ese histórico militante anticolonial aparecía cubierta con la bandera nacional saharaui y con pancartas contra la presencia militar marroquí.
Los nombres saharauis de Lala, Mulay y Sidi son vetados en los documentos por la administración, porque Lala en la dariya del ocupante es la Princesa, hija, hermana o nieta del Rey. Mulay es el príncipe o nieto del rey y el nombre Sidi es un trato que se da para mencionar al Rey, es decir mi amo, mi señor. Sin embargo, en la cultura saharaui y mauritana estos nombres y apellidos casualmente son simplemente nombres propios.
En cuanto al patrimonio cultural material saharaui, principalmente los edificios históricos de la época colonial que forman parte del registro de la historia del territorio y su pasado colonial. Los más emblemáticos fueron derruidos por el régimen, entre ellos El Fuerte de Dajla, el primero que fue construido en el territorio. Otros han sido derruidos o corren grave peligro, como iglesias, fuertes y la primera casa construida por una familia saharaui en El Aaiun, los Moyan.
Está también el caso de lemsid, recintos tradicionales para la oración, que los saharauis construían frente a sus jaimas o casas, también usados para enseñar a los niños a leer y como espacio de reunión de los mayores.
Otro rasgo muy distintivo de la identidad saharaui es la vestimenta tradicional, la túnica melhfa de la mujer y la darraá del hombre. Y por ello y como señal de resistencia e identidad, todos los presos políticos saharauis, cuando son presentados en los tribunales, se ven sentados en el banquillo de los acusados luciendo sus túnicas de darraá o melhfa.
El uso de la jaima tradicional saharaui está prohibido por la administración marroquí tanto para los nómadas del territorio como para la población que suele salir de las ciudades para respirar aire de libertad fuera de los cuatro principales núcleos urbanos saharauis. Y para ello ya existe una nueva placa en los códigos de circulación que les prohíbe montar las tradicionales jaimas tanto en las playas y fuera de las ciudades. Hay casos de familias que para usarlas en su vida nómada están obligados a solicitar permiso para montarlas en sus desplazamientos por el territorio.
Otro caso de violación de los derechos en cuanto a prácticas sociales de la cultura saharaui inmaterial, referido a la privación de realizar el ritual social de visitar las tumbas de sus antepasados.
Quiero exponer el caso de mi tía, hermana de mi madre, quien me pidió que no mencionara su nombre. Vive en la parte del territorio ocupado desde 1976, la última vez que visitó las tumbas de su padre y de su abuelo fue en noviembre de 1974, siendo el Sahara aún administrado por España. Las visitas se practican de forma familiar y con su día de ritos, como rezos, diálogo con los muertos, alabanzas y una comida compartida por el alma del familiar difunto. Una práctica con tintes religiosos y de tradiciones. En noviembre de 2007, mi tía decidió reunir a sus hijos y comunicarle su deseo de visitar las tumbas de su padre y abuelo en la región central de Tiris. Los cinco hijos y la madre viuda partieron camino hacia el lugar donde está la tumba de su padre Omar y su abuelo Bujari. Como antes había explicado estos apellidos fueron eliminados de la identificación de mi tía. Omar, el padre, había muerto en Am Ehkim Eshamis, el Año del Eclipse Solar, 1960. Su tumba está al noroeste del monte Lask, en la ladera este de una pequeña colina que lleva su nombre, conocida por Edleit Omar, la Colina de Omar, en referencia a la vecindad de la tumba. Y por otra parte la tumba de su abuelo dista unos 2 kilómetros al norte del monte Lask, en un lugar llamado Bughrara, situado al sur del destacado monte Dumes. Allí es donde se encuentra la tumba del sabio y fundador de la primera Universidad Itinerante Saharaui, en la que se estudiaba el Derecho Consuetudinario, Mohamed Uld Mohamed Salem, muerto en 1884.
En palabras de mi tía, y cito textualmente: “Ese día venía con mis hijos y con mucha ilusión a cumplir el deber que siempre hemos practicado en nuestra cultura en recuerdo a los seres más queridos que nos hayan dejado”. El tono de su voz era muy apagado, la imaginé mirando hacia el suelo, al tratar de escenificar cómo le impidieron visitar las tumbas de sus familiares. “Cuando ya estábamos cerca del monte Lask lo primero que vimos fue una jashla[2], cuartel militar, fortificaciones, zanjas, abrigos de refugio y cercos de púas, justo en la ladera de la colina impidiendo el acceso a la tumba de mi padre. Cuando los militares marroquíes nos vieron se acercaron rodeándonos y les dije que quería acceder a rezar por el alma de mi padre, cuya tumba está en la ladera. Burlones y desafiantes me dijeron: “Mejor que os larguéis de aquí cuanto antes con esa ropa de salvajes que lleváis”.
¿Y justo en este momento qué sentiste?, le pregunté a mi tía. “Cuando vi las caras burlonas con que me respondieron los militares, me dolió mucho que también la tumba de mi padre y de mi abuelo estén asediadas por cercos y campos de minas y que a mis hijos y a mi nos privaran con desprecio de visitarlas. Entonces ante la intimidatoria mirada de los militares leí en sus ojos que mejor que mis hijos y yo nos marcháramos de allí antes de un mal mayor, porque sabía de casos que fueron agredidos y violados y por miedo de represalias nunca fueron denunciados”.
Breves conclusiones
Lo que acabéis de leer ¿Es culturicidio, etnocidio o genocidio cultural?
¿En qué lado al respecto debe estar el mundo de la investigación que trabaja en esa área del continente africano, y en especial el mundo académico occidental cercano a esta geografía y su historia?
“Investigadores, antropólogos, sociólogos e historiadores, los saharauis claman a vuestra conciencia para visibilizar y tratar en los foros internacionales este culturicidio practicado por la administración militar marroquí en los territorios que ocupa del Sahara Occidental”.
NOTAS
[1] Bebba fue el nombre de un miembro de las facciones tribales de los senhaya que habitaban esa parte del áfrica saheliana y occidental, es decir el Sahara Occidental y Mauritania. Se dice que Bebba poseía un ganado camellar de su propiedad y a la vez cuidaba un pequeño ganado que no era de su propiedad, solo le ha sido confiado por una familia para protegerlo. Ulemas árabes le exigieron que debería dar el tributo de la sharia que correspondía a la cantidad de su ganado y lo hizo como todos los años. Pero también intentaron que entregara el tributo por el pequeño ganado que no es de su propiedad y él rechazo alegando que no es suyo el ganado por lo que no tenía que dar un zakat por él. Se cuenta que fue agredido por los ulemas árabes y al enterarse los senhaya emprendieron contra los árabes la guerra conocida por Shar Bebba que duro 30 años.
[2] En la dariya marroquí significa cuartel o base militar.
Este tema fue presentado en el V Congreso Internacional de Antropología, Antropólogos Iberoamericanos en Red (AIBR), UAM 2019. “Pensar culturas cambiar mundos”. Un caso de culturicidio que practica impunemente la administración de ocupación marroquí en las ciudades saharauis, El Aaiun, Smara, Dajla (Villa Cisneros) y Bojador.