Por Paula Mendoza
La aparición del COVID-19, generó no solo grandes afectaciones en materia de salud pública a nivel global, sino que también golpeó los sistemas económicos, sociales y educativos de manera fuerte e inesperada. En Colombia, el cierre de escuelas y colegios de manera repentina significó un drástico cambio en nuestra forma de abordar la enseñanza y el aprendizaje, ya que con el confinamiento todo debía seguirse haciendo a distancia. Esta contingencia ha permitido develar las marcadas brechas y falencias que tiene el país, no solo en materia de conectividad y acceso a herramientas tecnológicas, sino también de modelo educativo y de metodologías de enseñanza.
Pressenza propone una serie de 3 artículos, que permite comprender una a una las carencias del sistema educativo colombiano, utilizando ejemplos concretos recogidos de los diferentes actores de la educación : Profesores, alumnos y padres de familia.
¿Podemos hablar de educación a distancia en las escuelas?
Empecemos por entender el significado de los términos virtualidad o educación a distancia. En general dichos vocablos se usan generalmente para referirse a modelos pedagógicos de educación superior ya que una de sus principales características es el autoaprendizaje (1), lo que permite deducir, que sería un modelo no aplicable a los colegios y escuelas teniendo en cuenta que la mayoría de sus estudiantes son menores de edad y aún no poseen el grado de autonomía necesarios para seguir dicho proceso de forma eficaz. El modelo de aprendizaje para las personas de estas edades está diseñado y construido para llevarse a cabo de forma presencial, donde el acompañamiento por parte de maestros a lo largo del proceso es fundamental.
La educación sufre de una importante brecha digital en el país
El gobierno, por medio del Ministerio de Educación y el ministerio de Tecnologías y de la Información y la Comunicación, anuncia haber hecho esfuerzos para garantizar la continuidad de la educación en estos tiempos de confinamiento, sin embargo se han presentado dificultades mayores debido a las marcadas diferencias que existen en términos de conectividad y de acceso a herramientas tecnológicas en las diferentes zonas del país.
Si analizamos algunas cifras, encontramos que según el Censo Nacional de Población y Vivienda 2018, tan solo hay 5 departamentos que tienen una asistencia escolar (2) superior al 70%, lo que evidencia una alta tasa de desescolarización nacional desde mucho antes de iniciar la actual problemática y el confinamiento. En lo que se refiere a la conectividad, solamente el 48,3% de la población total tiene acceso Internet pero la distribución no es equitativa. Por ejemplo, 14 departamentos tienen una cobertura general de internet inferior al 20% y menor al 3% en sus zonas rurales. Adicional a estas dramáticas cifras, se agrega la baja penetración de los servicios TIC (3) la tenencia o uso de computadores de escritorio por familia, se limita al 28,8% y a un 20,6% en cuanto a computadores portátiles.
Teniendo en cuenta que en zonas rurales el acceso a un computador, a un smartphone o a internet es limitado, se dificulta la asignación de trabajos o actividades por parte de los docentes y en el mejor de los casos, el WhatsApp que no es una plataforma con fines educativos; se convierte en el medio de comunicación más eficiente para permanecer en contacto con los estudiantes y para delegar actividades. Acerca de este tema, Julieth Espinosa, Docente de transición en una escuela rural de Valle del Guamuez – Putumayo comenta: “En el municipio no contamos con la tecnología necesaria y no podemos usar las plataformas virtuales”. Esto ha significado para muchos estudiantes un tema difícil de manejar ya que un celular no es precisamente una herramienta que se preste para leer o repasar algún tema y en el caso de las familias que no cuentan con uno, los niños deben desplazarse hasta la casa de alguno de sus compañeros para transcribir las tareas y regresar a enviarlas cuando las tengan solucionadas.
Dadas estas dificultades, la estrategia no ha tenido resultados muy satisfactorios y se han tenido que implementar guías físicas para ser desarrolladas a largo plazo y buscar la manera de hacerlas llegar a los hogares. Por tanto, la comunicación de los docentes por medio de la mencionada aplicación, se ha limitado al cruce de palabras por chat o audio con los alumnos que tienen acceso al mismo, o a una llamada telefónica eventualmente, para permanecer en contacto y evitar la deserción ya que en estas zonas, para algunas familias es común que los niños se dediquen a las labores del campo y no se interesen por el estudio.
Lo anterior, deja en evidencia un rezago digital que viene desde mucho antes del confinamiento y que atenúa la actual crisis presentada por las medidas educativas adoptadas por las instituciones a raíz de la actual contingencia. Por esto resultaría útil aprender de las dificultades actuales, para que el gobierno por medio de Ministerio de TIC y el Ministerio de Educación creen un rubro que permita la destinación de recursos dirigida a brindar conectividad y acceso a herramientas tecnológicas a todos los estudiantes de escuelas y colegios de zonas rurales o urbanas en el país; este avance permitiría una mayor equidad e igualdad de oportunidades para todos.